martes, 29 de diciembre de 2009

Inventar el libro



Me he encontrado con este maravilloso artículo publicado en "El Malpensante". Es una joya, ¡que lo disfrutéis!

INVENTAR EL LIBRO

Juan Villorio

¿Qué tan novedoso debe ser un invento? La importancia de un producto suele depender de su capacidad de sustituir a otro. La tecnología necesita contrastes; sus aportaciones se miden en relación con lo que había antes. El inventor es el hombre que llega después.

Lo nuevo existe en serie: es la última parte de una secuencia, requiere de algo que lo anteceda. Esto lleva a una pregunta: ¿podemos inventar hacia atrás? ¿Qué pasa si le asignamos otro orden a la historia de la técnica?
Imaginemos una sociedad con escritura y alta tecnología, pero sin imprenta. Un mundo donde se lee en pantallas y se dispone de muy diversos soportes electrónicos. Abundan los receptores de textos e incluso se han diseñado pastillas con resúmenes de libros y métodos hipnóticos para absorber documentos. Esa civilización ha transitado de la escritura en arcilla a los procesadores de palabras sin pasar por el papel impreso. ¿Qué sucedería si ahí se inventara el libro? Sería visto como una superación de la computadora, no solo por el prestigio de lo nuevo, sino por los asombros que provocaría su llegada.
Los irrenunciables beneficios de la computación no se verían amenazados por el nuevo producto, pero la gente, tan veleidosa y afecta a comparar peras con manzanas, celebraría la ultramodernidad del libro.
Después de años ante las pantallas, se dispondría de un objeto que se abre al modo de una ventana o una puerta. Un aparato para entrar en él.
Por primera vez el conocimiento se asociaría con el tacto y con la ley de gravedad. El invento aportaría las inauditas sensaciones de lo que solo funciona mientras se sopesa y acaricia. La lectura se transformaría en una experiencia física. Con el papel en las manos, el lector advertiría que las palabras pesan y que pueden hacerlo de distintos modos.
La condición portátil del libro cambiaría las costumbres. Habría lectores en los autobuses y en el metro, a los que se les pasaría la parada por ir absortos en las páginas (así descubrirían que no hay medio de transporte más poderoso que un libro).
La variedad de ediciones fomentaría el coleccionismo; los pretenciosos podrían encuadernar volúmenes que no han leído y los cazadores de rarezas podrían buscar títulos esquivos y acaso inexistentes. Solo los tradicionalistas extrañarían la primitiva edad en que se leía en pantalla.
En su variante de bolsillo, el libro entraría en la ropa y sería llevado a todas partes. Esta ubicuidad fomentaría prácticas escatológicas en las que no nos detendremos. Baste decir que acompañaría a quienes necesitaran de distracción para ir al baño.
Las más curiosas consecuencias del invento tardarían algún tiempo en advertirse. Una de ellas está al margen de la ciencia y la comprobación empírica, pero sin duda existe. El libro se mueve solo. Lo dejas en el escritorio y aparece en el buró; lo colocas en la repisa de los poetas románticos y emerge en un coloquio de helenistas. Las bibliotecas no conocen el sosiego.
El hecho de que incluso los tomos pesados se desplacen sin ser vistos representaría un misterio menor, como el de los calcetines a los que se les pierde un par en el camino a la azotea, si no fuera porque los libros se mueven por una causa: buscan a sus lectores o se apartan de ellos. Hay que merecerlos. El password de un libro es el deseo de adentrarse en él.
Las pantallas son magníficas, pero les somos indiferentes. En cambio, los libros nos eligen o repudian.
Otras virtudes serían menos esotéricas. ¡Qué descanso disponer de una tecnología definitiva! El sistema operativo de un libro no debe ser actualizado. Su tipografía es constante. Eso sí: su mensaje cambia con el tiempo y se presta a nuevas interpretaciones.
Para quienes vivimos en tristes ciudades en las que se va la luz, el libro representa un motor de búsqueda que no requiere de pilas ni electricidad.
Qué alegrías aportaría el inesperado invento del libro en una comunidad electrónica. Después de décadas de entender el conocimiento como un acervo interconectado, un sistema de redes, se descubriría la individualidad. Cada libro contiene a una persona. No se trata de un soporte indiferenciado, un depósito donde se pueden borrar o agregar textos, sino de un espacio irrepetible. Llevarse un libro de vacaciones significaría empacar a un sueco intenso o a una ceremoniosa japonesa.
Con el advenimiento del libro, la gente se singularizaría de diversos modos. Esto tendría que ver con los plurales contenidos y la manera de leerlos, pero también con el diseño. Los fetichistas podrían satisfacer anhelos que desconocían.
¿Hasta dónde podemos apropiarnos de un artefacto? El libro es el único aparato que se inventó para ser dedicado, ya sea por los autores o por quienes lo regalan. Qué extraño sería instalar un programa de Word dedicado con cariño a la esposa de Bill Gates. En cambio, el libro llegó para ser firmado y para escribir un deseo en la primera página.
Las novedades deslumbran a la gente. El libro ya cambió al mundo. Si se inventara hoy, sería mejor.

jueves, 24 de diciembre de 2009

¡FELIZ NAVIDAD!


Para los que no quieren hacer el papel de Niño Dios sino de Rey Mago, pero que -como yo- no tienen más que sus manos vacías.
Narra un cuento que, entre los pastores que corrieron la noche de Navidad a adorar al Niño había uno tan pobrecillo que no tenía nada que ofrecer y se avergonzaba mucho. Llegados a la gruta, todos competían en ofrecer sus dones. María no sabía cómo hacer para recibirlos todos, teniendo en los brazos al Niño. Entonces, viendo al pastorcillo con las manos libres, cogió a Jesús y se lo confió. Tener las manos vacías fue su fortuna y, a otro nivel, será también la nuestra.
¡¡FELIZ NAVIDAD!!

sábado, 19 de diciembre de 2009

Todos los caballeros son andantes


Los caballeros tienen que emprender el camino. No pueden quedarse siempre en casa; es preciso que salgan al mundo y se enfrenten con él. It's a dangerous bussiness, Frodo. Por eso los caballeros son valientes. Creedme, lo más difícil es comenzar a andar porque nunca se sabe lo que se encontrará en el camino. Hay un instante de trepidación, ese que se da entre dar o no dar ese paso fuera, en el que se forja el caballero. Después será más o menos honrado, más o menos valiente, pero es ahí donde se hace caballero.

La vida muchas veces pende de un hilo, que pensándolo bien suele ser la representación de la duda. Es un sitio peligroso, que nos impide actuar pero que mantiene latente el principio de la acción. ¿Por qué digo peligroso? Porque podemos permanecer en él demasiado tiempo. No dudar, no preguntarse, no debatirse es no admirarse, es dejar de ser joven. Por otro lado, decidirse, emprender un camino, puede ser muy difícil porque no es simplemente cuestión de un "sí". Ya quisiéramos que fuese así de fácil, que dependiera de un sólo acto de la voluntad, pero de hecho la realidad es mucho más compleja. Entre el querer y el poder hay un abismo que no deja de sorprenderme, no sólo porque podemos querer imposibles -que es otro tema fascinante-, sino porque hay miles de cosas que no dependen de nosotros. Para construir el puente que salva el abismo se necesita algo más que las propias fuerzas.

A veces, lo que les pasa a los caballeros es que esperan demasiado tiempo el momento perfecto, las armas perfectas, que el caballo haya llegado a la madurez... y, sobre todo, esperan a haber adquirido al fin las fuerzas necesarias. Al final de la vida, todos dicen lo mismo: todos los caballeros son andantes, todos los caballeros se hacen en el camino a partir del momento que salen de sus casas. Cuesta un tiempo descubrir que no hay que esperar el momento perfecto, que no somos perfectos, ni siquiera los caballeros. Es cuestión de andar asumiendo el miedo... "El miedo a errar es miedo a la verdad", me dijeron cuando dudaba. No sé si aún hoy he logrado entender su sentido, pero muchas veces me ha ayudado a seguir el camino.
En cualquier caso, caminar y galopar, al menos, es siempre divertido.

Que la Providencia os acompañe,

EL DUQUE DE CAMELOT.

lunes, 14 de diciembre de 2009

La verdadera contaminación



8 de diciembre de 2009; Benedicto XVI pronunció unas palabras en la Plaza de España. No os las perdáis. Aquí dejo una parte que está llena de sabiduría.

"Con frecuencia nos quejamos por la contaminación del aire, que en ciertos lugares de la ciudad es irrespirable. Es verdad: se requiere el compromiso de todos para hacer más limpia la ciudad. Y, sin embargo, hay otra contaminación, menos perceptible por los sentidos, pero igualmente peligrosa. Es la contaminación del espíritu, que hace que nuestros rostros sonrían menos, sean más tristes, que nos lleva a no saludarnos, a no mirarnos a la cara... La ciudad está hecha de rostros, pero por desgracia las dinámicas colectivas pueden hacernos perder la percepción de su profundidad. Todo lo vemos superficialmente. Las personas se convierten en cuerpos y estos cuerpos pierden el alma, se convierten en cosas, objetos sin rostros, intercambiables, objetos de consumo."

Esto me recuerda unas parte de una canción: "Hay tantos muros entre las miradas que aunque nos vemos nunca vemos nada".

No sé si es el smog, la industrialización o simplemente de la deificación del tiempo, la razón por la que los demás dejan de ser para nosotros personas y pasen a ser elementos del paisaje. La mirada se nos ha ensombrecido, se nos ha metido el cristalito en el ojo de la Reina de las Nieves y nos hemos ido haciendo inhumanos. El problema está en la mirada, estoy segura, en que no sabemos ver más allá de nuestras narices, en que los ojos de los demás ya no nos dicen nada porque con smog no se pueden ver las cosas claramente. Y nos perdemos del llanto de los otros y de sus sonrisas, de lo mejor de los demás: aquello que es más que el puro aparecer.

Hay tantos muros... que sólo nos atrevemos a apartar la vista, mirar al suelo y sentirnos miserables, porque en el fondo lo sabemos; sabemos que vivimos ajenos al sufrimiento de los demás, ajenos a sus ilusiones, querríamos poder ver pero no sabemos cómo, no nos atrevemos.

Y en el fondo nos encontramos con nuestro egoísmo y la avaricia ¡del tiempo!, eso que nunca nos alcanza, que siempre parece insuficiente.

Aquí, en España, por ejemplo, es curioso que cuando te encuentras con alguien por la calle o la universidad inesperadamente, el "saludo" es siempre un "hasta luego". Alguien me dijo un día que era una manera de "saludar", sin pasar de largo, pero tampoco sin detenerte. Mejor dicho, es una manera de cerrar de entrada toda posibilidad de diálogo; con un "hasta luego" no se puede empezar una conversación.
No es que sólo pase en España, ya lo sé, esto es una epidemia mundial, mayor aún que la gripe A y sumamente contagiosa. Si supiéramos pararnos, quizás aprenderíamos a mirar. El Papa en su discurso habla de "objetos sin rostro"; no me puedo imaginar nada más horrible, nada más digno de un película de terror... Masas de gente, todos iguales, sin nada que los diferencie, sin ventanas que nos dejen entrever algo de su alma. Ciudades grises y azarosas en las que es fácil lanzar la piedra y esconder la mano, porque nos fundimos en una misma multitud indiferenciada.
Hay mucho de Greenpeace y educación ecológica cuando en realidad lo que estamos perdiendo es al hombre. Estamos contaminados espiritualmente y de mirar al exterior nos hemos olvidado de la profundidad del espíritu.

El problema, además, es que no sólo somos ciegos sino que también nos empeñamos en llevar gafas oscuras. No vemos, pero tampoco queremos que nos vean. Nos escurrimos de las miradas ajenas, porque tememos mostrar nuestra debilidad, nuestras heridas. Somos, por vía doble, los culpables de que una sencilla pregunta -"¿qué tal?"- esté completamente vacía de significado. La preguntamos sin esperar respuesta y la respondemos sistemáticamente.

"La ciudad está hecha de rostros", ¿qué pasaría si nos decidiéramos a descubrirlos? Estoy segura de que no perderíamos nada y lo ganaríamos todo. Como mínimo nos sorprenderíamos de lo mucho que nos parecemos y quizás descubriríamos, como respuesta a nuestra sed, que las demás personas son fuentes en movimiento... ¿Contaminadas? Digamos, mejor, que en constante purificación.

miércoles, 9 de diciembre de 2009

Mi primer aniversario (Parte II)


Las cosas que han marcado la diferencia:

La Navidad más larga (hasta el 6 de enero), los Reyes Magos, el concurso de villancicos, la Universidad, la FILOSOFÍA, Pamplona (Tierra de Diversidad) y su clima sorprendente, la nieve, el invierno, la primavera, ¡el verano!, el otoño, las excursiones, la convivencia estrecha, la gente, los 8 que después fueron 7 y después 6 (el Círculo de Pamplona), el nuevo vocabulario* (guay, mola...), el euskera, el descubrimiento del monte, la playa, los paisajes, la javierada (55 kilómetros a pie), los pintxos, la tortilla de patata, el pan y el aceite, el chocolate con churros, el jamón serrano, los turrones, Torreciudad, los viajes a Vitoria, los conciertos en la Universidad, el cerezo del campus, el pádel, los sanfermines (aunque no me gustan los toros, ni los tumultos, ni el alcohol), los pueblos de cada quién, los nombres marianos en un 80% (Camino, Almudena, Macarena, Begoña, Loreto...), la celebración del Santo, la carga histórica de todo lo que pisas (aquí cayó herido san Ignacio, aquí nació san Francisco Javier, aquí estuvo Hemingway, aquí luchó Carlomagno, etc.), lo románico y la romanidad, el redescubrimiento de la música (desde Bach hasta Amaral), una visita, "los mejores años de nuestra vida...", los sábados por la noche, las obras, las villavesas (¿se escribe así?), el casco viejo, los concursos de CLB, las sevillanas, el flamenco, la tuna, los premios peineta rebautizados por reineta (e Indiana, Indiana, por supuesto), el Pilar y el Rocío (aunque no he estado en ninguno), el Faustino, Vida Universitaria, el polideportivo, /espiderman/ U2=/udos/, los impatriótico de ser patriótico, el Cantábrico, que todo esté cerrado los domingos y al mediodía, el horario de la buena vida, la mística y la picaresca. *Respiración* Y todo lo demás.

*En dos semanas, más o menos, aprendí a captar las diferencias entre "flipar", "flipante" y "flipado". Tengo mérito. Está lleno de matices que no sabría explicar con detalle, pues su lógica es mucho más compleja que la que hay entre "competir", "competidor" y "competitivo".
La única manera de verlo es con ejemplos.
Empecemos con el verbo. "Me flipan las motos", "flipé de ver tanta gente", "el profesor flipaba de ver cómo todos hacían trampa". El primero tiene un sentido positivo, el segundo puede ser positivo o negativo, el tercero es negativo.
Sigamos. "Tuve una clase flipante". Este adjetivo tiene mucha fuerza positiva.
Ahora bien, si eres un "flipado" no significa que te encanten las cosas o que seas genial, sino que eres un presumido. Son matices interesantísimos, en los que me he entretenido "mogollón". (He ahí una nueva palabra... y pensar que en Colombia es un apellido...)

miércoles, 2 de diciembre de 2009

Mi primer aniversario (Parte I)


2 de diciembre de 2008: pisé por primera vez tierra española. "One small step for a man..."

Llegué a Madrid, a un aeropuerto enorme, con un equipaje nada ligero y todo un mundo por delante. Nunca, hasta entonces, había experimentado de tal manera la sensación de poder. Por primera vez en mi vida nadie me conocía, podía hacer de mí lo que quisiera, ser ¡por fin! lo que siempre había querido, sin ningún tipo de presión externa, sin que nadie esperase de mí un comportamiento determinado. Por ese entonces ya había salido casa, ya había vivido un año en una ciudad distinta a la mía, pero nunca llegué a pensar, ni lejanamente, que tenía mi vida por completo en mis manos. Aquel tipo de sensación tan posmoderna, por así decirlo, no era propia de mí, ni siquiera la había anhelado. En cualquier caso así fue y en el taxi desde Barajas hasta Atocha pude hacer un examen rápido de mi vida hasta entonces: lo que era, lo que quería hacer, lo que quería erradicar, lo mejor y lo peor de mí. Y entonces pensé: "Ahora sí, es el momento". No es que pretendiera ponerme una máscara y ser quien en realidad no era; mis sentimientos eran sinceros y realmente me propuse cambiar a partir de aquel instante. Creo que en algún momento, mientras miraba por la ventana, me sonreí, complacida del cambio que -pensaba- se estaba operando en mí. No puedo negar que también dudé y sentí un cierto temor de tener demasiado en mis manos, una gran responsabilidad, no de destruir y construir sin más, sino de reconstruir con la experiencia pasada. Sea como fuera, en medio de la indeterminación, me sentía poderosa. Es extraño, porque el poder siempre tiene ser ejercido sobre alguien. En este caso era sobre mí, sí, pero también sobre los demás, al pensar que por primera vez yo sabría todo acerca mí y los demás no sabría nada. Me daba igual que yo tampoco supiera nada sobre ellos, al fin y al cabo la idea era mía y esto me ponía por encima del resto.

¿Qué paso después? Lo esperado. Aquel fuego incendiario de un momento se apagó en breve. La naturaleza siguió su curso y me sorprendí (sí, me sorprendí) de verme diciendo las mismas tonterías, tropezándome con las mismas piedras y sangrando las mismas heridas. El yo se sobrepuso a la voluntad y heme aquí, un año después, tirando de los mismos trastos.
Ya sabía que eso era lo que tenía que pasar, tampoco quería engañarme a mí misma ni a los demás, pero ese instante, esa idea, lo viví con demasiada intensidad, con demasiada lucidez, que pensé que esa fuerza era suficiente para hacerlo efectivo.

Y al fin, sigo siendo la misma. Aunque en un año pasan muchas cosas, y España y la Filosofía han hecho sus cosas, sus revoluciones, sus estragos en mí (en el buen sentido, si es que lo hay). Pero en últimas, "ha merecido la pena llegar hasta aquí" y las huellas son imborrables. Sí, en un año pasan muchas cosas, demasiadas quizás... Y me alegro de ello.

viernes, 27 de noviembre de 2009

Diario del movimiento del mundo II


El otoño es movimiento. Un movimiento sutil y silencioso, que está lleno de belleza. Los colores cambian y pareciese que de los árboles empieza a llover luz. Es un movimiento delicado, gota a gota, en el que cada hoja cae llevada por brisa del viento, que es también movimiento sutil.
Me gusta contemplar este cambio, que está lleno de fragilidad (¿tendrá esto algo que ver con la belleza?), en el que los árboles alcanzan su máximo esplendor -ahora todos son ardientes- mientras sabemos que eso significa que en breve todo aquello desparecerá, para dar paso a la cruda desnudez. Es esa fugacidad, la belleza que se escapa al volver a mirarla y los deseos atroces de inmortalizarla. De ahí estas líneas, de ahí que por esta época más personas lleven encima sus cámaras. Es el deseo de hacer estático el movimiento... y el temor a que este movimiento se detenga en la quietud de los árboles en el invierno.

lunes, 23 de noviembre de 2009

"El arte está hecho para turbar" - Braque



Sigo preguntándome por la (¿B?)belleza. Cada vez me convenzo más de que la belleza cambiará al mundo, de que por ella se obran las cosas más excelsas. ¡Cuánto me gustaría ser artista! ¡Cuánto me pesa saber que no lo soy! No me siento con fuerzas para hablar de esto ahora, pero les dejo una parte del discurso pronunciado por el Papa en su encuentro con los artistas, que es, sencillamente, genial (en su sentido más propio).


«¿Qué es lo que puede volver a dar entusiasmo y confianza, qué puede animar al alma humana a encontrar el camino, a levantar la mirada hacia el horizonte, a soñar una vida digna de su vocación? ¿No es caso la belleza? Sabéis bien, queridos artistas, que la experiencia de lo bello, de lo auténticamente bello, de lo que no es efímero ni superficial, no es accesorio o algo secundario en la búsqueda del sentido y de la felicidad, porque esa experiencia no aleja de la realidad, más bien lleva a afrontar de lleno la vida cotidiana para liberarla de la oscuridad y transfigurarla, para hacerla luminosa, bella.
Una función esencial de la verdadera belleza, de hecho, ya expuesta por Platón, consiste en provocar en el hombre una saludable "sacudida", que le haga salir de sí mismo, le arranque de la resignación, de la comodidad de lo cotidiano, le haga también sufrir, como un dardo que lo hiere pero que le "despierta", abriéndole nuevamente los ojos del corazón y de la mente, poniéndole alas, empujándole hacia lo alto. La expresión de Dostoyevski que voy a citar es sin duda audaz y paradójica, pero invita a reflexionar: "La humanidad puede vivir --decía-- sin la ciencia, puede vivir sin pan, pero sin la belleza no podría seguir viviendo, porque no habría nada que hacer en el mundo. Todo el secreto está aquí, toda la historia está aquí" (...).
»La auténtica belleza, por el contrario, abre el corazón humano a la nostalgia, al deseo profundo de conocer, de amar, de salir hacia el otro, hacia más allá de sí mismo. Si aceptamos que la belleza nos toque íntimamente, nos hiera, nos abra los ojos, entonces redescubrimos la alegría de la visión, de la capacidad de comprender el sentido profundo de nuestro existir, el misterio del cual somos parte y del cual podemos obtener la plenitud, la felicidad, la pasión del compromiso cotidiano. »

martes, 17 de noviembre de 2009

Malditas vocales

"Las Vocales Malditas" es un libro de Oscar de la Borbolla que recoge 5 cuentos, cada uno de las cuales está escrito con sólo una de las vocales. No he leído el libro, pero la idea me ha inspirado.
He intentado hacer lo mismo con la A y la E, y creo que algo he logrado... aunque he de aceptar que el primero ha quedado mucho mejor que el segundo, que es un poco ridículo. También pongo lo que he logrado con la I... Si Monterroso tiene un cuento famoso de sólo 8 palabras, ¿por qué yo no? El mío es toda una historia romántica, con final triste incluido (Más de once mil kilómetros de distancia...).

Estas son mis "Malditas vocales".

MALDITA A

A Marta la llaman "la santa". Marta ama cantar baladas. Las palabras cantadas calan hasta las almas francas.
La dama jamás acata la maldad, manda callar las palabras vanas; habla: "¿Caras largas? ¡Jamás!".
Marta ama trabajar para ganar almas, las calma, las ampara, las sana.
Marta trabaja cada mañana; va a la granja. Allá gana plata para pagar pan.
La dama traslada las vacas a la manada, las saca a pastar; amarra la vaca blanca a la banca más alta. Más allá, da zancadas afanadas para alcanzar las patas, la bandaba. Para mañana hará trampas para atraparlas, jamás para matarlas. Marta ralla manzanas, lanza las cáscaras para darlas a las pájaras cazadas.
La dama ama las gatas; rasca la panza a la gata más sagaz, la acapara, la abraza, la manda a cazar ratas.
Marta trabaja, trabaja. La granja gana fama.
Marta, cada mañana, al trabajar para amar más, ya santa, agranda almas para zarpar al más allá.

MALDITA E

El demente ve trece entes terrestres en el frente. Les ve crecer, crecer, crecer… Se estremece. De repente emerge gente de redes de peltre. Tres reyes perecen.
Demente: ¡Eh! ¡Peleles! ¡Entes enfrente de ese tren! ¿Me creen? ¡Tened temple! ¡Tened fe! ¡Preséntense en Dresde!
En breve, seres rebeldes se meten en retretes de gel verde. Entre rebeldes regentes, el demente ve el neceser de peces celestes de Mercedes.
Demente: ¡Mercedes! ¿Qué te crees? Este mes te esperé tres veces. ¡Ven! Que me enterneces…
Mercedes: Te veré en Dresde. De Fred engendré este bebé que ves en el neceser. Sé clemente.
Demente: ¿De Fred? ¿de ese enclenque es el bebé?

En tres meses el demente perece de ver que Mercedes, que es de excelente mente, cree que Fred es decente.

MALDITA I

Lili is in Mississippi with Tim. I'm in Fiji. I miss Tim. (Fin)


jueves, 12 de noviembre de 2009

Caballeros de causas imposibles


La historia de mi vida no comienza en las altas esferas de una corte. Antes de ser Duque fui mucho tiempo Caballero y esa ha sido siempre mi verdadera vocación. Cuando empecé a hacerme viejo acepté este título del que ahora me precio, de manos de Su Majestad, el Rey. Soy feliz, de eso no hay duda, pero aún así conservo mis armas de batalla como el tesoro más preciado. En ellas están mis memorias de aquella época en la que tomé el escudo, un caballo brioso, empuñé la espada y emprendí el camino.

Recuerdo perfectamente el día que decidí ser Caballero y recuerdo con igual claridad todas aquellas cosas que se fueron gestando en mí desde que era muy pequeño, cuando mi padre me contaba miles de historias caballerescas. Aún siguen vivos en mí, a pesar de que me he hecho viejo, todos aquellos ideales que me empujaron a salir de casa.

Mi padre nunca fue Caballero, su vocación era de artista y se dedicaba a los oficios manuales. Fue un gran pintor y principalmente se dedicaba a la orfebrería, aunque más de una vez ejerció también de trovador. Supongo que de allí sacaba sus geniales historias, que tanto me gustaban. Mi madre, por su parte, era hilandera. Ser Caballero fue algo que primero se formó en mi imaginación como algo inalcanzable, pues sólo la gente de noble cuna era digna de tal ministerio. En todo caso, no es mi intención contar con detalles mi historia, mi padre tenía nobles que le conocían y estimaban como hombre y artista y así fue como aquel ideal se hizo posible.

Mis ideales eran altos, nobles y quizás ilusorios. No conocía la vida de la corte, ni los campos de batalla y no había pensado que salvar vidas implicaba destruir otras. Esas fueron cosas que empezaron a aparecer en el camino y, después de muchas lágrimas solitarias, me hicieron un gran Caballero. Antes de empuñar la espada le juré a mi padre luchar por el honor y la justicia, y ese mismo día le juré a Dios que perdería todo antes de dar un paso atrás; le juré incluso perder el honor antes que por soberbia negarme a mostrar mi debilidad. Los caballeros tienen que mostrar sus heridas es algo que nunca me he cansado de repetir.

Durante la ceremonia hice un juramento; en el interior de mi modesta casa hice otro: Juré que siempre lucharía por las causas imposibles. Fue un juramento de juventud, que ahora no sé si me hubiera atrevido a formular, pero del que nunca me he arrepentido. Aún hoy lo renuevo cada día y creo que es de las pocas cosas que desde aquella época no he dejado de hacer. Aquéllas son las causas en las que "ya no queda nada que hacer", según los hombres sensatos, pero que unos pocos locos se deciden tomar sobre sus hombros. Son empresas que causan heridas, ultrajes y burlas, y a veces muchas pérdidas. Pero creedme, lo digo yo que además de Caballero soy Duque, esas son las que valen la pena, por esas causas aún guardo mis armas. No puedo quejarme: he obtenido un premio en esta vida, pero sé que hay muchos que siguen en medio de muchas batallas imposibles e incluso sé de quienes han muerto en el intento. Son los valientes de la tierra, que han visto que por encima de esta gran cosa -el honor- hay coronas sempiternas. Pues hay quienes se juegan la viva por la honra y quienes se juegan la honra por el alma.
Que la Providencia os acompañe,
EL DUQUE DE CAMELOT.

jueves, 5 de noviembre de 2009

Una respuesta


Recojo una anécdota contenida en El diablo es conservador de Alejandro Llano. Yo no diré nada al respecto, seguramente el Duque de Camelot tiene mucho más que decir.

Anciano y ciego, el escritor argentino Jorge Luis Borges se encontraba ante una audiencia multitudinaria en la Universidad limeña de San Marcos. La revolución -provocada esta vez, curiosamente, por militares- parecía estar de nuevo a la orden del día, e impregnaba el ambiente académico de ese tono irreal y crispado que algunos conocemos bien. Los estudiantes insultaban a Borges porque algunas de sus recientes declaraciones chocaban clamorosamente con la ortodoxia revolucionaria que aquellos universitarios se sentían obligados a obedecer. Tras largos minutos de escándalo, durante los cuales Borges contemplaba el vacío con su mirada ciega, se hizo por fin el silencio. Borges comenzó a hablar de literatura con voz queda y quebrada. La luminosidad y la belleza comparecieron. El auditorio pasó de la rabia a la fascinación. Terminada la conferencia, llegó el turno de preguntas. La primera valió por todas: «¿Cómo es posible que un hombre tan culto e inteligente como usted, señor Borges, se empeñe en oponerse al curso de la historia?». La respuesta no tuvo desperdicio: «Oiga, joven, ¿no sabe usted que los caballeros sólo defendemos causas perdidas?».

viernes, 30 de octubre de 2009

Mrozek, un genio de la ironía


Slawomir Mrozek es un escritor polaco, un genio. Genio por su brevedad, genio por su ironía. He leído varios cuentos suyos y son realmente buenos. Aquí les dejo uno de los últimos que leí.

La Revolución

Slawomir Mrozek

En mi habitación la cama estaba aquí, el armario allá y en medio la mesa.
Hasta que esto me aburrió. Puse entonces la cama allá y el armario aquí. Durante un tiempo me sentí animado por la novedad. Pero el aburrimiento acabó por volver. Llegué a la conclusión de que el origen del aburrimiento era la mesa, o mejor dicho, su situación central e inmutable.
Trasladé la mesa allá y la cama en medio. El resultado fue inconformista.
La novedad volvió a animarme, y mientras duró me conformé con la incomodidad inconformista que había causado. Pues sucedió que no podía dormir con la cara vuelta a la pared, lo que siempre había sido mi posición favorita.
Pero al cabo de cierto tiempo, la novedad dejó de ser tal y no quedó más que la incomodidad. Así que puse la cama aquí y el armario en medio.
Esta vez el cambio fue radical. Ya que un armario en medio de una habitación es más que inconformista. Es vanguardista.
Pero al cabo de cierto tiempo… Ah, si no fuera por “ese cierto tiempo”. Para ser breve, el armario en medio también dejó de parecerme algo nuevo y extraordinario.
Era necesario llevar a cabo una ruptura, tomar una decisión terminante. Si dentro de unos límites determinados no es posible ningún cambio verdadero, entonces hay que traspasar dichos límites. Cuando el inconformismo no es suficiente, cuando la vanguardia es ineficaz, hay que hacer una revolución.
Decidí dormir en el armario. Cualquiera que haya intentado dormir en un armario, de pie, sabrá que semejante incomodidad no permite dormir en absoluto, por no hablar de la hinchazón de pies y de los dolores de columna.
Sí, esa era la decisión correcta. Un éxito, una victoria total. Ya que esta vez, “cierto tiempo” también se mostró impotente. Al cabo de cierto tiempo, pues, no sólo no llegué a acostumbrarme al cambio -es decir, el cambio seguía siendo un cambio-, sino que al contrario, cada vez era más consciente de ese cambio, pues el dolor aumentaba a medida que pasaba el tiempo.
De modo que todo habría ido perfectamente a no ser por mi capacidad de resistencia física, que resultó tener sus límites. Una noche no aguanté más. Salí del armario y me metí en la cama.
Dormí tres días y tres noches de un tirón. Después puse el armario junto a la pared y la mesa en medio, porque el armario en medio me molestaba.
Ahora la cama está de nuevo aquí, el armario allá y la mesa en medio. Y cuando me consume el aburrimiento, recuerdo los tiempos en que fui revolucionario...

viernes, 23 de octubre de 2009

Diario del movimiento del mundo I



17 de octubre, 2009. Madrid. Un millón y medio de personas. Un desplazamiento masivo que confluye, desde los cuatro puntos cardinales, en la mitad de un país. Desde dentro: ebullición de humanidad, gritos, saltos y juventud, mucha juventud. Desde fuera (ver foto): una marea ingente. Lo mejor de todo: un movimiento que, a pesar de su fuerza, no rompe como las olas, no hace daño sino que construye.

Y digo un movimiento, porque a pesar de ser muchos en realidad es uno solo. Todo el mundo unido con una misma esperanza, con un mismo gritar: ¡cada vida importa! Por cosas así vale la pena todo el esfuerzo. Por eso, entre un aparente caos, hay miles de razones para vivir (un millón y medio, como mínimo), miles de movimientos que lo que hacen es asentir a un mundo mejor, que dicen:

jueves, 22 de octubre de 2009

Un libro que es como una canción


Ahora sí le ha llegado el momento a "La Elegancia del Erizo". Ayer me lo terminé de leer y aún no me he repuesto del todo. (Alguna vez he pensado escribir algo acerca de ese momento en el que lees la palabra final del libro y sabes que todo ha terminado, pero por ahora sólo lo dejo apuntado...) En cualquier caso, no tengo palabras, creo que no puedo decir nada, a pesar de que este blog es todo un intento de expresar lo imposible.
Sólo una cosa: "La Elegancia del Erizo" (L'élegance du herisson) es todo lo que yo quisiera que fuese este blog. En definitiva es un libro que me hubiera gustado haber escrito.

Seguro que todos han escuchado con atención la canción de Killing me softly. Pues bien, este libro ha sido ese young boy del que habla la canción. Strumming my pain with his fingers...
Creo que aún tengo muchas cosas que pensar, que hablar, pero por ahora sólo tengo las últimas palabras del libro en mi cabeza: "La belleza en este mundo".

Voy a escribir la última parte del libro, menos 4 líneas para no revelar el final. En todo caso, aunque no revele mucho, creo que vale la pena leerlo habiendo leído el libro entero.

"Quizá sea eso la vida: mucha desesperación pero también algunos momentos de belleza donde el tiempo ya no es igual. Es como si las notas musicales hicieran una suerte de paréntesis en el tiempo, una suspensión, otro lugar aquí mismo, un siempre en el jamás.
Sí, eso es, un siempre en el jamás.
(...)
A partir de ahora buscaré los siempres en los jamases.
La belleza en este mundo."
¿Lo ven? De eso va todo... El proverbio musical y todo lo demás. Eso es lo que quiero. Lo que muchas veces se me escapa.

lunes, 19 de octubre de 2009

Diario del movimiento del mundo


Este es el comienzo de una nueva sección en el blog. Se llamará "Diario del movimiento del mundo" y lo copio de Paloma, mi pequeña amiga de "La Elegancia del Erizo". Por ahora no hablaré de este libro, ni de Paloma, ni de Renée, ni del señor Ozu. Ya les llegará su momento. Por lo pronto me quedaré con la idea del diario, tal como lo expresó Paloma:

"Entonces se me ha ocurrido que había que compensar este aspecto gloria espiritual con otro diario que hable del cuerpo o de las cosas. No de las ideas profundas del espíritu, sino de las obras maestras de la materia. De algo encarnado, tangible; pero también bello o estético. Aparte del amor, la amistad y la belleza del Arte, no veo gran cosa que pueda alimentar la vida humana (...) Si no tuviera que morir, el Arte habría sido toda mi vida (...) No estoy hablando sólo de las grandes obras de los maestros (...) No, yo me refiero a la belleza en el mundo, a lo que puede elevarnos en el movimiento de la vida. El diario del movimiento del mundo lo dedicaré pues al movimiento de la gente, de los cuerpos, o, incluso, si de verdad no hay nada que decir, de las cosas (...) Gracia, belleza, armonía, intensidad. Si encuentro un movimiento bello en los cuerpos, a falta de una idea bella para el espíritu, entonces quizá piense que vale la pena vivir."

Dice Aristóteles que "el tiempo es la medida el movimiento". El Diario que hoy comienzo consiste en buscar lo atemporal del movimiento, lo inmaterial de la materia. Hasta ahora no me lo había planteado... El movimiento no era para mí nada más que imperfección. No sé qué conseguiré, no sé si lo conseguiré, pero me parece un reto interesante. Quizá Paloma tenga razón.

martes, 13 de octubre de 2009

A propósito de "Una tempestad..."

Hoy he decidido correr un riesgo. Diré aquellas cosas que un duque no dice jamás. Me haré vulnerable.

No sé si me estoy volviendo viejo o que simplemente tengo que decir lo que nunca he aceptado. Ya os lo he dicho. Los caballeros a veces tienen que mostrar sus heridas.

Soy el Duque de Camelot. Lo digo sin vanidad ni pretensiones de grandeza. Soy amigo del rey, tengo más riquezas de las que puedo contar, he luchando con valentía en numerosas batallas y el pueblo me aprecia. Y aún así esto no me basta. No me bastan ni la riqueza, ni los honores, ni siquiera la virtud para conseguir lo que tanto deseo. Hay una batalla que jamás podré ganar, un territorio que nunca podré conquistar, una realidad que no puedo aceptar.

No entiendo por qué de las cosas más importantes no se puede hablar, es como si fuera demasiado doloroso, como si esas cosas encerrasen mundos demasiado desconocidos que tienen que permanecer en tal estado. Hay una barrera entre las almas que no se puede franquear, aquel lugar al que no puedo llegar. Es esa experiencia de la soledad que nada tiene que ver con estar o no acompañado.

Decía un viejo amigo, hablando de un forastero: “podría darle limosna a su cuerpo, mas el cuerpo no le dolía: era su alma la que padecía, y a su alma no alcanzaba yo a llegar”. Nadie ha expresado mejor esa limitación que tanto me pesa, que tanto me duele. Quisiera poseer la única llave que jamás me será dada, aquella que me permita –sin violencia y con paso fino, delicadamente, sin que se note– conocer a las otras personas, saber lo que necesitan, lo que les preocupa, cargar con sus penas. No espero que lo entendáis. Ya dije que correría ese riesgo.
"Una tempestad bajo un cráneo" terminaba diciendo: "Pero entremos". Esa entrada sólo es posible para mí desde la literatura.. La puerta está cerrada. No tengo la llave.

No quiero concluir con amargura. No es mi estilo, a pesar de los pesares. Ya os conté que Camelot es lugar de esperanza, y en cualquier caso hay quienes saben ver lo que nadie ve. Hay personas que saben leer en las almas, que ven el sufrimiento que puede haber detrás de una sonrisa y la honradez en una mirada. Hay quienes notan un mal día en un gesto –en apariencia desapercibido– de un amigo. Y creo que justo allí es donde nace la contemplación.

¡Esos hombres…! Da igual. En cualquier caso no soy uno de ellos. Es lo que a veces he llamado la experiencia del límite: una batalla para la que no tengo con qué luchar. En el fondo de esa experiencia sé bien lo que hay, una sed de más que hic et nunc no se puede saciar.

Que la Providencia os acompañe,
EL DUQUE DE CAMELOT.

viernes, 25 de septiembre de 2009

Un proverbio musical

Dice un proverbio alemán: Böse Menschen haben keine Lieder. Los hombres malos no tienen canciones.

Como todo proverbio, ¡cuánta sabiduría encierra!

La música está muy cerca del corazón humano, ¿por qué los antiguos la veían como parte fundamental de la formación personal? ¿por qué Aristóteles pensaba que los movimientos de los astros producían una música celestial que nosotros no podemos oír?... Cómo ha cambiado la visión de la música desde ese entonces. Es preciso un reacercamiento, un redescubrimiento de algo que puede llegar a sublime. Y es que la música, como fiel encarnación de la belleza, es algo sumamente formal, por eso Beethoven pudo seguir componiendo cuando estaba sordo, por eso pudo dirigir la Novena Sinfonía, "escuchando" la música, pero sin escuchar el estallido de aplausos. He aquí una paradoja musical: La música, teniendo un soporte material -el sonido- es una de las cosas más formales de las que podemos tener experiencia.

En una ocasión, Ratzinger, refiriéndose a otro concierto de Bach dirigido por Leonard Bernstein, decía: "En esa música se percibía una fuerza extraordinaria de Realidad presente, que suscitaba, no mediante deducciones, sino a través del impacto del corazón, la evidencia de que aquello no podía surgir de la nada; sólo podía nacer gracias a la fuerza de la Verdad, que se actualiza en la inspiración del compositor."

Esa misma sensación sentí yo con Bach, esta vez con "La Pasión según san Juan". El vídeo es del momento culmen: Es ist vollbracht. Todo está consumado.

¿Qué más cabe decir? Inefable, la única palabra capaz de expresar lo inexpresable.

A modo de post-scriptum:

Otra paradoja: La música, algo tan extremadamente temporal, es una de aquellas cosas que está más cerca de lo eterno.

jueves, 6 de agosto de 2009

Una tempestad bajo un cráneo



“La vista del espíritu no puede encontrar en ninguna parte más resplandores y más tinieblas que en el hombre; no puede fijarse en nada que sea más espantoso, más complicado, más misterioso, más infinito.
Escribir el poema de la conciencia humana, aunque sea a propósito de un solo hombre, a propósito del hombre más insignificante, sería unir, fundir todas las epopeyas en una sola grandiosa y completa. La conciencia es el caos de las quimeras, de las ambiciones, de las tentativas, el horno de los delirios, el antro de las ideas vergonzosas, el pandemónium de los sofismas, el campo de batalla de las pasiones. Si a ciertas horas penetráramos al través de la faz lívida de un ser humano que reflexiona; si mirásemos de tras de aquella faz, en aquella alma, en aquella oscuridad, descubriríamos bajo el silencio exterior, combates de gigantes como en Homero, peleas de dragones y de hidras, y nubes fantasmas como en Milton; espirales visionarias como en Dante. No hay nada más sombrío que este infinito que lleva el hombre dentro de sí, y al cual refiere con desesperación su voluntad y las acciones de su vida.
Dante encontró un día una puerta siniestra que le hizo dudar; nosotros estamos ahora también en el umbral de una puerta ante la cual dudamos. Pero entremos.”

Los miserables. Victor Hugo. (Traducción de Nemesio Fernández-Cuesta)

domingo, 2 de agosto de 2009

Camelot

En Camelot, lugar del honor y la justicia, se libran cada día múltiples batallas, muchas de las cuales no conocemos ni conoceremos jamás. Éstas son las más fascinantes, en las que se descubren los verdaderos héroes. En la Mesa Redonda se discuten las más grandes gestas, en los hogares del Reino se baten las más importantes.
Aquí he conocido los mejores caballeros, aquellos que llevan por espada la verdad y por escudo la virtud, aquellos que están dispuestos a morir por un ideal más grande que ellos mismos, aún más grande que el honor.
Es Camelot un lugar de la esperanza. A pesar de que no faltan las dificultades (y puedo decir que las conozco bien) las miradas de los hombres no se entierran en el suelo sino que saben mirar al cielo; las grandes batallas siempre terminan con un grito de victoria, porque sabemos que los héroes también pueden sangrar y éstos encuentran la gloria en sus propias cicatrices, aquellas que les recuerdan que han caído.
Sí. En pocas palaras esto es Camelot: esperanza. Esa es la bandera que siempre se lleva en esta tierra, en esta guerra que aquí no termina.

EL DUQUE DE CAMELOT.


Y como en Camelot, también ahora, en un Reino un
poco más grande –¡el mundo!– donde se combaten
muchas otras batallas...