jueves, 30 de diciembre de 2010

Ut pictura poesis


"Ut pictura poesis" es una frase de Horacio que, al parecer, ha pasado a la tradición con un sentido distinto al que se proponía su autor. Mucho no sé del tema, así que me quedo con la tradición. Y ayer, mientras me paseaba por el Museo de Bellas Artes de Bilbao recordaba todo el tiempo esta frase. Las artes suelen entrecruzarse. Es una cosa del espíritu, eso que late en el arte, que no está limitado ni encerrado en "cajones", sino que fácilmente está en muchos sitios a la vez.
Richard Serra, gran escultor, premio Príncipe de Asturias de este año, descubrió su vocación escultórico a través de la pintura, en concreto después de contemplar "Las Meninas" ("Las Meninas me desafió hasta el punto que decidí que no podía continuar como pintor. El problema espacial que plantea el cuadro se convirtió en una obsesión").
Las conjunciones entre pintura y escritura son, quizá, más complejas. Da Vinci escribió todo un tratado al respecto. Lessing también. Relación no es jerarquización, la confusión es lo que trae problemas. Así que yo me quedo con ambas. Para ver la unión basta con ir a la exposición de Lazkano, que está acompañada por unos textos que iluminan su obra tanto como su luz en los cuadros y que en muchos casos pueden ser aplicados con igual sentido al arte de escribir; cambiad cuadro por texto, pintar por escribir... y lo tenemos.
No me pude contener y los he escrito. Aquí os los dejo:

"La inspiración puede estar en cualquier sitio, a la vuelta de la esquina, entre nosotros, en un gesto, en un brillo, en un grito, en una mirada, en un saludo, en un reflejo, en un susto, corriendo entre la gente, sentada en el parque, escurridiza y difícil de atrapar, pero constante y eterna.
¿Cómo atraparla? Pintando".

"Se pinta más mirando que pintando. Estar atento, escuchar el cuadro, darse cuenta de que algo provocador surge y rescatarlo, es la única manera de no perder la irrecuperable, un momento fugaz e irrepetible, algo a lo que nunca podremos volver. Esa tensión en el proceso es lo que da vida a un cuadro, a una exposición y a todo un proyecto pictórico".

"El futuro trabaja para el pasado. Lo que vendrá nos enseñará lo que hicimos. El cuadro todavía podrá mejorar con los que están por pintar e imaginar, como aquella paleta que guarda, celosa, todos aquellos que se hicieron. Aún así, en ocasiones, el tiempo nos pide esperar, pacientes, inquietos... Todo acaba por llegar".



Por cierto, el museo es gratis los miércoles, por si queréis ir.

miércoles, 22 de diciembre de 2010

Elogio de la lectura y la ficción


Acabo de leer el discurso que pronunció Mario Vargas Llosa al recibir el Nobel de Literatura. Aún no salgo de mi asombro, mi exaltación. Es realmente genial y me siento como si acabara de tener una larga conversación con alguien a quien conozco y me conoce desde hace tiempo, una conversación con alguien que ha sabido escoger las palabras precisas para abrir, de nuevo, viejas heridas. Heridas que al fin y a cabo están allí para abrirse, para no caer en el conformismo.

España, América Latina, los sueños de libertad y el desprecio por los nacionalismos, las dictaduras y las “pseudodemocracias populistas y payasas como las de Bolivia y Nicaragua” y, sobre todo, la pasión por la literatura, son sólo algunos de los puntos de unión, que han hecho que el discurso de Vargas Llosa me resultara particularmente vivo, particularmente mío.

Vargas Llosa habla de sus maestros, esos que ha encontrado en los libros, en sus miles de lecturas, que, dice él, “además de revelarme los secretos del oficio de contar, me hicieron explorar los abismos de lo humano, admirar sus hazañas y horrorizarme con sus desvaríos”. Y es que la literatura, cuando se siente una verdadera pasión, es algo que logra empapar realmente toda la vida. No es sólo una diversión. No es un hobby más para hacer en el tiempo libre. Es un modo de vivir, de entender las cosas, de enfrentar la realidad, de comprender al hombre en su más íntima condición. Sólo hace falta pasión y un cierto gusto por todo lo humano, con todas sus luces y oscuridades. Y para tener pasión, como sucede con todos los deseos, hace falta una carencia, eso que tan bien se expresa con la palabra “sed”, que marca la vida de muchas personas. La literatura como pasión es una protesta y a la vez una esperanza: “igual que escribir, leer es protestar contra las insuficiencias de la vida. Quien busca en la ficción lo que no tiene, dice, sin necesidad de decirlo, ni siquiera saberlo, que la vida tal como es no nos basta para colmar nuestra sed de absoluto, fundamento de la condición humana, y que deberíamos ser mejor. Inventamos las ficciones para poder vivir de alguna manera las muchas vidas que quisiéramos tener cuando apenas disponemos de una sola”. Creo que pocas veces he leído una frase tan certera. Es la expresión de algo que siempre he llevado dentro y que no había sabido formular. Es la respuesta que de ahora en adelante daré a la pregunta de “¿por qué te gusta leer/escribir?”

Podría seguir destripando el discurso y hablar de la literatura como vocación, disciplina, trabajo y terquedad (son sus palabras), o de su capacidad universal de tender puentes entre culturas distintas… ¡y qué cosas por decir de América Latina, los recuerdos, las raíces!, pero el espacio apremia y el blog tampoco da para tanto. Es siempre mucho más lo que se calla que lo que se dice. Sólo quiero dejar constancia de mi agradecimiento a Vargas Llosa por su discurso, no diré por su literatura, que aún me es desconocida, y robarme unas últimas palabras suyas para engalanar esta entrada. A falta de buenas palabras, nos quedan los genios y las bibliotecas.

“La literatura es una representación falaz de la vida que, sin embargo, nos ayuda a entenderla mejor, a orientarnos por el laberinto en el que nacimos, transcurrimos y morimos. Ella nos desagravia de los reveses y frustraciones que nos inflige la vida verdadera y gracias a ella desciframos, al menos parcialmente, el jeroglífico que suele ser la existencia para la gran mayoría de los seres humanos, principalmente aquellos que alentamos más dudas que certezas, y confesamos nuestra perplejidad ante temas como la trascendencia, el destino individual y colectiva, el alma, el sentido o el sinsentido de la historia, el más acá y el más allá del conocimiento racional”.

Leed el discurso. Es una buena inversión. Y después, si os parece, podríamos ir a algún sitio a tomarnos algo, a hablar un poco de esto, de todo. Si no estáis en Pamplona, hacedlo con alguien. Hay cosas, ya lo decía Platón, que sólo pueden decirse en un discurso hablado entre amigos.

Yo invito.

domingo, 19 de diciembre de 2010

Adviento


Al fin han acabado los exámenes y, si aguzamos un poco la vista, ya se ve a lo lejos el portal. En Colombia estos días se viven con gran gozo e intensidad; se prepara la Navidad con una novena llena de simbolismo y poesía.

Aquí os dejo la parte preferida de todos, las llamadas "aspiraciones" o "gozos", unos sencillos y bellos octetos que todos los colombianos se saben de memoria y que han de entenderse a la luz de esa jaculatoria que se dice entre cada uno: "¡Ven a nuestras almas! ¡Ven no tardes tanto".

¡Oh sapiencia suma
del Dios soberano,
que a infantil alcance
te rebajas sacro!
¡Oh Divino Niño,
ven para enseñarnos
la prudencia que hace
verdaderos sabios!

¡Oh, Adonaí potente
que, a Moisés hablando,
de Israel al pueblo
disteis los mandatos!
¡Ah! ven prontamente
para rescatarnos.
Y que un niño débil
muestre fuerte brazo!

¡Oh raíz sagrada
de Jesé, que en lo alto
presentas al orbe
tu fragante nardo!
¡Dulcísimo Niño
que has sido llamado
lirio de los valles
bella flor del campo!

¡Llave de David
que abre al desterrado
las cerradas puertas
del regio palacio!
¡Sácanos, Oh Niño,
con tu blanda mano,
de la cárcel triste
que labró el pecado!

¡Oh lumbre de Oriente
sol de eternos rayos,
que entre las tinieblas
tu esplendor veamos!
¡Niño tan precioso,
dicha del cristiano,
luzca la sonrisa
de tus dulces labios!

¡Espejo sin mancha
Santo de los santos,
sin igual imagen
del Dios soberano!
¡Borra nuestras culpas,
salva al desterrado
y, en forma de Niño
da al mísero amparo!

¡Rey de las naciones,
Emmanuel preclaro,
de Israel anhelo,
pastor del rebaño!
¡Niño que apacientas
con suave cayado
ya la oveja arisca,
ya el cordero manso!

¡Abranse los cielos
y llueva de lo alto
Bienhechor rocío,
como riego santo!
¡Ven hermoso Niño!
Ven Dios humanado
luce, hermosa estrella,
brota flor del campo.

¡Ven que ya María
previene sus brazos
do su niño vean,
en tiempo cercano!
¡Ven, que ya José,
con anhelo sacro,
se dispone a hacerse
de tu amor sagrario!

¡Del débil auxilio
del doliente amparo,
consuelo del triste,
luz del desterrado!
¡Vida de mi vida,
mi dueño adorado,
mi constante amigo,
mi divino hermano!

Véante mis ojos,
de ti enamorados!
Bese ya tus plantas,
bese ya tus manos!
Prosternado en tierra
te tiendo los brazos,
y aún más que mis frases
te dice mi llanto!

lunes, 6 de diciembre de 2010

Cocktail Theologico


Cuando era pequeña, había una especie de problema “teológico” que me inquietaba. Todo por una confusión lingüística, por un error en un solo fonema.

Los domingos en la misa de la parroquia a la que asistía, se rezaba una oración de acción de gracias y petición. Una de las cosas que se pedía era: “por aquellos que no sienten consuelo Y tienen fe”. O al menos eso era lo que yo pensaba. Tiempo después me di cuenta de que en realidad la petición era por “aquellos que no sienten consuelo NI tienen fe”. Aunque esta última petición no deja de encerrar grandes cuestiones sobre la gratuidad de la fe y el porqué unos la tienen desde siempre mientras que a otros parece que nunca les llega el momento, lo que de pequeña me inquietaba era esa aparente contradicción inicial: ¿se puede tener fe y no sentir consuelo?, ¿podemos creer en dios y sentirnos solos? O mejor dicho, ¿se puede tener fe sin esperanza?

Por ese entonces nada sabía de mística, ni de la “Noche Oscura del alma”, ni del amor purificador. En todo caso, me hubiera dado igual porque pensaba en algo completamente distinto: en personas que tenían a Dios por lo más grande, que en Él creían y vivían conforme a esa fe, pero en el fondo se sentían vacíos, insatisfechos. El peor drama, pensaba, de una existencia cristiana. Y cada domingo me detenía en esa consideración y pedía realmente por ellos, por algo que no podía comprender del todo.

Cuando salí de mi error fonético, casi me olvidé del asunto, pero de algún modo siempre ha estado presente. La posibilidad de vivir sin vivir, sin encontrar en dios las respuestas, era un temor que a veces me asaltaba. Mucho después, creo haberlo comprendido.

Ciertamente no se puede creer en Dios sin fe, esperanza ni caridad, pero en la práctica sí se puede vivir a espaldas de ellas. “Aquellos que no sienten consuelo Y tienen fe” tienen lo más importante pero les falta esperanza; tienen caridad, pero no la experimentan; miran sus heridas, pero no las de Cristo.

Tener una fe que sangra constantemente es pensar en la fe como un recetario o un oráculo que tiene todas las respuestas, cuando en realidad la fe es precisamente una búsqueda de un fin del que estamos ciertos, que no nos defraudará, pero que todavía no poseemos. Por eso la esperanza es un virtud auténticamente cristiana; la virtud del peregrino, pues nuestra vida es ante todo un camino, y para llegar a donde no estamos, hemos de ir por donde no estamos, llevar nuestra capacidad de sorpresa al máximo, nuestra búsqueda hasta sus límites. La esperanza es virtud del que tiene sed y sabe que entre más grande sea la medida de su sed más plenamente será saciado.

No es una sed existencialista, un vacío que sólo puede llenarse de vacío, una tendencia al absurdo, a la nada. Es una sed que confirma la esperanza, la epekhtasis de san Gregorio, que aún me gustaría estudiar a fondo.

La fe y la esperanza no son meramente un consuelo, algo subjetivo o un efecto anestesiante, todo lo contrario. La esperanza es virtud del caminante, de aquel que no se detiene (porque el que no avanza, retrocede; quien alguna vez haya remado lo sabe bien) y como un peregrino puede decir: “todo lo que tengo lo llevo conmigo” y aún así ir ligero de equipaje.

La fe y la esperanza son, en definitiva, una cuestión de caridad, de amor. Dejar de anhelar un consuelo, para que Dios lo encuentre en nosotros. Y es que nosotros, pobres criaturas (y además, precisamente por esto), podemos hacer crecer en Dios la esperanza. Sólo con esas tres virtudes se puede vivir realmente la vida.

Ya lo decía el Cardenal Ratzinger: “Tengo que comenzar por dejar de mirarme, y preguntarme qué es lo que Él quiere. Tengo que empezar aprendiendo a amar, pues el amor consiste en apartar la mirada de mí mismo y dirigirla hacia Él. Si a partir de esta tendencia fundamental, en lugar de preguntarme qué es lo que puedo conseguir para mí mismo, me dejo sencillamente guiar por Él, si me pierdo realmente en Cristo, si me dejo caer, me desprendo de mí mismo, entonces me doy cuenta de que ésa es la vida correcta, porque de todos modos yo soy demasiado estrecho para mí solo. Cuando salgo al aire libre, valga la expresión, entonces y sólo entonces comienza la grandeza de la vida”.

miércoles, 1 de diciembre de 2010

La insoportable incomunicabilidad del ser

Hay cosas de las que no se puede hablar, porque en cuanto se dicen, se estropean. Son cosas que no pueden materializarse en palabras, que permanecen en la interioridad de la persona.
Así se experimenta una lucha interior entre el impulso arrollador de hablar y el desprecio a las mismas palabras, que siempre parecen impropias. Es una muestra más de que el ser humano no puede ser pura corporalidad sino que es algo mucho más profundo. La persona tiene un reducto intimísimo, incomunicable que nunca podemos aprehender completamente y que a veces nos resulta paradójico. A los santos los ha llevado al misticismo, a los románticos al suicidio, a muchos al escepticismo y la desconfianza, a los artistas a la locura o el aislamiento, a los sufridores al existencialismo, a los polianos a Polo, al expresionismo a la abstracción, a los posmodernos a la angustia.
A mí, por decir algo, me ha llevado a la torpe experiencia de Miguel D'Ors (y es que a quien le guste la poesía, sabe cuánto tiene que ver con lo inefable):

De misterio

¿Quién soy
-Este intervalo de misterio
entre la rosa ardiente que corto para ti
y la rosa sombría que mi mano te tiende.

jueves, 25 de noviembre de 2010

Santa Catalina de Alejandría, patrona de los filósofos


Los filósofos, como los biólogos, también tenemos patrón. En nuestro caso, patrona, y aunque es mucho menos popular (he de reconocer que me he enterado hoy de su existencia), no por eso nos es menos necesaria. Todo lo contrario, después de tantos intentos por separar fe y razón, ejemplos como el de santa Catalina de Alejandría, cuya fiesta celebramos hoy, nos son especialmente necesarios. Y precisamente el hecho de que todas las ciencias humanas tengan un patrono, un santo que ha gozado de gran sabiduría humana en su oficio y de la más alta sabiduría divina, es muestra de que fe y razón no pueden desgarrarse. Por esto los filósofos, amantes de la sabiduría, no pueden dar la espalda a eso que les proporciona la fe, que es también sabiduría y sabiduría cierta.
Además, si la filosofía es más una cuestión de amor que de conocimiento, al menos etimológicamente, la fe nos da a conocer el objeto más amable, el único en el que puede descansar un corazón inquieto, como decía san Agustín; en definitiva, el fin último de la Filosofía.
Hoy, nos encomendamos a santa Catalina, para que nunca perdamos de vista el camino y para que, sobre todo, cultivemos la Filosofía con toda la fuerza, el rigor y la vitalidad que exige la sabiduría. Y pedirle todo esto es, en el fondo, pedirle humildad, esa virtud que para nadie es tan necesaria como para los filósofos y científicos, porque corremos el riesgo de gastar todos nuestros empeños en querer conocer la verdad, enriquecernos con conocimientos y lograr estar entre los sabios y entendidos de este mundo, olvidando lo más importante. Mi madre siempre me lo decía: Nos pasamos la vida cultivándonos para un mundo caduco, mientras que le dedicamos muy poco tiempo a aquello que será la eternidad. Lo que los patronos nos vienen a decir es que una cosa puede llevar a la otra y que mediante el estudio a fondo de una ciencia estamos comprando tiempo divino, estamos alcanzando esa verdadera sabiduría que no sólo nos hará sabios sino también felices.
¡¡FELIZ DÍA!!

martes, 23 de noviembre de 2010

De amicitia



Me he encontrado con este manuscrito de hace ya muchos años. Pertenece a uno de mis diarios de juventud. Es parte de una reflexión, tras un instante en que vi cómo el rey, que por entonces sólo era mi amigo, perdió sus papeles y tocó fondo. Aquí os lo dejo. Desde ese entonces hemos sido los mejores amigos. Además es un documento cuasi-histórico, pues aparece por primera vez eso que tanto he repetido: Los caballeros tienen que mostrar sus heridas.
"(...) Los héroes son realmente héroes cuando son humanos, cuando pueden morir. Lo contrario no tiene ningún mérito. Por eso, estrictamente, la fortaleza sólo se prueba ante un peligro de muerte.

Después de todo lo que ha pasado, se me ha ocurrido una especie de lema para mi contienda: Los caballeros tienen que mostrar sus heridas, enorgullecerse de las cicatrices ganadas en la batalla. A mí, además, me enorgullecen las de mis amigos, que son la evidencia de su grandeza de alma en medio de su pequeñez. Y poco a poco me voy convenciendo de que las miserias unen mucho más que la marcha lineal y constante -buena- de la existencia.

Todos llevamos un foco de podredumbre dentro y no tener miedo a que se manifieste pertenece a eso que es compartir la vida con quien se ama. No hemos hablado de lo ocurrido, pero desde entonces todo ha cambiado. Nos entendemos mejor. Creo que podría aventurarme a decir que hace falta un instante de derrumbamiento o dolor, un momento de la más patente miseria para que una amistad se consuma. Las sombras exaltan mucho mejor las luces de un cuadro."

EL DUQUE DE CAMELOT.

jueves, 18 de noviembre de 2010

LA crisis...

...a nadie deja indiferente.

(Un alegato contra Bolonia)

La filosofía no sirve para nada.


La nada no es.


La nada no es pensable.


De la nada nada sale (ni siquiera la creación).

La filosofía no sirve para nada.


Y punto. Nada más.

lunes, 15 de noviembre de 2010

Als das Kind Kind war...


El 2005 fue mi año de esplendor y ocaso poético. No escribí ni demasiadas ni muy buenas poesías, pero al menos escribía. Fue el año en que cumplí 15 años, el día 05/05/05. Mi teoría es que a las musas, que les gustan las matemáticas, les hizo gracia y me acompañaron fielmente durante un año. Después, me abandonaron. Supongo que también fue porque me hice mayor. Al menos eso siempre me decían: Los 15 como edad de "quiebre". En fin, el caso es que su paso no fue en vano y vivo de las poesías de los demás, de los poetas que leo y me regalan sus palabras.
Hace poco, volví sobre esas viejas poesías. Realmente no valen nada, me hicieron sonreír por lo ingenuas. Pero descubrí con sorpresa que llegué a escribir tres poesías en inglés, que me han hecho enorgullecerme. Esta es una de ellas. Uno de los últimos documentos de mi infancia.

To dream a dream

When I was little I used to think,
That magic lived in my mind,
That there were fairies and fantasy
And the whole world was mine.

I used to see angels in my room,
And witches flying through the sky,
I always traveled to the moon,
And wished upon the stars.

I always had a big, bright smile,
Filled with happiness to be shared
I had the most pure, deep eyes
That carried innocence everywhere.

I never worried about time,
There was no such thing for me,
Back then, everything lasted forever;
And I felt completely free.

At that time, I used to fancy,
About taking a long trip
To find every unicorn and dragon,
That I saw in all my dreams.

When I was little I had the power,
To find some magic in every tree,
In every monkey, bird or flower,
Or in the wonders of the sea.

All of these reflect my childhood,
The time when I flew without wings,
Those years where I keep great memories,
And only remember good things.

Today, they’re all fantasies about fantasies,
They’re just dreams about dreams,
But it is all about conviction,
And I know I still believe.

viernes, 12 de noviembre de 2010

Contra me


Llevo mucho tiempo fuera de Camelot. He estado en otros reinos, he conocido otras personas, y aunque lo mejor siempre es volver, porque sólo se vuelve a casa, todo regreso implica muchas despedidas y toda despedida muchas promesas. Pero cuando se es viejo, como yo, el futuro no está hecho para promesas porque ya no es apertura plena, por eso llega un momento en el que se prefiere aferrarse a lo de siempre, a lo dado, a los viejos conocidos, a la familia, a los recuerdos. Es más difícil dar cualquier paso adelante e incluso se hace más difícil amar. El primer impulso es cerrarse a lo viejo conocido y ahorrarse sufrimientos y despedidas. Ya sabéis que tengo alma de caballero y lo natural en mi son las batallas. Mi vida es una guerra conmigo mismo y aunque sé que el triunfo o la derrota sólo llegará al final, cuando muera en una de las batallas, tambien sé que desde ya tengo la victoria asegurada. Pero, mientras tanto, tengo que ir a contrapelo en esta lucha por no hacerme viejo, por no anclarme en el pasado sino acometer, sin escudo y sin espada, hacia el futuro. Abrirme, sin miedo a las despedidas o a encontrarme, de repente, con un amigo más que me llegue a fondo y al quitarme las vendas haga sangrar mis heridas. Son todo batallas que a veces cuestan sangre, pero que si no se emprenden cuestan la vida.
Si no voy a la guerra, en cualquier caso moriré. Y si he de morir, que sea en la batalla. Así, quizá, después, tras la muerte, podré gozar de la victoria.

Que la Providencia os acompañe,
EL DUQUE DE CAMELOT.


martes, 9 de noviembre de 2010

Regina Spektor


¿Cómo he podido tardar tanto tiempo? Ahora, ¡por fin!, he descubierto a Regina Spektor. Y es, sencillamente, genial. Su voz, sus canciones, sus letras y sus vídeos. Sí, hay que ver sus vídeos. Son toda una obra de arte y fotografía. Este es quizá el más sencillo, pero dadas mis condiciones actuales, no podía no ponerlo.

Esto a lo que yo llamo una artista. Con Kesha, Lady Gaga, Rihanna, etc., etc., los cantantes se han vuelto no-se-qué "fashionable", que tiene muy poco de música y mucho de "voluptuositas". De modo que pareciera que la buena música tuviera que relegarse a la clásica, o la ópera, o a la meramente instrumental, o a esa música "de antaño". No puede ser así. Aún hoy la música nos habla en lenguaje actual, fuerte y poderoso, en la calle, en lo "pop". Por suerte aún hay quien lo demuestre. Regina Spektor es otra cosa. Sabe lo que hace y lo hace con arte, con genialidad. El resultado es perfecto. Si no es porque esto de los "fans" ahora no me mola nada, pues se necesita justo lo que no tengo, a saber, tiempo y dinero, me declararía oficialmente de su club de fans. Sería una buena "causa" -como las de Facebook, llenas de un tanto de faroleo y una gran dosis de efecto placebo- para cultivar un poco más la belleza en el mundo.

sábado, 6 de noviembre de 2010

Diario del movimiento del mundo VI


El diario. ¿Dos días seguidos? Es que el mundo se mueve demasiado deprisa.

Frente a la muerte, el movimiento del mundo parece detenerse. Cualquier movimiento se hace relativo, todo lo demás da igual. Por dentro todo se ralentiza, pero en realidad el mundo exterior sigue con sus afanes y movimientos. Dan ganas de gritar: "¡Paraos! ¿No os dais cuenta? Ha pasado algo importante, ¡hay menos luz en este mundo!". Pero la gente sigue con sus afanes. El ejecutivo vuelve tarde de su trabajo, un niño llora porque no le han comprado un juguete, los mendigos cuentan y recuentan su limosna, los autobuses pitan en las calles. Y, por dentro, uno se pregunta: "¿Es que no lo notan? ¿Acaso no sienten que hace un poco más de frío?".
Hasta que pasa el tiempo y vuelve el movimiento. Los atascos y el ruido vuelven a formar parte de nosotros. Nos fundimos otra vez en el movimiento del mundo. Y sólo alguna vez, cuando nos cruzamos con el luto por la calle y reconocemos en él nuestra mirada, cuando sentimos en sus ojos aquel mismo reproche, volvemos a esa pregunta eterna: "¿Y si fuese a mí a quien se le acabara el tiempo, el movimiento?". Por suerte (?) todo vuelve a pasar y ese instante sólo dura un momento. Al final, nuestra vida pasa así, en intervalos de movimientos... y pausas. Movimientos... y pausas. Movimientos... y pausas. Y en cada pausa nace un anhelo: "Aunque me muera mañana, que la muerte no me sea repentina".

jueves, 4 de noviembre de 2010

Diario del movimiento del mundo V


La evidencia empírica puede ser aplastante: la tierra permanece estática mientras que el sol y los demás astros giran a su alrededor. El diario del movimiento del mundo está dividido en dos: el movimiento frente a la inmovilidad. Y según se mire cambian por completo las perspectivas.

El geocentrismo no es, como muchos piensan, un egocentrismo (aunque compartan las mismas letras), no es fruto de la vanidad verse como el centro del universo, alrededor del cual todo gira. Todo lo contrario. La tierra sería, en este caso, la última de las esferas celestes, la más oscura, la más pequeña. Una nimiedad. El mejor lugar para albergar todo lo imperfecto.

El heliocentrismo lo cambia todo. La tierra pasa a formar parte de un mismo movimiento armónico, perfectamente medible y hasta "cronometrable": 365 días dura nuestro viaje alrededor del sol. El universo como una maquinaria de relojería es poco, pero es mucho. El movimiento, de suyo imperfecto, hace que el universo funcione a la perfección, que inmensas moles de masa y energía no colapsen caóticamente, sino que marchen al unísono.

La tierra no es el centro, ni el extremo, ni el último cuerpo, ni el primero. Está en el sitio justo, aunque perdida en una inmensidad de la cual no conocemos límites. Un grano de arena en un desierto vastísimo. Una nimiedad, también, pero que encierra en sí la mayor grandeza. Mientras nosotros, pobres hombres, vivimos en este granito de arena, el mundo se mueve y a distancias inimaginables que no podemos concebir y que jamás llegaremos a contemplar, sigue habiendo movimiento. Galaxias enteras en formación. Más todo lo imaginable. Y aún así, el desierto entero no vale tanto como un grano de arena.

¿Es vanidad, egocentrismo, pensar que sólo en este punto ínfimo del universo existe un movimiento que no es puramente externo y mensurable? Si esto de hecho es así, más que despertar vanidad, en realidad lo que despierta es estupor, sorpresa, temor y temblor. Humildad. Somos una mota de polvo, no somos nada, pero aquel que lo es todo nos ha hecho una casa infinita especialmente para nosotros, para deleite, admiración, profesión o hobby. Como el hijo único de una familia multimillonaria al que le comprasen un océano entero para que pueda darse un baño en la orilla. Un derroche -¡y qué derroche!- para ser tan poca cosa. Es el todo al servicio de una parte. La creación inmensa puesta a nuestros pies. Nosotros, que no somos nada, inmerecidamente nos hemos hechos merecedores de todo.

sábado, 30 de octubre de 2010

I still haven't found what I'm looking for


En España dicen /udos/: casi una herejía. Wikipedia dice que se pronuncia /ju.tu/. Pero es igual. Aquí o allá, en español o en inglés, ahora y entonces (those 80's...), siguen siendo igual de buenos. Sin duda, entre los mejores. Esta: Una canción para todos los tiempos. Para todos los que nos sentimos caminantes.

lunes, 25 de octubre de 2010

Los versos más míos

La vida del lector está llena de momentos gloriosos. Es la gloria que se le roba a los autores cuando han sabido expresar con maestría lo que tú llevas años pensando, sintiendo, sin haber logrado materializarlo en palabras. Esos momentos de luz son los motores de la lectura, los mayores placeres que en ella se encuentran. Es como si aquella expresión en realidad fuese tuya, como si fuera el escritor el que te la hubiera robado: ["I felt he found my letters and read each one out loud..."]. Esos momentos, para quienes son peregrinos en busca de no-se-sabe-qué, se agradecen como el agua fría cuando se tiene sed.

Eso es lo que me ha pasado esta semana al leer esta poesía de José María Pemán. ["He sang as if he knew me in all my dark despair..."] No sé de crítica poética, pero me encanta. Es sencilla, lúcida y dice en dos estrofas lo que no he sabido decir en miles de horas. La leí... y aún le doy las gracias a Pemán. No es que solucione nada, porque no hay nada que solucionar. Es simplemente luz. Y nada como la claridad en las noches oscuras.


Señor: yo sé de la belleza

Señor: yo sé de la belleza
Tuya, porque es igual
al hueco que en mi espíritu
tiene escarbada la inquietud sin paz.

Te conozco, Señor, por lo que siento
que me sobra en deseo y en afán;
¡porque el vacío de mi descontento
tiene el tamaño de tu inmensidad!

sábado, 23 de octubre de 2010

¡Absurdo de mí!

Sentados. "Tête à tête".

—¿Alguna vez has querido hablar de algo con alguien y no encuentras con quién?
—Uh huh...
—¿Qué es el blog si no es esto? Una pretensión de diálogo (semioculto, enmascarado) con nosotros mismos, una construcción de ese otro, que es un otro-yo -un superyó-, una farsa con la que pactamos porque sin ella no podríamos vivir, porque escribir es una necesidad y no podemos no comunicarnos.
—Uh huh...
—Una búsqueda de sí mismo, un anhelo de comprensión, porque para ver hay tomar distancia y esa distancia es alteridad, diálogo, escritura...
—Uh huh...
—No es sólo una cuestión de poner en limpio un caos de pensamientos, que sí, sí, también -más aún si el sentimiento de caos es habitual- pero quizá responde más a una tradición ancestral (que se remonta a conversaciones peripatéticas) arraigada en esa necesidad tan humana de hablar de lo más profundo que se lleva dentro.
—Uh huh...
—San Agustín, un hombre sediento, también lo hacia en los Soliloquios. Y escribía porque hablar con Dios es mucho, pero necesitamos materializar todo eso en otro tipo de diálogo que sólo se da en unas pocas -¡poquísimas!- ocasiones y creo que de algún modo siempre las estamos buscando... Cuando ese momento se da, querrías que nunca se acabara.
—Uh huh...
—Pero a todos nos cuesta encontrar ese quién, ese momento, esa ocasión... Con los temas para algo distinto, porque con ellos vivimos y luchamos constantemente, se identifican con nosotros, nos hacen y deshacen. ¿Qué es el blog si no esto? Un escape. Sin valor alguno ni interés, algo casi ilegítimo. Los soliloquios deben permanecer en lo más personal, las confesiones en las iglesias o en la intimidad de una conversación.
—Uh huh...
—Y entonces, ¿por qué la blogosfera, donde aterriza cualquiera sin piedad? Bueh... Al final, todo es un constructo poco sincero, un espejo al que me asomo de cerca buscándome de algún modo y en el que sólo queda mi aliento, no mi imagen. Sólo un aliento, el vaho sobre el que después escribo.
—Uh huh...
—Psee... Como una tabla de naúfrago. En sí misma no sirve para nada y nadie, más que el náufrago, se aferraría a ella.
—*sigh* Y aunque sea una basura hay que aferrarse a algo, ¿o qué?
—Uh huh...

lunes, 18 de octubre de 2010

Dersu Uzala (1975)


Concluir el ciclo de cine de Akira Kurosawa con Dersu Uzala es lo que yo llamo cerrar con broche de oro. Es una película preciosa, que trata de una de mis temáticas favoritas: la amistad. Está rodada en la gran Rusia y fue producida por la U.R.S.S, de modo que la unión entre lo ruso y el lejano oriente es verdaderamente fascinante.
En medio de la taiga -la selva rusa- se da el encuentro de un capitán ruso y un cazador chino, de la tribu Hezhen, que vive allí, en medio de la naturaleza. (Podéis encontrar un resumen completo de la película aquí). Entre ellos se forma una amistad, a lo largo de un camino juntos -al mejor estilo de Quijote y Sancho- que está hecho de silencios antes que de palabras. Es mucho más lo que se calla que lo que se dice. La amistad se consolida en los silencios, en una compenetración de almas que no precisa de discursos. El capitán Arseniev observa, escucha y por lo general calla, y se deja fascinar por la grandeza de espíritu de un hombre sencillo, ingenuo, con un corazón que recuerda al de un niño.
Dersu, el cazador, es un solitario que nunca se siente solo. Ha estado muchos años rodeado del sol, los animales, las plantas -esas "personas", como él mismo las llama- que lo acompañan siempre en su camino. Su sensibilidad es cautivadora, por una especie de halo de inocencia y sencillez que lo cubre. Su mirada es penetrante y aguda, sabe leer en la naturaleza y escuchar sus voces, anticipando con rapidez y certeza lo que vendrá y lo que otros podrán necesitar. Tendríais que conocerlo para saber de qué hablo. Es un personaje fascinante.
Dos hombres que viven en tiempos internos distintos -el uno de mentalidad primitiva, el otro un hombre culto, capitán, geógrafo...- pero que la coincidencia de un mismo tiempo externo y un mismo lugar ha logrado sincronizar tiempos anacrónicos en una amistad.
Esto es precisamente lo que más me ha gustado de la historia, pues aunque aparentemente no pasa nada -es al espectador al que le pasan cosas- logra plasmar con belleza lo que para mí siempre ha sido la amistad: una coincidencia "imposible" entre dos o más personas, que por destino, azar, providencia, han venido a caer en un mismo tiempo y lugar -¡entre las infinitas posibilidades!- y por una especie de chispa que nunca he sabido definir, que no se sabe muy bien de dónde viene, los tiempos de cada uno se acompasan, de modo que la unión de dos tiempos, ahora iguales, adquieren pretensiones de eternidad. Por eso la amistad, de algún modo, entraña un anhelo de "para siempre".
Entre Dersu y el capitán ese acompasamiento se da lentamente, mientras recorren diferentes sitios y viven momentos sobrecogedores en paisajes verdaderamente pictóricos, como su pérdida en la estepa, enorme y glacial, donde el cazador muestra, una vez más, su ingenio y grandeza de alma. Al final, cuando Dersu muere (no revelo nada que no se sepa al minuto uno), ese anhelo de eternidad que se encierra en toda amistad no se ve truncado, sino más bien consumado. Juntos no han vivido demasiado, pero sí lo suficiente. Han sido leales, se han comprendido mutuamente, han querido que el otro fuera feliz, aunque tuviera que mediar una separación de por medio. Y es que cada vez me convenzo más de que en una verdadera amistad, la separación no debe ser prueba sino más bien confirmación de ese "para siempre" del que antes hablaba.

martes, 12 de octubre de 2010

Nacidos en Neptuno

Hoy, en España: día del Pilar; en Colombia: día de la raza o, para algunos, de la Hispanidad. Me quedo con la Virgen, así que me alegra estar aquí. Aunque mi reciente visita a la Policía (por papeles de extranjeros) me ha dejado un sinsabor que todavía permanece. Por eso "la Hispanidad" me sabe a poco, a un algo de amargura. De ahí la reflexión.


En España, Ricardo Arjona es un cantante desconocido. Al principio me sorprendió, pero ahora lo entiendo. Su temática es demasiado "latina" y sus dramas son muy humanos, muy "nuestros". Son muchas las canciones que hablan de la pobreza, la violencia, la política, lo yankee... Para mí, una de las mejores es "Mojado", donde utiliza unos símiles preciosos para hablar de una realidad que ha condenado a algunos (y en esta palabra está toda la cuestión) a ser extranjeros en su propio mundo.
La policía de extranjería, las aduanas, las embajadas son sitios que me deprimen profundamente. No sólo por mí -y la sensación de que soy un delincuente, fomentada por las laaaargas esperas propias de estos sitios que me hacen tramar crímenes perfectos- sino por lo que veo, por los demás y sus miradas tristes, que encierran una mezcla de ilusión y amargura. Allí me distancio de lo que soy, de mi gente y mi "drama compartido", porque sé que mi posición es ventajosa frente a la de la mayoría, pues lo que para mí es casi un lujo para otros tantos es necesidad, exilio, huida, la búsqueda de una vida mejor, que mucho tiene de dudosa.
Hay muchas cosas al respecto que me enfadan y que nunca podré entender. El color de piel importa menos que el de un pasaporte y mientras que unos cuantos se pasean por el mundo entero sin problemas, como si de su patio se tratase, otros muchos tienen que justificar cada paso, hacer colas, gastar dinero y muchas veces verse humillados.
También me enfada que en estos asuntos no quepa "ser pobre, pero honrado", sino que todo se mueve por los hilos del dinero. "¡Bienvenido a nuestro país Tío Rico (o Gilito)! No nos importa si vienes a hacer de nuestra sociedad un sitio un poco peor". Basta con demostrar unos buenos ingresos para que no haya problemas, mientras que a tantos les cierran las puertas sus ingresos medios, nada extraordinarios, aunque sean genios y santos.
No sé, es un tema inconcluso, que aún no entiendo, al fin y al cabo, como diría Arjona:

Si la visa universal se extiende
el día en que nacemos
y caduca en la muerte.
¿Por qué te persiguen mojado,
si el cónsul de los cielos
ya te dio permiso?

martes, 5 de octubre de 2010

Nicolás Gómez Dávila

No sé quién me habló de él por primera vez, pero EGM me hizo interesarme por él y "El peso de la palabra" me lo ha dado -en parte- a conocer. Lo que sí sé es que cada vez más gente escribe sobre sus Escolios, más gente se ve capturada por su agudeza e ironía y son más y más los que buscan adentrarse en un pensamiento compuesto por pequeños fragmentos, o como él mismo diría “una composición pointilliste”. Sus aforismos están llenos de lucidez y sugerencias y, en el mejor de los casos, de buen humor; muchos son pequeños instantes de gloria, dardos que dan en el blanco. Es lo que trae consigo escribir de modo aforístico y el colombiano sabe jugar con cierta ambigüedad a su favor. Esta ambigüedad, que permite que todo aquel que se acerque a sus escolios saque de ellos lo que quiera, es lo a veces me genera algunas dudas, aunque no cuestiono su genio y su visión diáfana e ilustrativa, que abre nuevos horizontes al entendimiento. Por lo poco que he leído de Gómez Dávila, esto es lo que más me gusta: la reflexión que sus escolios suscitan. Para profundizar en su filosofía y su pensamiento en general, sus ingentes lecturas, su visión política, etc., son cada vez más los que se interesan por él. No es ese mi propósito; lo que haré será desdoblarlo, desarticularlo, quedarme en los “toques cromáticos de la composición”, sin tratar de vislumbrar el todo “pointilliste”. Mejor dicho, tomar sus aforismos como trampolín o excusa para el pensamiento, sin pretensión de fidelidad al autor. Creo que Gómez Dávila me lo perdonaría, pues él mismo dice: “las frases son piedrecillas que el escritor arroja en el alma del lector. El diámetro de las ondas concéntricas que desplazan depende de las dimensiones del estanque” (Escolios I, 26). Y ese estanque, que somos nosotros, necesita un movimiento continuo para que albergue vida y no podredumbre; necesita del oxígeno puro que exige el pensar, que fluyan como en un río las ideas.

Aquí, algunas de esas piedras:

—La libertad no es fin, sino medio. Quien la toma por fin no sabe qué hacer cuando la obtiene.

— Las perfecciones de quien amamos no son ficciones del amor. Amar es, al contrario, el privilegio de advertir una perfección invisible a otros ojos.

— No logrando realizar lo que anhela, el “progreso” bautiza anhelo lo que realiza.

— Tan imbécil es el hombre serio como la inteligencia que no lo es.

— La literatura toda es contemporánea para el lector que sabe leer.

— Escribir sería fácil si la misma frase no pareciera alternativamente, según el día y la hora, mediocre y excelente.

— La personalidad, en nuestro tiempo, es la suma de lo que impresiona al tonto.

— El máximo error moderno no es anunciar que Dios murió, sino creer que el diablo ha muerto.

— El estado moderno fabrica las opiniones que recoge después respetuosamente con el nombre de opinión pública.

— Ningún ser merece nuestro interés más de un instante, o menos de una vida.

— Mientras mayor sea la importancia de una actividad intelectual, más ridícula es la pretensión de avalar la competencia del que la ejerce. Un diploma de dentista es respetable, pero uno de filósofo es grotesco.

— El que se cree original sólo es ignorante.

— Nadar contra la corriente no es necedad si las aguas corren hacia cataratas.

— Las ideas se remozan con los años y sólo las más antiguas llegan a una juventud inmortal.

— Pocos reparan en la única diversión que no hastía: tratar de ser año tras año un poco menos ignorante, un poco menos bruto, un poco menos vil.

— Cuidémonos de llamar “aceptar la vida” aceptar sin resistencia lo que degrada.

jueves, 23 de septiembre de 2010

Brainstorming

Frente a la expresión castellana "tormenta de ideas", prefiero la más breve e ilustrativa "brainstroming", donde la fuerza no viene tanto de las ideas como resultado, sino del pensamiento mismo. Me viene a la cabeza la imagen, un tanto mecanicista, del cerebro puesto en movimiento, generando chispas y energía, sin más producto que su actividad misma.
Este es mi "brainstorming", del que no salen ideas claras, ni hiladas, pero como todo comienza por una idea, espero que esto sea algo así como un comienzo que tiene raíces en unos cuantos años atrás.

Una revolución cuya única arma es el pensamiento. Promovida por jóvenes y para jóvenes -con espíritu joven-, bajo la luz de la tradición y la guía de cabezas canas. Entraña: universitaria. Un poco de "Beer and Bible", de la mano de Chesterton. "El pub de Chesterton", lo llamaría DTR. Una cadena mundial de amigos que quieran influir. Sin conciencia de grupo, pero unidos por un compromiso con el mundo, por el estudio y su propio "brainstorming". Pluralidad y rigor. Ante todo, amistad. Formarse para formar. Amor por el mundo, la cultura, las letras, las ciencias, el arte. Descubrir la belleza y enseñarla. Hablar claro, con convicción y argumentos. Criticar lo que está mal, fomentar lo bueno. Think tanks cuyo tank es la calle, el follón. Filósofos, juristas, biólogos, poetas, artistas, médicos, economistas, periodistas. Saber comunicar. Profundidad y sencillez. Con humildad. Apelar a los grandes, las cumbres, los líderes, pero ayudando a "los pequeños". Los pies en la tierra y la cabeza en el cielo. Influir. Crear cultura.
Una revolución verdadera, porque sólo así será una verdadera revolución, que no necesita de camisetas rojas ni martillos. Una revolución que dé esperanza. Sí, así, afirmativa.

We want you for our army.

Ya sabéis dónde encontrarme.

jueves, 9 de septiembre de 2010

Ante los ojos, la muerte



La muerte es un tema obligado. Un parón necesario. Un pensamiento recurrente. Lo único irremediable. Un tópico al que se vuelve una y otra vez, porque todos vamos a dar a esa mar, que es el morir. Para los filósofos y los poetas, la muerte lo es casi todo; la vértebra de su quehacer mismo.

"Ubi sunt?" ("¿Dónde están?") es una de las grandes preguntas de la literatura, una pregunta que se encara con la muerte e interpela su acción. Sin embargo, más quebuscar una respuesta es el lamento por aquellas cosas que pasan, las personas que mueren, el paso inexorable del tiempo ante el cual todos estamos inermes. Frente al "Ubi sunt" todo se presenta como vanidad de vanidades, porque se experimenta cómo toda gloria humana es pasajera, cómo al final todo se iguala, cómo todos desembocamos en la misma corriente. Sin esta pregunta no puede haber arte, que siempre surge como un remedio ante la muerte, como un ansia de eternidad, de capturar lo permanente en la fugacidad, de inmortalizar e inmortalizarse. Una vez escuché decir que el oficio de escritor sirve para distraerse de la muerte. Al final es lo mismo: para distraerse, para enfrentarla, lo importante es que siempre, en el fondo, late la presencia de la muerte que ronda a algunas sensibilidades de modo especial.

En la Filosofía la pregunta por la muerte es aún más radical. Platón lo decía en el Fedón: la Filosofía no es otra cosa que la preparación para la muerte. No podría estar más de acuerdo con él. Quizá por eso la muerte siempre está ante mis ojos, ante nuestros ojos -o al menos siempre debería estarlo- mirándonos, no como una amenaza, sino como un recordatorio de que aquí no estamos más que de paso, como una luz que nos permite verlo todo en su justa medida y nos invita a vivirlo todo con intensidad, exprimiendo en el tiempo la eternidad.
La Filosofía nos acerca a la muerte, a esa pregunta radical que es el para qué vivimos, la pregunta por el sentido. Y es que la muerte no es el final, sino más bien es un punto de partida que ilumina todo el resto del caminar. Frente a la certeza de que moriremos, encontramos en nosotros un ansia de eternidad que no se resuelve en encontrar la panacea universal que nos alargue la vida indefinidamente, pues aunque todos tememos -más o menos- a la muerte, nadie querría vivir aquí eternamente. Somos conscientes de los sufrimientos y las limitaciones, y llega un momento en el que la muerte es un consuelo, "no hay mal que dure cien años ni cuerpo que lo resista". Se presenta entonces la paradoja: tenemos hambres de eternidad pero no queremos vivir eternamente en estas circunstancias. Tenemos sed pero el agua que tenemos no nos puede saciar. Ahí se abre entonces la esperanza, ay, la gran esperanza (¡qué tema!), de lo que viene más allá, de esa vida que es más que vida. Según Platón, toda esta vida terrenal es un ejercitarse para lo que allí viviremos; una preparación para que cuando lleguemos allí, esa vida no nos sea extraña, sino que nos encontremos con lo que ya estamos familiarizados. Para que seamos en plenitud lo que antes sólo éramos en germen. Por esto Sócrates, en el diálogo platónico, enfrenta su muerte con serenidad y valentía, reconfortando a los demás, consciente de que la vida futura le depará mayores bienes. El filósofo está en una búsqueda constante que parece jamás saciarse, que quizá por sí misma es insaciable, y la certeza de Platón es que sólo la muerte podrá darle al filósofo la sabiduría que busca. El filósofo anhela conocer la verdad, ¿y dónde conocerla mejor que conociendo la Verdad misma?

De cualquier modo mi vocación está marcada por la muerte. Por la filosofía, porque estoy estudiando para tener un buen morir; por las artes y las letras, porque está en el centro mismo de su ejercicio. Miramos a la muerte porque es ella la que nos mira primero. Y todos lo sabemos. "Para todos tiene la muerte una mirada", decía el poeta Cesar Paese.

Sólo el amor, puede igualar, aún más, superar a la muerte como el GRAN tema. Allí donde la muerte se presenta como límite, el amor aparece como respuesta. Lo único que jamás desaparecerá, que ni la muerte puede llevarse. Quizá por eso la Filosofía, etimológicamente y más, es ante todo un tipo de amor. Pero eso ya es otro tema. La sabiduría bíblica ya lo decía en una expresión que ha tenido gran acogida entre los literatos: "...porque el amor es tan fuerte como la muerte" (El Cantar de los Cantares 8, 6).

miércoles, 1 de septiembre de 2010

Un nombre


Oficialmente: fin del verano. Recomienzan las clases. Nunca antes había vivido un verano tan largo, ni tan intenso. ¿Lo mejor? Haber conocido a gente muy distinta. Qué viva Croacia, República Checa y Eslovaquia. Aún no he estado en estos países, pero ya iré. Cada vez Europa del Este me parece más interesante, todo un mundo apasionante y apasionado por descubrir.

Lo mejor de todo es que mientras más a gusto estoy en España, mientras me abro más a otros países, mientras más quiero viajar, más me reafirmo en mi patria. En el fondo, los árboles grandes y altos precisan unas raíces más grandes, más profundas, más fuertes. Cada vez vamos perdiendo más la memoria y la antes famosa pregunta: "¿De dónde vengo?" ha perdido significado. Eso decía una publicidad de GAPs en Pamplona que buscando la integración de los inmigrantes decía: "No importa de dónde vienes sino a dónde vas". No estoy de acuerdo. Para ser grandes hay que tener raíces fuertes.

Me he acordado de ti, de tus tierras, tus delicias.
Esos rinconcones llenos de mi y de mi gente, tan nuestra.
¿Dónde estás ahora que no te tengo cerca?
España, vieja y madre, también me habla de ti y
Lejos, aún en la distancia, escucho tu nombre.
Los ecos de mi infancia golpean mi presente
Insinúandome al oído que recuerde lo que soy:
"No te olvides de tu tierra, donde todo comenzó".

viernes, 13 de agosto de 2010

Poesía infantil

Nada como recordar la infancia. Hace poco he recordado un poeta que descubrí en la Biblioteca de inglés de mi colegio, hace ya unos cuantos años. Se llama Shel Silverstein y tiene un don maravilloso de escribir poesías con una rima tan medida e ingenua, que resultan de una musicalidad perfecta para contar historias a los niños pequeños. La suya es una poesía infantil, que suele venir acompañada de dibujos que no sólo ilustran sino que completan y concluyen el poema. Una poesía, muchas veces narrativa, para sonreír, para volver a ser niños y recuperar esa inocencia. Y es que en el fondo, lo reconozco, siempre he envidiado a los escritores infantiles. No es fácil, una vez se es "grande", ser capaz de escribir cosas sencillas y profundas que no sólo diviertan a los niños, sino que también les diga algo a cualquiera que se acerque a ellas. Además pienso que la literatura infantil tiene que tener una dosis educativa, no digo moralizante, sino que su fin ha de ser dejar algo en los pequeños. Cuando aún se es niño y no se sabe apreciar el valor de una obra de arte en sí misma, el cuento, la poesía o lo que sea, tiene que lograr ese equilibrio de ser bueno (en sí mismo) y ser bueno para el niño, como buena es la salud. Y si eso se logra, ¡cuánto bien se puede hacer por la niñez, por la sociedad! Nuestra cultura, creo, tiene mucho que ver con los cuentos que se nos cuenta de niños. Al fin y al cabo, todos hemos crecido más o menos con las mismas historias. Sabemos lo que es la obediencia por Caperucita y las eternas barreras sociales por Cenicienta. Ahí está todo, también los tópicos que nos rigen, la sabiduría de los refranes y, por qué no, hasta la ley natural. Por muy mal que pensemos, siempre queremos enseñarle cosas "rectas" a nuestros hijos.
En fin, todo esto era en realidad para decir que si algún día os topáis con "Where the sidewalk ends" o "The giving tree", que al menos son los que conozco de Silverstein, no paséis de largo. Son realmente unas joyas para recordar lo que es ser niños, para divertirse, para descubrir cosas nuevas, y con un poco de colmillo y "filosofía", para pensar un rato.

domingo, 1 de agosto de 2010

Crossroads


A los Restrepo

Nuestras vidas son caminos cruzados. Ríos en los que se encuentran muchas aguas. Vientos que chocan con otros y repentinamente cambian de dirección. Nuestra historia está hecha de encuentros y desencuentros, y muchas veces me sorprende –a veces me atemoriza– pensar cómo nuestra vida puede cambiar completamente por algo tan peregrino como el destino, la suerte, el azar o una mera coincidencia.
Estoy segura de que todos lo hemos pensado al menos una vez. Una persona que se salva de un accidente por haber tardado un minuto más al salir de casa y llegar a la estación de autobuses. Una historia de amor que comienza por la sincronía de dos relojes –únicos– que puso a dos personas en el lugar y el momento preciso. Una vida que cambia porque un completo desconocido le propinó una sonrisa en medio de la calle, mientras ella sufría. Una vocación artística que comienza a raíz de una enfermedad. Una muerte no perdonada por un segundo. Es el ritmo de la vida, el latir de la muerte.

Hoy, más que en los sucesos, pienso en las personas. La contingencia de un año de nacimiento que nos hace conocer a nuestros primeros amigos. La persona menos esperada que nos da el consejo oportuno que cambia nuestras vidas. La marea del mundo que trae hasta Pamplona gente de tantos sitios, que une en una misma clase gente que no tendría por qué estar allí. Tantas personas que pasan por nuestras vidas dejando su huella y después desaparecen, para hacer lo mismo con otros tantos. Esos. Los otros. Los que pasan dejando mucho de sí y llevándose un poco de nosotros. ¿Por qué este y no otro?

Eso que algunos llaman coincidencias afortunadísimas, yo lo llamo Providencia. Y qué consuelo. No sé si es frívolo decirlo, pero sólo por esa certeza valdría la pena creer en Dios. Otra explicación sería demasiado inverosímil. Dios no juega a los dados. A mi madre le gustaba la imagen de que Dios juega más bien al ajedrez, y así, providencialmente, en medio de un juego pensadísimo encuentra sus delicias en los caminos cruzados de las vidas de los hombres, sus hombres.

jueves, 22 de julio de 2010

Por qué ver las películas en versión original. Un apunte sobre la sutileza


En España, por tradición (entre otras razones que ya se verán), se doblan absolutamente todas las películas, no sólo las infantiles como sucede en la mayoría de los países. Si bien es cierto que tienen el mejor doblaje del mundo, y esto es algo de lo que se sienten muy orgullosos, incluso una película bien doblada pierde mucho de su belleza primitiva, de su fondo, y nunca llega a ser tan buena como cuando se ve en V.O. No me refiero aquí únicamente a las películas en inglés, que son la mayoría de las comerciales y el único idioma “plus” que hablo, sino a todas, porque ver una película en V.O. es mucho más que leer un libro en el idioma en que fue escrito. Si se tiene conocimiento del idioma original de la película, verla en V.O. es casi una obligación, pues en ese caso se podrán apreciar muchos más matices, juegos lingüísticos, expresiones propias e intraducibles de la lengua que hacen que los personajes sean quienes son. La unidad entre el modo en que utilizamos nuestra lengua materna o cualquier otra lengua que hablemos y lo que somos, nuestra personalidad, es tan estrecha que poder captar esas sutilezas en una película nos da un panorama mucho más profundo acerca de la mentalidad de los personajes y nos permite entender mejor sus acciones, sus pensamientos, sus móviles. El arte cinematográfico es sumamente rico, pues incluye fotografía, música, movimientos de cámara, interpretación, etc., pero todo está ordenado a una misma cosa: contar una historia. Una historia que siempre se define por los personajes que la constituyen. Si los personajes están bien logrados, el resultado será una buena historia, por banal que parezca. Entender bien los personajes, hacerse cargo de ellos, es fundamental. Por eso si se sabe, así sea un poco, de la lengua original, no hay excusa para verla doblada, pues en todo caso siempre están los subtítulos para aclarar lo que no se entienda. Y, dicho sea sólo de paso, ver películas es un método excelente para aprender un idioma, y aprenderlo vivencialmente (eso que tanto nos gusta).

Ahora bien, retomando la argumentación inicial, las V.O. no están hechas sólo para quien entiende el idioma en que están hechas. Es más, casi me atrevería a decir que no saber un idioma es una razón extra para verla en V.O (con subtítulos, por supuesto), pues eso significa que estamos mucho menos familiarizados con esa civilización y para poder entender mejor la película tenemos que empaparnos un poco de la cultura donde se desarrolla la historia, de la cultura que son los personajes en sí. Eso se logra en parte con el componente visual, pero las entonaciones, cadencias, el sonido mismo de la lengua que nos dice algo, que tiene una armonía musical, rítmica, también nos brindan elementos inagotables de la cultura. Ver una película japonesa, por ejemplo, doblada es casi un insulto a la cultura y ante todo una gran pérdida, también intelectual. Los sonidos tan propios de las lenguas orientales nada tienen que ver los de la lengua española. Ya lo he dicho: pensamiento y lenguaje están íntimamente entrelazados, y el problema del doblaje está en pensar que los personajes, japoneses en este caso, hablan como hablaría un español. No somos tontos, lo sé, y sabemos que en realidad es un doblaje, pero la fuerza audiovisual es tan fuerte que nos cuesta distanciarnos y captar las miles de sutilezas que hay en los modos de hablar. Es una cuestión de apertura, de aceptar lo extraño, lo que no comprendemos exhaustivamente. Cerrarse sólo a la propia lengua, al sonsonete familiar, a los doblajes atiborrados de los giros más exclusivamente españoles es algo un poco palurdo, no querer salir de la propia aldea.

Por otro lado, hay que tener en cuenta que la actuación es más que los gestos y movimientos, pues precisamente la parte más complicada está en cómo interpretar el guión, cómo decir lo que se tiene que decir. Volvemos al tema de las entonaciones, la conjunción entre voz y cuerpo, el sentimiento que se pone en las palabras. Por eso me sorprende cuando después de ver una película doblada, la gente comenta lo bien qué actúa tal actor, cuando en realidad se le ha mutilado más de la mitad de su trabajo. Si hablamos de películas de calidad, hemos de tener en cuenta que cada modo de decir está perfectamente pensado por el actor (que originalmente suele tener un muy buen registro de voz), el director, el guionista, y la inmensa mayoría de las ocasiones el doblaje no puede hacerse cargo de todas esas pequeñas cosas que tenía en mente toda la producción. Esto es mucho más importante en las películas animadas y en los musicales, donde los creadores cuidan con especial esmero el audio de las producciones. No digo que en los doblajes no se cuide, sólo que una niñera no podrá cuidar tan bien a un niño como lo haría su madre. Doblar es casi una delicada y sutil usurpación de una cultura, unos actores, unos personajes, una historia.
Entiendo que para quienes no están acostumbrados a ver una película con subtítulos puede ser difícil en un primer momento adquirir es simplísimo acto de leer, escuchar y ver a la vez la película sin perderse nada. Porque se puede, aunque haya quienes no lo crean, hasta el punto de terminar de verla sin darse cuenta de que estaba subtitulada. Es cuestión de costumbre, de ver unas pocas películas así, pues realmente no es tan difícil. Muchas personas me han dicho que el cine es un momento de esparcimiento y no hay que añadir dificultades que nos obliguen a esforzarnos un poco más o, quizá, ¡a pensar! En el fondo, reconozcámoslo, la cerrazón a ver las películas dobladas es una cuestión de pereza intelectual, un ramalazo más de esa enfermedad que es la pasividad: preferir que todo nos lo den masticado, encender el televisor para que nos hable sin pensar en lo que nos dice, que hagan todo por nosotros. E hija de la pasividad: la torpeza. Hace falta la actividad, la actividad en grado sumo, eso que algunos llaman la contemplación para captar la finura del mundo que nos rodea y captar que las mejores cosas de la vida son sutilezas, que no se captan con el genio sino con el ingenio.

martes, 13 de julio de 2010

Diario del movimiento del mundo IV


Movimientos hay muchos. Y en este mundo nos gustan los rápidos, la velocidad, lo que vemos. Lo reconozco: son mucho más divertidos. Pero este verano he descubierto la espeleología y los secretos que se esconden bajo la roca caliza: uno de ellos es el movimiento. Miles de años pueden llevar para la formación de una cueva, años de un constante movimiento lento y persistente. Insidioso. Millones de pequeñas gotas de agua que penetran la roca y se hacen espacio hasta dejar abiertas las galerías por donde se puede pasar. Y después, el movimiento inverso: la destrucción. Una destrucción que no es como la imaginamos, sino que es también lenta e inapreciable. Dicen que todo el proceso lleva ¡un millón de años!
Lo importante del movimiento no es la velocidad, sino el movimiento mismo. Que nunca se detenga, que siempre esté en acción. Ese es el secreto que se esconde en los arcanos mundos subterráneos y en los igualmente desconocidos mundo supralunares: miles de movimientos que nunca cesan, que nunca dicen basta. Al final, la perseverancia siempre es agradecida y surgen las cuevas (que acabo de descubrir que pueden ser preciosas), los eclipses, los bosques. Y, vale, también lo reconozco, quizá alguno que otro terremoto.

viernes, 9 de julio de 2010

La paradoja de la felicidad


Como respuesta a uno de los comentarios de la entrada sobre las paradojas del Cristianismo, quería desarrollar un poco más una de ellas: "Para ser feliz hay que proponerse no serlo". Y es que ya sabía que podía entenderse mal. Lo que pasa es que la felicidad, al ser el fin al que todos tendemos, es un fin complejo, difícil de clasificar. Peculiar. Es algo que uno no puede proponerse, porque en cuanto se formula como propósito, se nubla.

Sin embargo, "proponerse no ser feliz" no equivale a "proponerse ser un miserable" o que Dios en realidad quiera que no seamos felices. Todo lo contrario. Si Dios quiere que todos nos salvemos y salvación no es otra cosa que la felicidad en plenitud, entonces quiere que seamos realmente felices, plenamente, aún aquí en la tierra. No obstante, la felicidad, que es un fin en sí mismo, no puede buscarse en directo, sino que es más bien la consecuencia de una serie, cuasi infinita, de pequeñas elecciones que -¡he ahí la paradoja!- nos hacen más felices cuanto más indirectamente apunten a la propia felicidad. Si no, se confunde fácilmente con el placer, y por ahí comienza el camino de perdición de muchas personas.

La felicidad se alcanza cuando no se busca, al menos cuando no se busca como tal, así en abstracto. La felicidad. Con sólo mentarla parece ser una fantasía, algo que se nos escapa de las manos. Por eso, cuando se piensa en "mi felicidad", "mi felicidad", "dónde está mi felicidad", nos volvemos fácilmente unos egoístas, pues parece que nunca la tenemos por completo... y así comienza la búsqueda del pote de oro detrás del arco iris. Podemos estar siempre buscando un imposible, ciegos, como el galgo persiguiendo con afán el conejo que nunca alcanzará. "Nacemos de la sed...", decía un poeta español que conocí en Medellín, y esa es nuestra condición. La insaciabilidad hace parte de nuestras vidas y la felicidad no es un bote que hay que rellenar. La felicidad es más un don que un objetivo, algo de lo que libremente debemos desprendernos para después dejarnos sorprender. Por eso, quizá ahora se entienda mejor, "para ser feliz hay que proponerse no serlo", hay que olvidarse de sí mismo y empeñarse en que los demás sean felices. Y recordar que en la tierra sólo tenemos pequeñas dosis del gozo pleno, que la felicidad no depende en exclusiva de nuestras propias fuerzas y que no tiene nada que ver con lo placentero, ni con el dinero, ni el poder, ni nada que pueda desaparecer o cambiar o que pese demasiado. Por eso Bías de Priene, que era un sabio y probablemente un hombre feliz, podía decir sin dudarlo "todo lo que tengo lo llevo conmigo" (para los latinos, "omnia mea mecum porto"). ¡!

viernes, 2 de julio de 2010

Cuando sea grande quiero ser... niño


Nunca he sabido muy bien qué responder a la pregunta: ¿Qué quieres ser cuando seas grande? Ahora, en cambio, lo veo con claridad: Cuando sea grande quiero ser niño, ser cada vez más joven. ¡Y es que hay tanto que aprender de los niños!

Esta semana he conocido Asunta, una niña de nueve años que hablaba como si tuviese mi edad y con esa gravedad que a veces tienen los niños y que resulta aplastante. Es de Bilbao y cuando sea grande quiere ser inventora. Lo tiene clarísimo. Ya ha hecho sus primeros inventos, "casi todos con papel y cartón". Sin embargo, esta semana ha hecho su primer invento "de verdad": una tirolina en pequeño. Asunta va en serio, ya tiene sus propias normas y su código ético para cuando sea una inventora "de verdad".
–Tengo unas normas para mis inventos. La primera es que sólo puedo utilizarlos cuando esté sola, pues mientras los usen los demás debo trabajar y cuidar de que todo marche bien y los disfruten.
–Qué bien, ¿no?– Le digo yo, un poco torpe, aún impresionada de todo lo que me iba contando.
–Sí, también tengo otra que es un poco más complicada. Yo lo digo así: "Más vale uno con valor que cientos a estribor".
–A ver, explícame.
–Sí, a estribor, que no sirvan para nada, que sean sin más. Más vale uno con valor... como los besos.

Silencio. No supe qué decir. Creo que me empecé a sentir un poco idiota. En una niña de nueve años está la sabiduría que a muchos se nos oculta. Sobre todo ahora, que la gente está creciendo en un mondo hipersensible, en el que las manifestaciones de cariño cada vez son más banales y exageradas, Asunta tendría mucho que decir. Y todos nosotros, mucho que aprender.

sábado, 26 de junio de 2010

En medio de la paradoja: Dios


La fiesta de los santos se celebra el día de su muerte, pero en la Iglesia lo llamamos dies natalis. Es sólo una de las muchas paradojas que constituyen el Cristianismo.
  • El Espíritu Santo es fuego (Pentecostés) y agua (Bautismo).

  • Para Vivir hay que morir.

  • La puerta a la Casa más grande, la Patria verdadera, es estrecha.

  • Para ser feliz hay que proponerse no serlo.

  • En la pobreza se consigue la mayo de las herencias.

  • La más alta sabiduría la alcanzan los ignorantes.

  • Para brillar hay que quemarse.

  • Como respuesta al odio: Amor.
  • Etc, etc, etc...
Y es que Dios es tan grande que sólo cabe en la paradoja, sólo entre dos puntos radicalmente extremos hay "espacio" suficiente para Dios. Por eso la lógica de Dios no es la lógica humana y los santos han sido locos ante los ojos del mundo. ¡Locos de atar! Y aún hoy hay quienes se escandalizan.

En medio de la paradoja: Dios (y con un poco de locura: yo, como todos los hombres, paradoja andante).

lunes, 21 de junio de 2010

La tentación Bartleby



Esta es quizá una de las entradas más importantes del blog. Llevo mucho tiempo pensando en ella; pensándola en general, no escribiéndola. De hecho, tengo el título desde antes de abrir el blog y al abrirlo pensé que esta sería la primera entrada. Sin embargo no fue así, y ha tenido que pasar casi un año antes de que viera la luz. Esta es la justificación del blog, una confesión personalísima y una especie de arte poética. En cierta medida es una necesidad, algo que tenía que hacer tarde o temprano. La explicación de por qué muchas veces me he hecho llamar Bartleby
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Hay una especie de tentación que me acecha constantemente, siempre que quiero escribir algo o cuando nace en mí alguna ambición literaria. La he llamado "la tentación Bartleby", siguiendo un libro de Vila-Matas, "Bartleby y compañía", que toma el personaje de Melville, "Bartleby, el escribiente"[1], y hace un "estudio" de los bartlebys de nuestra época: esos escritores que, de repente, sin explicación lógica alguna, decidieron dejar de escribir, simplemente porque preferían no hacerlo más. Esa tentación es la de no escribir más: cerrar el blog; no pretender una mentira: creer que puedo aportar algo, que a alguien le interesa lo que tengo que decir, cuando muchas veces ni siquiera sé qué es eso; dejar de jugar al poeta.

Hay quien escribe para informar, o para transmitir unas ideas políticas, religiosas, etc., para conservar su memoria, para hablar con quienes están lejos o como un exquisito hobby. Yo no escribo por nada de esto, aunque muchas veces estas cosas estén involucradas. Me mueve una especie de afán poético, que aún no termina de cristalizar, que por ahora no es más que una quimera. Escribo para aclararme, para pensar un poco más y en cierto sentido llevarme al extremo. Lo hago más por necesidad que por gusto, porque hay cosas que me queman por dentro y que claman por salir. No lo hago por simple gusto, porque cuesta, porque las cosas no salen ya hechas y mis expresiones suelen parecerme desafortunadas, porque al escribir me expongo demasiado -ante mí misma y ante los demás- y dejo que sangren las heridas. Por eso no es de extrañar que con cierta frecuencia algo me diga que deje de escribir o que lo haga simplemente como un instrumento de comunicación, como una técnica necesaria en la vida. Al fin y al cabo, dice ese algo, al que llamaremos Bartleby (aunque Bartleby en realidad soy yo), "prefirirías no hacerlo", "se te facilitaría la vida y podrías ocuparte de otras cosas, pensar menos en ti misma y dedicarte más a los demás". Es una tentación insidiosa, nada ingenua. No es sin más algo que invita a tirarlo todo por la borda, sino que me llama a vivir con los pies en la realidad: dejar a un lado vanidades, sueños inútiles que anhelan poseer un talento que siempre está en los demás y nunca en uno mismo, y empeñarme por vivir al máximo el presente, con lo que tengo, lo que hay. Dejar de perder el tiempo, dándole vuelta a ideas abstractas que no sirven para nada, hasta darles por fin algún tipo de articulación. Es, quizá, un camino fácil: cortarlo todo de raíz, pero no por eso resulta una tontería. A veces, pienso que en realidad puede ser el camino decisivo. No hablo en términos generales, ni formulo una ley universal. La tentación es mía y así es como me interpela, como merodea en mi imaginación.

Siempre he pensado que un artista no puede callarse, que su deber es hablar, pintar, cantar, lo que sea. Es cuestión de justicia y agradecimiento: no se pueden enterrar los talentos. Sin embargo, cuando el talento no es evidente, ni como algo ya dado, ni como fruto del trabajo, callar no deja de ser una opción. No se puede dejar de soñar, pero tampoco se puede vivir en sueños. La realidad supera siempre la ficción.

Y sin embargo, aquí sigo, a pesar de mí misma: escribiendo, así sea con poca frecuencia, en el blog. No quiero adoptar un postura victimista, tampoco puedo decir que esto me cueste la vida, pero sí supone siempre una lucha. Llamémoslo, sin más, una escaramuza.

Escribo porque creo que las palabras encierran una belleza que merece ser descubierta, aunque muchas veces yo no la vea; porque, haciéndolo, combato contra mi vanidad, que se manifiesta en el aislamento, la seguridad de no exponerme y guardarme las cosas para mí, aunque muchas veces parezca que lo hago por todo lo contrario; porque a pesar de mi vulgar normalidad, que tiene muy poco de genio, creo que escribiendo así, tal como soy, sin premios ni publicaciones, podré llegar a alguien, invitar al pensamiento, a la contemplación, al amor por las cosas inútiles. En definitiva, escribo por una acto de fe. Porque creo en lo que no veo y porque en medio de esta ceguera espero encontrar en las letras la lucidez -que no el lucimiento- que estoy buscando.


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[1] "Bartleby, el escribiente" es un excelente libro de Herman Melville. Un relato o novela corta que se adentra en las profundidades del alma humana y los absurdos contempóraneos. Es un libro que no puede dejar a nadie indiferente. Cuenta la historia de un hombre tímido y solitario que es contratado como escribiente en una oficina de Wall Street. Es un buen trabajador, pero un día, cuando su jefe le pide que haga algo, Bartleby, sin altanería y con sencillez, le responde: "Preferiría no hacerlo". La misma escena se prolonga durante los días siguientes, en los cuales Bartleby contesta siempre a cualquier petición, por fácil o insignificante que sea, "preferiría no hacerlo" y con toda naturalidad continúa con sus cosas. El final no lo contaré. Hay que leerlo para atisbar desde lejos lo que guarda en su alma este escribiente.