Hay cosas de las que no se puede hablar, porque en cuanto se dicen, se estropean. Son cosas que no pueden materializarse en palabras, que permanecen en la interioridad de la persona.
Así se experimenta una lucha interior entre el impulso arrollador de hablar y el desprecio a las mismas palabras, que siempre parecen impropias. Es una muestra más de que el ser humano no puede ser pura corporalidad sino que es algo mucho más profundo. La persona tiene un reducto intimísimo, incomunicable que nunca podemos aprehender completamente y que a veces nos resulta paradójico. A los santos los ha llevado al misticismo, a los románticos al suicidio, a muchos al escepticismo y la desconfianza, a los artistas a la locura o el aislamiento, a los sufridores al existencialismo, a los polianos a Polo, al expresionismo a la abstracción, a los posmodernos a la angustia.
A mí, por decir algo, me ha llevado a la torpe experiencia de Miguel D'Ors (y es que a quien le guste la poesía, sabe cuánto tiene que ver con lo inefable):
De misterio
¿Quién soy
-Este intervalo de misterio
entre la rosa ardiente que corto para ti
y la rosa sombría que mi mano te tiende.
¿A los polianos a Polo? Hija, que Polo no es ninguna droga... De eso tendremos que hablar... Sé que los polianos son un poco "pesados", pero, por favor, a Polo déjalo en paz, je. Además, con lo que le cuesta entenderlo a tantas personas, ¡no digamos que los polianos van a Polo! Mejor: la verdad es conocida por las personas sinceras... Además de querer ser filósofo, hay que querer, buscar y amar la verdad. Polo es un ejemplo de ello. Los polianos... Sí, eso: Polo.
ResponderEliminarBueno, se puede ver en un sentido muy positivo. "A los buscadores de la verdad a la (¿V?)verdad." Al final, el núcleo de Polo es la persona, ese reducto incomunicable que sólo conoce Dios, ¿no? Y no lo digo en sentido reduccionista o peyorativo, que conste.
ResponderEliminarCreo que lo importante es el poema de Miguel D'Ors... del cual no puedo decir nada, porque hay veces no se necesitan las palabras.
ResponderEliminarPero la persona es en sí misma "trascendental", comunicación, relación... A eso va Polo, si no me equivoco. A la persona no sólo la conoce Dios, sino que nos conocemos entre nosotros. Es la comunicación de la intimidad. Somos imagen de Dios, y la Trinidad es real en el sentido literal de la palabra. Somos como la Trinidad, en el sentido de comunicación. Está claro que el poder pertenece al Padre. Pero el mismo Cristo nos ha dicho que seamos como Él. Vivimos en, con y para el Padre; y de la misma manera co-existimos con las demás personas, divinas y humanas. ¿Me explico?
ResponderEliminarMarce, Amiga no te imaginas como me Fascina leer tu blog, siempre me deja pensando. El correr de los días a veces hace que pierdas ese interés por lo mínimo, hace en ocasiones que olvides reflexionar de los actos, situaciones del común que son la vida misma y lastimosamente como conclusión de tus artículos yo he caído en la monotonía de no profundizar como quisiera a veces por el mismo temor de enfrentarme a esas cosas “que no se pueden hablar, porque en cuanto se dicen, se estropean”. ¡Te quiero mucho amiga! Un beso muy grande y espero verte pronto.
ResponderEliminarDuque!! Me encanta esta entrada! Esa es la realidad de aquello que solamente vivimos al interior de nuestras conciencias. Fernando González Ochoa decía "Estas cosas del interior son muy difíciles de traer a la conciencia, y más aún, de comunicarlas" (El Remordimiento)
ResponderEliminarRafa, sí, te entiendo. Y es algo profundísimo. Polo habla de la comunicación, de ese ser-con. Pero la experiencia es que es algo muy difícil. Ayer, estudiando para Filosofía de la Historia, me di cuenta de que Alvira también nos habló de esto: la incomunicabilidad. Y cómo Nietzsche y otros después de él no saben qué hacer con ello. Al final, la pregunta definitiva que todos se hacen es: ¿es que estamos mal hechos?, ¿por qué la incomunicabilidad se experimenta como limitación?
ResponderEliminarSu!
ResponderEliminarNo sabía que leías el blog. Qué alegría saber algo de ti. Tenemos que hablar, ¿ya estás de vacaciones? ¿Por qué no me escribes al mail contándome qué tal va todo?
Un abrazo.
Daniel, lo de Fernando González es muy cierto, pero creo que llegar a afirmar que "solamente vivimos al interior de nuestras conciencias" es llegar demasiado lejos. Eso sí que sería terrible, el solipsismo absoluto. También somos amistad, comunicación, relación. Y justo por eso, la pobreza en la expresión nos resulta tan limitante.
ResponderEliminarLa cuestión está en la naturae. Si la naturae es corrupta, la Creación está fallida. Es lo que entendió Lutero. También tantos otros teólogos. La naturae no es corrupta. La Creación no le ha salido mal a Dios. Como dijo el Aquinate, el pecado original fue un pecado de ciencia. No de naturaleza. Cuando falta el conocimiento, se pone la voluntad de por medio, y no hay libertad posible ni nada por el estilo. Sólo queda la ley, el imperativo categórico kantiano o la voluntad de poder de Nietzsche, que a fin de cuentas son casi lo mismo, pero expresados con palabras diferentes. La Modernidad es ante todo voluntarista. Digamos que se habla más de la voluntad de la razón que de otra cosa. De pura autonomía y todo eso. Eso son residuos del platonismo, que intentaba poner en puro los conceptos, y la realidad queda velada al conocimiento. De la misma manera el otro-quién. Cuando el quién es siempre desde un yo y un tú. Para poder relacionarnos, para formar un nosotros. Si el conocmiento de la propia naturae queda velado y truncado al fracaso, la persona está condenada y el conocimiento, como anterioridad, queda clausurado. De esta manera, hay una claudicación en el pensamiento, pues queda restringido al pensamiento en sí mismo o pensamiento puro, a priori, que es pensamiento de nada. Ya que es pensamiento objetivante sin objeto presentado delante, extramentalmente. Y así se da paso al voluntarismo idealista y todo lo demás... ¿Me explico?
ResponderEliminarNo tengo tiempo para filosofar... pero no creo que la voluntad se oponga al realismo epistemológico. De hecho la voluntad es más importante que la razón en tanto que ésta solamente representa al ser, mientras que aquella lo desarrolla. De hecho, desde un verdadero realismo, es necesario mirar el acto humano (voluntad)para realmente conocer al ser humano.
ResponderEliminarEn segundo lugar, no veo la coincidencia entre el imperativo categórico y la "voluntad de poder".
Sí, Rafa, muy buen comentario, gracias. Por un lado tenemos la Modernidad y por otro la tradición clásica. En cualquier caso la incomunicabilidad es lo algo propio de la persona. A unos lleva al voluntarismo a otros a la esperanza.
ResponderEliminarRicardo de San Víctor definía a la persona como "la existencia incomunicable de una naturaleza intelectual". El intelecto... la voluntad... etc, etc, etc...
Vamos, da igual. Que cada uno crea lo que quiera. Pero el conocimiento no es nada ni desarrolla nada. No es acto de ser. Por lo tanto no puede nada en sí mismo ni se mantiene como tal. Y la voluntad no desarrolla el ser de ninguna manera. Ya que la voluntad no es nada tampoco si no está acompañada de todo lo demás... Si no se ve el voluntarismo de Kant, qué le vamos a hacer. Kant es bastante irracionalista, quizá más irracionalista que el propio Nietzsche, sólo que Nietzsche se atrevió a decirlo. Llamó a las cosas que se pensaban por su nombre. Nietzsche es un autor astuto y travieso, juega con la intelectualidad de la edad moderna y se mofa de ella... Más que nada, se ríe del kantismo y del hegelianismo. Posturas bastante absurdas... que no llevan a nada, sobre todo a la desesperanza y el escepticismo. Un saludo, Rafa.
ResponderEliminarPor cierto... ¿estamos comunicándonos ahora?
ResponderEliminarPor supuesto, y aún así no sabes nada de mí, de lo que pienso, de lo que llevo más dentro. Ni siquiera sé si yo lo sé y si alguien realmente lo sabe.
ResponderEliminarPero, sí, vamos que te entiendo. ¡Gracias!
¡Qué vida más incomunicable (¿insoportable?)!
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