jueves, 25 de noviembre de 2010

Santa Catalina de Alejandría, patrona de los filósofos


Los filósofos, como los biólogos, también tenemos patrón. En nuestro caso, patrona, y aunque es mucho menos popular (he de reconocer que me he enterado hoy de su existencia), no por eso nos es menos necesaria. Todo lo contrario, después de tantos intentos por separar fe y razón, ejemplos como el de santa Catalina de Alejandría, cuya fiesta celebramos hoy, nos son especialmente necesarios. Y precisamente el hecho de que todas las ciencias humanas tengan un patrono, un santo que ha gozado de gran sabiduría humana en su oficio y de la más alta sabiduría divina, es muestra de que fe y razón no pueden desgarrarse. Por esto los filósofos, amantes de la sabiduría, no pueden dar la espalda a eso que les proporciona la fe, que es también sabiduría y sabiduría cierta.
Además, si la filosofía es más una cuestión de amor que de conocimiento, al menos etimológicamente, la fe nos da a conocer el objeto más amable, el único en el que puede descansar un corazón inquieto, como decía san Agustín; en definitiva, el fin último de la Filosofía.
Hoy, nos encomendamos a santa Catalina, para que nunca perdamos de vista el camino y para que, sobre todo, cultivemos la Filosofía con toda la fuerza, el rigor y la vitalidad que exige la sabiduría. Y pedirle todo esto es, en el fondo, pedirle humildad, esa virtud que para nadie es tan necesaria como para los filósofos y científicos, porque corremos el riesgo de gastar todos nuestros empeños en querer conocer la verdad, enriquecernos con conocimientos y lograr estar entre los sabios y entendidos de este mundo, olvidando lo más importante. Mi madre siempre me lo decía: Nos pasamos la vida cultivándonos para un mundo caduco, mientras que le dedicamos muy poco tiempo a aquello que será la eternidad. Lo que los patronos nos vienen a decir es que una cosa puede llevar a la otra y que mediante el estudio a fondo de una ciencia estamos comprando tiempo divino, estamos alcanzando esa verdadera sabiduría que no sólo nos hará sabios sino también felices.
¡¡FELIZ DÍA!!

martes, 23 de noviembre de 2010

De amicitia



Me he encontrado con este manuscrito de hace ya muchos años. Pertenece a uno de mis diarios de juventud. Es parte de una reflexión, tras un instante en que vi cómo el rey, que por entonces sólo era mi amigo, perdió sus papeles y tocó fondo. Aquí os lo dejo. Desde ese entonces hemos sido los mejores amigos. Además es un documento cuasi-histórico, pues aparece por primera vez eso que tanto he repetido: Los caballeros tienen que mostrar sus heridas.
"(...) Los héroes son realmente héroes cuando son humanos, cuando pueden morir. Lo contrario no tiene ningún mérito. Por eso, estrictamente, la fortaleza sólo se prueba ante un peligro de muerte.

Después de todo lo que ha pasado, se me ha ocurrido una especie de lema para mi contienda: Los caballeros tienen que mostrar sus heridas, enorgullecerse de las cicatrices ganadas en la batalla. A mí, además, me enorgullecen las de mis amigos, que son la evidencia de su grandeza de alma en medio de su pequeñez. Y poco a poco me voy convenciendo de que las miserias unen mucho más que la marcha lineal y constante -buena- de la existencia.

Todos llevamos un foco de podredumbre dentro y no tener miedo a que se manifieste pertenece a eso que es compartir la vida con quien se ama. No hemos hablado de lo ocurrido, pero desde entonces todo ha cambiado. Nos entendemos mejor. Creo que podría aventurarme a decir que hace falta un instante de derrumbamiento o dolor, un momento de la más patente miseria para que una amistad se consuma. Las sombras exaltan mucho mejor las luces de un cuadro."

EL DUQUE DE CAMELOT.

jueves, 18 de noviembre de 2010

LA crisis...

...a nadie deja indiferente.

(Un alegato contra Bolonia)

La filosofía no sirve para nada.


La nada no es.


La nada no es pensable.


De la nada nada sale (ni siquiera la creación).

La filosofía no sirve para nada.


Y punto. Nada más.

lunes, 15 de noviembre de 2010

Als das Kind Kind war...


El 2005 fue mi año de esplendor y ocaso poético. No escribí ni demasiadas ni muy buenas poesías, pero al menos escribía. Fue el año en que cumplí 15 años, el día 05/05/05. Mi teoría es que a las musas, que les gustan las matemáticas, les hizo gracia y me acompañaron fielmente durante un año. Después, me abandonaron. Supongo que también fue porque me hice mayor. Al menos eso siempre me decían: Los 15 como edad de "quiebre". En fin, el caso es que su paso no fue en vano y vivo de las poesías de los demás, de los poetas que leo y me regalan sus palabras.
Hace poco, volví sobre esas viejas poesías. Realmente no valen nada, me hicieron sonreír por lo ingenuas. Pero descubrí con sorpresa que llegué a escribir tres poesías en inglés, que me han hecho enorgullecerme. Esta es una de ellas. Uno de los últimos documentos de mi infancia.

To dream a dream

When I was little I used to think,
That magic lived in my mind,
That there were fairies and fantasy
And the whole world was mine.

I used to see angels in my room,
And witches flying through the sky,
I always traveled to the moon,
And wished upon the stars.

I always had a big, bright smile,
Filled with happiness to be shared
I had the most pure, deep eyes
That carried innocence everywhere.

I never worried about time,
There was no such thing for me,
Back then, everything lasted forever;
And I felt completely free.

At that time, I used to fancy,
About taking a long trip
To find every unicorn and dragon,
That I saw in all my dreams.

When I was little I had the power,
To find some magic in every tree,
In every monkey, bird or flower,
Or in the wonders of the sea.

All of these reflect my childhood,
The time when I flew without wings,
Those years where I keep great memories,
And only remember good things.

Today, they’re all fantasies about fantasies,
They’re just dreams about dreams,
But it is all about conviction,
And I know I still believe.

viernes, 12 de noviembre de 2010

Contra me


Llevo mucho tiempo fuera de Camelot. He estado en otros reinos, he conocido otras personas, y aunque lo mejor siempre es volver, porque sólo se vuelve a casa, todo regreso implica muchas despedidas y toda despedida muchas promesas. Pero cuando se es viejo, como yo, el futuro no está hecho para promesas porque ya no es apertura plena, por eso llega un momento en el que se prefiere aferrarse a lo de siempre, a lo dado, a los viejos conocidos, a la familia, a los recuerdos. Es más difícil dar cualquier paso adelante e incluso se hace más difícil amar. El primer impulso es cerrarse a lo viejo conocido y ahorrarse sufrimientos y despedidas. Ya sabéis que tengo alma de caballero y lo natural en mi son las batallas. Mi vida es una guerra conmigo mismo y aunque sé que el triunfo o la derrota sólo llegará al final, cuando muera en una de las batallas, tambien sé que desde ya tengo la victoria asegurada. Pero, mientras tanto, tengo que ir a contrapelo en esta lucha por no hacerme viejo, por no anclarme en el pasado sino acometer, sin escudo y sin espada, hacia el futuro. Abrirme, sin miedo a las despedidas o a encontrarme, de repente, con un amigo más que me llegue a fondo y al quitarme las vendas haga sangrar mis heridas. Son todo batallas que a veces cuestan sangre, pero que si no se emprenden cuestan la vida.
Si no voy a la guerra, en cualquier caso moriré. Y si he de morir, que sea en la batalla. Así, quizá, después, tras la muerte, podré gozar de la victoria.

Que la Providencia os acompañe,
EL DUQUE DE CAMELOT.


martes, 9 de noviembre de 2010

Regina Spektor


¿Cómo he podido tardar tanto tiempo? Ahora, ¡por fin!, he descubierto a Regina Spektor. Y es, sencillamente, genial. Su voz, sus canciones, sus letras y sus vídeos. Sí, hay que ver sus vídeos. Son toda una obra de arte y fotografía. Este es quizá el más sencillo, pero dadas mis condiciones actuales, no podía no ponerlo.

Esto a lo que yo llamo una artista. Con Kesha, Lady Gaga, Rihanna, etc., etc., los cantantes se han vuelto no-se-qué "fashionable", que tiene muy poco de música y mucho de "voluptuositas". De modo que pareciera que la buena música tuviera que relegarse a la clásica, o la ópera, o a la meramente instrumental, o a esa música "de antaño". No puede ser así. Aún hoy la música nos habla en lenguaje actual, fuerte y poderoso, en la calle, en lo "pop". Por suerte aún hay quien lo demuestre. Regina Spektor es otra cosa. Sabe lo que hace y lo hace con arte, con genialidad. El resultado es perfecto. Si no es porque esto de los "fans" ahora no me mola nada, pues se necesita justo lo que no tengo, a saber, tiempo y dinero, me declararía oficialmente de su club de fans. Sería una buena "causa" -como las de Facebook, llenas de un tanto de faroleo y una gran dosis de efecto placebo- para cultivar un poco más la belleza en el mundo.

sábado, 6 de noviembre de 2010

Diario del movimiento del mundo VI


El diario. ¿Dos días seguidos? Es que el mundo se mueve demasiado deprisa.

Frente a la muerte, el movimiento del mundo parece detenerse. Cualquier movimiento se hace relativo, todo lo demás da igual. Por dentro todo se ralentiza, pero en realidad el mundo exterior sigue con sus afanes y movimientos. Dan ganas de gritar: "¡Paraos! ¿No os dais cuenta? Ha pasado algo importante, ¡hay menos luz en este mundo!". Pero la gente sigue con sus afanes. El ejecutivo vuelve tarde de su trabajo, un niño llora porque no le han comprado un juguete, los mendigos cuentan y recuentan su limosna, los autobuses pitan en las calles. Y, por dentro, uno se pregunta: "¿Es que no lo notan? ¿Acaso no sienten que hace un poco más de frío?".
Hasta que pasa el tiempo y vuelve el movimiento. Los atascos y el ruido vuelven a formar parte de nosotros. Nos fundimos otra vez en el movimiento del mundo. Y sólo alguna vez, cuando nos cruzamos con el luto por la calle y reconocemos en él nuestra mirada, cuando sentimos en sus ojos aquel mismo reproche, volvemos a esa pregunta eterna: "¿Y si fuese a mí a quien se le acabara el tiempo, el movimiento?". Por suerte (?) todo vuelve a pasar y ese instante sólo dura un momento. Al final, nuestra vida pasa así, en intervalos de movimientos... y pausas. Movimientos... y pausas. Movimientos... y pausas. Y en cada pausa nace un anhelo: "Aunque me muera mañana, que la muerte no me sea repentina".

jueves, 4 de noviembre de 2010

Diario del movimiento del mundo V


La evidencia empírica puede ser aplastante: la tierra permanece estática mientras que el sol y los demás astros giran a su alrededor. El diario del movimiento del mundo está dividido en dos: el movimiento frente a la inmovilidad. Y según se mire cambian por completo las perspectivas.

El geocentrismo no es, como muchos piensan, un egocentrismo (aunque compartan las mismas letras), no es fruto de la vanidad verse como el centro del universo, alrededor del cual todo gira. Todo lo contrario. La tierra sería, en este caso, la última de las esferas celestes, la más oscura, la más pequeña. Una nimiedad. El mejor lugar para albergar todo lo imperfecto.

El heliocentrismo lo cambia todo. La tierra pasa a formar parte de un mismo movimiento armónico, perfectamente medible y hasta "cronometrable": 365 días dura nuestro viaje alrededor del sol. El universo como una maquinaria de relojería es poco, pero es mucho. El movimiento, de suyo imperfecto, hace que el universo funcione a la perfección, que inmensas moles de masa y energía no colapsen caóticamente, sino que marchen al unísono.

La tierra no es el centro, ni el extremo, ni el último cuerpo, ni el primero. Está en el sitio justo, aunque perdida en una inmensidad de la cual no conocemos límites. Un grano de arena en un desierto vastísimo. Una nimiedad, también, pero que encierra en sí la mayor grandeza. Mientras nosotros, pobres hombres, vivimos en este granito de arena, el mundo se mueve y a distancias inimaginables que no podemos concebir y que jamás llegaremos a contemplar, sigue habiendo movimiento. Galaxias enteras en formación. Más todo lo imaginable. Y aún así, el desierto entero no vale tanto como un grano de arena.

¿Es vanidad, egocentrismo, pensar que sólo en este punto ínfimo del universo existe un movimiento que no es puramente externo y mensurable? Si esto de hecho es así, más que despertar vanidad, en realidad lo que despierta es estupor, sorpresa, temor y temblor. Humildad. Somos una mota de polvo, no somos nada, pero aquel que lo es todo nos ha hecho una casa infinita especialmente para nosotros, para deleite, admiración, profesión o hobby. Como el hijo único de una familia multimillonaria al que le comprasen un océano entero para que pueda darse un baño en la orilla. Un derroche -¡y qué derroche!- para ser tan poca cosa. Es el todo al servicio de una parte. La creación inmensa puesta a nuestros pies. Nosotros, que no somos nada, inmerecidamente nos hemos hechos merecedores de todo.