lunes, 24 de junio de 2013

Escena a través de una ventana

La superluna
de una ciudad a otra
me ha perseguido.


Bucaramanga, 23 de junio.
  
Esta es una historia mínima: Hoy, 23 de junio, he visto por primera vez la luna llena desde un avión. Sólo pudo haber sido el mismo Cielo quien así lo dispusiera.
Que el viaje fuera, precisamente, el día 23, coincidiendo con el increíble fenómenode la superluna, cuando esta alcanza su mayor cercanía con la tierra y se le ve más grande y brillante, guapísima; que en el último instante le cediera mi asiento en el pasillo a un buen hombre que me lo pidió, sin saber que el suyo, en la ventana, un poco más atrás, tenía una vista privilegiada; que en el preciso momento en que estábamos despegando me acordara de que ya ayer la luna se levantaba imperiosa y me saliera la más sentida jaculatoria, “¡Señor, que pueda ver la luna!”, y que en efecto, contra toda esperanza, así fuera, no podía ser simple casualidad. La Providencia me conoce.
La escena a través de la ventana es tan sencilla como difícil de explicar. Apareció cuando ya llevábamos varios minutos de vuelo, fue un triunfo íntimo cuando la vi, primero como un reflejo, en la ventana del pasajero sentado detrás de mí. Un ángulo poco cómodo para la contemplación, que en seguida tornó en convertirse en una alineación perfecta con mi ventana, que daba precisamente hacia el ala del costado derecho. También esto formaba parte de la función, como si las luces del ala quisieran dar realce a la entrada en escena de la luna llena, la superluna superestrella.
En el extremo de las alas del avión hay unas luces blancas, brillantísimas, que parpadean, iluminando el cielo por instantes, con el mismo efecto del rayo que precede al trueno. El cielo estaba nublado, de modo las nubes negras pasaban rápidamente frente a la luna, envolviéndola de oscuridad por breves instantes. Una nube y otra y otra. Y la luna se enciende y se apaga, se apaga y se enciende, rápidamente, como las luces del ala, en una bella sinfonía. Casi se podía escuchar, como si de una fuga se tratase.
A veces la luna desaparecía y era notorio su vacío cuando dejaba de iluminar nuestro paso y se desdibujaba su reflejo en las alas del avión. No sería gran cosa, pero hasta el mar envidiaría el reflejo de esta superluna del 23 de junio en el ala de un avión cualquiera, rumbo a esta tierra baldía.
Me he acordado de los largos paseos en carro cuando era pequeña, mirando la luna llena a través de la ventana, y el descubrimiento inquietante y gratificante a la vez de constatar cómo ésta nos persigue adonde sea que vayamos. Los demás automóviles, los postes en las carreteras, las casas al lado del camino, aun las montañas se iban quedando atrás; la luna, en cambio, nos seguía el paso en las velocidades de la autopista y se detenía, paciente, con nosotros, acatando también el rojo del semáforo.
Poco a poco la oscuridad terminó por devorar a la luna, pero la escena a través de la ventana del avión permanecerá indeleble. Por primera vez he visto la luna directamente sin tener que levantar la mirada. Este ha sido un encuentro más personal, cara a cara, precisamente cuando la luna llevaba puestas sus mejores galas. Inmejorable.

domingo, 9 de junio de 2013

El misterioso caso de la culebra con patas


Recientemente me pasó algo extrañísimo: Busqué algo en Google y no lo encontré. Así que esta es la primera entrada de este blog que pretende ser un aporte tangible y objetivo al mundo científico: una entrada que aparezca en el buscador cuando alguien le pregunte a Dr. Google si sabe algo de una especie de culebra con dos patas. Aquí la historia.
***

Desde muy pequeña he sentido una fascinación especial por los ofidios. Por los animales, en general, pero las serpientes tienen un halo de peligro y misterio (cfr. Génesis), que las hace especialmente hechizantes. 
Hay un archivo fotográfico en el que consta que esa familiaridad comenzó desde temprana edad.


La boa, Pirula, era la mascota de mi primo Juan David, que siempre ha sido un amante de los animales (y ahora se dedica a esto). La mano es de mi tío, a quien le debió parecer interesante investigar las posibles interacciones entre un bebé y una serpiente. Como se ve, no tuve nada que objetar. Más adelante, sin embargo, nunca logré conseguir una serpiente de mascota. Sólo me dejaron tener una iguana bebé, llamada Juanita, que era preciosa, de un verde tan verde como sólo las iguanas pueden serlo.

Quizá con esto comprenderéis por qué mi extrañeza y persistencia al tratar de averiguar qué era exactamente el animal que apareció en el jardín de mi casa el pasado 25 de mayo. Parecía una lombriz, pero tenía una cabeza triangular, ojos perfectamente distinguibles y una piel escamada, por lo que pensé que podía ser más bien una serpiente pequeña, de unos 20 centímetros.
No sé cuánto tiempo estuve mirándola, pero fue un buen rato. Se movía con ánimo, aunque a duras penas podía avanzar. Supongo que el suelo no era el más adecuado para arrastrarse. Tampoco era tan sosa como las lombrices, que se dejan tocar fácilmente. A pesar de que no podía escapar, serpenteaba vivamente cuando me acercaba. Hasta aquí nada sorprendente para una culebra. Lo realmente extraño, como se puede apreciar en una de las fotos que hice, eran las dos pequeñas patas que tenía en la parte frontal. No eran una patas perfectamente desarrolladas, pero eran claramente extremidades que le servían para moverse. La utilidad era relativa, pues no creo que añadiera nada al movimiento serpenteante, ni siquiera servían para levantarse un ápice del suelo, como las de las lagartijas.


Si algo sé de las serpientes es que no tienen extremidades. ¿Qué era, entonces, ese curioso animal? Me fijé bien y vi que sólo tenía miembros anteriores, en la parte posterior no tenía nada, ni asomo. Parece ser que las pitones tienen unas diminutas extremidades traseras, vestigio de sus antepasados, que sí que tenían patas, pero claramente no era este el caso. Así que, como hacemos todos ante una perplejidad, acudí a Google. Lo difícil era cómo buscar información acerca de algo que no sé qué es: "culebra con dos patas" (o "con dos patitas"), "especie de serpiente con patas anteriores", "lombriz con sólo dos patas", "culebrilla con extremidades", y así, y nada. Al menos nada de que se pareciera a mi ejemplar. 
En la búsqueda, he descubierto la existencia de curiosos animales. Existe, por ejemplo, un "lagarto gusano de dos patas" o bipes biporus, sin duda curioso y hasta simpático, endémico de México. También están los eslizones (chalcides bedriagai), esta vez endémicos de la Península Ibérica, que tienen una extremidades muy reducidas y poco funcionales. Hasta ahora sólo podía decir qué no era mi visitante. 


Culebrilla ciega
Por algunas fotos que encontré, llegué a pensar que era una culebrilla ciega (blanus cinereus), pero en todas partes encontre, explícitamente, que carecía de extremidades y que era otra especie endémica de la Península Ibérica. Colombia es una tierra muy rica en reptiles, pero ya se ve que a muchos no se les ha perdido nada por aquí.
Entonces, ¿qué hacer? Indagué e indagué, pero nadie sabía darme razón del animal. Las biólogas a quienes les pregunté, tampoco parecían demasiado sorprendidas por las cuestión de las patas, que a mi me resultaba tan curiosa, aunque seguían sin saber qué tipo de reptil había ido a parar a mi jardín.

Así estuve varios días y ya empezando a darme por vencida, cuando @Lolábarri, que ha dejado morir su blog de mitos biológicos, me escribió diciéndome que los únicas serpientes con patas son fósiles y que hay algunos casos de atavismo (i.e., reaparición de caracteres propios de sus ascendientes remotos) que pueden ocasionar la presencia de patas en las serpientes. Sin embargo, por las fotos que encontré, tampoco parecía ser el caso.
Esta respuesta, volvió a suscitar mi curiosidad, y le enseñé la foto de mi "X" a una profesora de química, que me dijo con mucha seguridad que era una Caecilia. Una vez más, empecé a leer de este ejemplar: son anfibios que se parecen a una lombriz de tierra, como la mía, y además son muy comunes en Colombia. ¿Bingo? Lamentablemente, no. Si la Wikipedia dice que "Caecilians completely lack limbs", ¿cómo no creerle? Y eso, eso, era lo verdaderamente relevante de mi ejemplar. Ya estaba empezando a pensar que había descubierto una especie desconocida, al menos en Internet, que no es poco decir.
Sin embargo, ese mismo día, ya bien entrada la noche, busqué en "imágenes" de Google, sin mayores esperanzas, "cecilia Santander Bucaramanga", que es donde vivimos mi descubrimiento y yo. ¡Y qué sorpresa! Apareció algo que si bien no era igual, al menos era muy semejante, lo único distinto parecía ser el color. Lo curioso es que cuando entré a la web, vi que había salido por casualidad. Había fotos de distintas especies animales vistas por algún aficionado. La que me interesaba estaba al lado de una Cecilia, por eso Google la seleccionó como relevante, pero no tenía nombre. Tan sólo decía que había sido vista en Bucaramanga. Ya era algo. Más abajo, sin embargo, encontré otra foto igual que ponía "Bachia bicolor". ¡¡Sí!! Aunque ya era tarde, había dado con la pista definitiva, así que seguí investigando. Lamentablemente había poquísima información. Lo único que aparecía es lo siguiente: "Bachia es un género de pequeños lagartos que pertenecen a la familia Gymnophthalmidae. Se distribuyen por toda Sudamérica y el sur de Centroamérica". Y una larga lista de especies. Aquello de "Gymnophthalmidae" ya daba una buena pista, pues son "pequeños lagartos y muchas especies tienen las extremidades reducidas". ¡Sí!

Tampoco encontré muchas fotos. La que aquí aparece la hallé en esta web de fauna ecuatoriana. A pesar de las muchas especies, parece que las más conocidas son la trisanale y la bicolor, que fue la primera que me apareció. Sin embargo, no tengo muy claro cuál es la especie de mi visitante, pues de bicolor no tenía nada. Quizá era aún muy joven.
Hay una completa página web, "The Reptile Dabatase", en la que he intentado dar con mi ejemplar, sin embargo, a duras penas hay fotografías. Sólo pude descartar aquellas que son endémicas de Brasil. Pero eso ya es lo de menos.
Curiosamente, el artículo más completo que he encontrado sobre este curioso reptil es de un grupo de investigadores de la Universidad Industrial de Santander, que es la principal universidad pública de Bucaramanga. Se centran en la bachia bicolor, así que supongo que es la más común que se puede encontrar aquí.
Oh, emoción cuando por fin leí lo que llevaba días buscando: "As independently evolved in other genera of the family Gymnophthalmidae,  the genus Bachia represent a severe case of limb reduction, ranging from fully limbed to almost limbless forms, in which the hindlimbs show a more extreme degree of limb reduction than the forelimbs". Exactamente lo que pensaba, pues aquella carecía por completo de extremidades posteriores, mientras que los anteriores estaban bastante reducidas.

Y así concluyó el misterioso caso de la culebra con patas que, como toda historia de misterio, terminó siendo completamente lo opuesto a lo que desde un comienzo parecía ser. Es decir, ni era serpiente ni lombriz, sino lagarto. Más cercana a mi iguana Juanita que a la boa Pirula. En cualquier caso, me sigue pareciendo sorprendente que sea tan poco conocida. Hasta tal punto que ni siquiera tiene nombre común. Sólo se le conoce por el nombre científico, bachia. Abipes biporus del que hablábamos al comienzo, le sobran nombres: "lagarto gusano de dos patas", "lagarto topo", "lagarto gusano de cinco dedos", "culebrilla ciega de dos patas", "lagarto ajolote". Deberíamos ponerle un nombre. Alguien tiene que hacerlo, ¿no? Luego nutrimos el pobrísimo artículo de Wikipedia y le añadimos el nombre común que hemos escogido y ya está. Hemos hecho nuestra contribución definitiva al mundo científico en Internet. ¿Alguna sugerencia?

jueves, 6 de junio de 2013

Himno a la elegía

Estaba pensando hoy, 5 de junio, en todas las cosas que pudieron ser y no son, lo cual es  algo muy tonto, ineficaz y una pérdida de tiempo inadmisible, y he terminado pensando en la literatura, que es precisamente todo aquello que pudo no ser y es, lo cual es, sencillamente, maravilloso. No hay modo de explicar racionalmente una gran obra. Tantas cosas pudieron haber fallado, tantas convergencias incomprensibles, que sólo puede admirarse como un milagro. Toda la literatura es una opción por la existencia, es toda ella un canto a la realidad, aun cuando parezca un lamento. 
La nostalgia del día de hoy podría transformarse en elegía si fuese un poema. Y qué distinto sería. Sería, por lo menos, que no es poco. Cantar es un modo de recuperar de lo perdido, lo más cercano a apresar la forma que se nos escapa. Poder atisbar la belleza, aunque nunca la poseamos, es ya una ocasión de gozo.
Qué alegría, entonces, haber leído esta chincheta de EG-M (via), que me ha parecido bellísima: "La elegía no es más que un himno que llega con retraso". Qué luz se hace de repente sobre todo paraíso perdido, que vuelve, renovado, en el canto, más puro por el fuego de la pérdida y el tiempo. Basta un canto agradecido para recuperarlo.