jueves, 28 de abril de 2011

Surprised by philosophy



Como cada año, se avecinan los exámenes. Y, por no quejarme, más vale decir: ¡Qué gozada es la filosofía! Y aunque supongo que la mayoría de los que leéis este blog ya habréis visto el vídeo, supongo que hay unas cuantas personas de Colombia a las que les puede gustar. Así, además, me solidarizo y les doy un impulso de ánimo a mis amigos filósofos de la Universidad de la Sabana, en estos momentos difíciles.

¡Cautivados por la Filosofía!

domingo, 24 de abril de 2011

Haiku: Nueva vida

Ahora comienzo
con un grito de triunfo:
¡Resucitado!

viernes, 22 de abril de 2011

Haiku: Felix culpa!

Viernes a oscuras;
todo está consumado:
luz de esperanza.

miércoles, 20 de abril de 2011

Quinta palabra

La crucifixión (1512-1516), Matthias Grünewald

Una vez más estamos ante el misterio. No como meros observadores, sino como partícipes activos. Y una vez más, como tantas otras, vuelven a retumbar las palabras de Cristo. El año pasado hablé de la que más me impresionaba, pero hay otra palabra -una sola- que hoy resuena con más fuerza en mis oídos. Los martilla. Se hace eco una y otra vez: Sitio!
"Tengo sed", dicho a media voz, porque no tiene fuerzas para más, es más que una queja por un sufrimiento físico que le atormentaba. Es más bien un clamor por algo que le duele profundamente: la soledad de la cruz, el abandono de sus amigos y sus ansias infinitas de almas, de alguien que reciba todo el amor que le tiene atado a la cruz, con el corazón roto.

¿Y quién no tiene sed en este Valle de Lágrimas? ¿Quién no ansía algo más de su existencia? ¿Cómo mirar la cruz sin exclamar a voz en grito: ¡Tengo sed!? Sólo uniéndonos a su voz se encuentran la sed de Dios y nuestra sed. Sólo Él es el manantial de agua viva y, lo más increíble, sólo cada uno de nosotros -en individual- puede calmar esa sed, que termina por acortar su hora en la cruz.
"Sitio sitiri Deum. Deseo que Dios sea deseado. Dios quiere ser querido, buscado, ansiado, deseado. Dios tiene sed de que el hombre tenga sed de Dios. Más que de nosotros, Dios tiene sed de nuestra sed. Y jamás dejará de tenerla".
(Pilar Urbano, La madre del ajusticiado)

domingo, 17 de abril de 2011

El corazón es un cazador solitario


Para huir de la soledad, me han dicho varias veces, están los libros. Últimamente he estado pensando en ello y en la mítica frase de "Tierras de penumbras" que dice que "leemos para saber que no estamos solos". Y justo hoy he leído en un blog que "una obra literaria es como un amigo".
El problema es cuando tu amigo, el libro, es el que te deja con esa sensación de soledad. Me acabo de terminar "El corazón es un cazador solitario" con ese sabor amargo en la boca. No sé muy bien qué pensar. Me ha gustado, creo, pero supongo que me esperaba algo más "ingenuo".
Eso sí, el título de la novela de Carson McCullers es perfecto. Es el resumen más acertado del libro. Una metáfora de la vida humana, de la soledad que yace en el corazón de todo hombre mientras busca razón de su existencia. El libro está teñido de una cierta tristeza, sutil, pero que va calando hondo, hasta terminar en una cierta desesperanza, que no es otra cosa que la soledad más patente a la que se enfrentan los personajes al final de la historia. Por eso mi natural tendencia a la esperanza se ha visto herida y querría decir que no, que el corazón no es un cazador solitario, que la soledad no nos acompaña, que por eso aún existen los libros, el blog, facebook, los móviles... pero el escepticismo vuela bajo y la realidad es ni los libros, ni el blog, ni el móvil hacen mucho al respecto, y la soledad persiste. Y es que mientras no sean personas... está bien que así sea.

Como siempre, EGM lo dice mejor:

Tuenti, e-mails, móviles,
blogspot... y todavía
la soledad.

O en su otra versión:

SMSs,
tarifas planas, skype,
tuenti, e-mails, facebook,
blogspot... y todavía
la misma soledad.

viernes, 15 de abril de 2011

Intento

Los ojos son el espejo del alma.
Mira los míos de cerca
y verás
únicamente
tu rostro.

miércoles, 13 de abril de 2011

Más que ficción


La literatura habla de lo universal, decía Aristóteles. La literatura infantil más aún. En los cuentos tradicionales (Cenicienta, Caperucita Roja, El Gato con Botas) los protagonistas ni siquiera tienen nombres, se les llama por alguna cualidad que podría tener cualquier otro.

Hoy me he acordado de Gerda y Kay, los niños de La Reina de las Nieves, el cuento de Andersen, que conocí por el libro de Carmen Martín Gaite y la conmovedora historia de Leo Villalba. Al final, es siempre lo mismo: todos, como Leo y como Kay necesitamos de una Sila y una Gerda, alguien que nos ayude a salir de las cavernas que nos vamos construyendo. Gerda, al llorar por Kay, derritió su corazón de hielo y logró que este llorara hasta hacer salir el "cristalito" que había empezado a corroerle; Leo, al sentirse querido como sólo puede puede querer una madre, al encontrarse por primera vez con alguien -¡su madre!- a quien amar incondicionalmente, encuentra por fin un momento de paz, de posible conversión, de sentido. También él logra expulsar el "cristalito" que se le había metido dentro.

Siempre es un momento concreto, un instante, una persona, o varias personas quizá, que logran generar una crisis en el interior de otro, que tocan dentro y llegan a donde ni siquiera ellas se imaginan. Es lo que muchas veces hace una amistad o quizá sólo un instante de escucha sincera. Y si no preguntadle a Singer, el protagonista sordomudo del libro que estoy leyendo ahora, a quien todos acuden simplemente porque sabe escuchar.
Y es que, puestos a hablar de cuentos, si se me apareciera el Genio de Aladdin, creo que este -aprender a escuchar- sería mi deseo... Aunque bueno, pensándolo bien...

lunes, 11 de abril de 2011

Excursus


Cuando en el Evangelio de hoy se dice que los primeros en irse sin tirar ninguna piedra fueron los ancianos, no es porque los viejos acumulen más miserias, sino porque son los primeros en reconocerlas (y al decir viejos no me refiero a octogenarios, hablo más del corazón que de los años). Porque son más humildes, más sinceros. Por eso, a pesar de que tantas veces he hablado de ser niños, poco a poco me inclino más por el ser viejo, bien entendido, por supuesto.
Si sólo fuera por eso que he dicho anteriormente, ya merecería la pena.

miércoles, 6 de abril de 2011

Carta a un hermano que nunca fue

Siempre lo he llamado Alejandro. Pero pudo haber sido chica, pudo haberse llamado Teresa... o Ana... o yo qué sé. Tampoco sé por qué Alejandro, pero así debió haber sido, seguro.
El poema no es muy bueno, ni siquiera bueno. Pero es lo que hay, y ya que está...


Me gustaría tenerte más cerca,
allí en el Cielo no me bastas,
sin un recuerdo más que el llanto,
sin una imagen, sin tu rostro, sin tu voz,
no puedo llamarte hermano.
Si estuvieses aquí nos uniría
un vínculo más fuerte que la muerte,
me llamarías en mi cumpleaños,
en una noche aburrida de insomnio,
hablaríamos de la vida y la memoria.
Me ha llevado veinte años darme cuenta de tu ausencia,
de que en realidad te echo de menos,
por ti he crecido entre adultos,
aprendiendo a vivir en soledad,
a guardarme para mí mis pensamientos.
Tu partida prematura se ha llevado a mis sobrinos,
mis juegos de infantiles, mis peleas,
nuestros paseos familiares una tarde.
Te has llevado una llamada cuando me hace falta
hablar con alguien que me conozca a fondo,
te has llevado lo único que nunca muere,
los lazos estrechísimos de una misma infancia.
Un día, cuando no lo necesite,
nos encontraremos por primera vez cara a cara.
Tú lo has tenido fácil, y lo sabes,
aquí luchamos y la cuesta es dura
para alcanzar un gozo que hace tiempo es tuyo.
Así que ya lo sabes, yo hago lo mío,
tú pon un poco de tu parte:
Dame un regalo el día de mi cumpleaños,
ábrenos un hueco en tu morada
y vela por mis padres mientras yo estoy lejos.
Muéstrales tu gratitud de hijo mayor,
hazles saber que Dios está contento.

sábado, 2 de abril de 2011

A palo seco


Ayer escuché esta frase de Goethe, que no se me va de la cabeza: "saberse amado da más fuerza que saberse fuerte". Por eso el miedo, la duda, el escepticismo son dragones que nos amenazan.
Hoy he leído la meditación de Cantalamessa, el predicador de la Casa Pontificia, que habla, en parte, de esto. A pesar de todo, es difícil creer que Dios nos ame a cada uno, personalmente, con un amor infinito: "es quizá, lo más difícil para nosotros, criaturas humanas". Ante esto sólo nos cabe "la fe-estupor, la fe incrédula (una paradoja, lo sé, ¡pero cierta!), la fe que no sabe comprender lo que cree, aunque lo cree." Es el claroscuro, no sólo de la fe, sino también del amor. Y es que el amor es, en gran medida, una cuestión de confianza. Confianza en el otro (y en el Otro), en su incondicionalidad, en ese "saberse amado" que es el mayor motor, lo mejor que nos puede pasar, aunque no siempre lo experimentemos. Son las tierras de penumbra en las que caminamos, escogiendo el sufrimiento -la fe incrédula- antes que la seguridad.
Y estoy segura, con esta fe, que es tan fe como la fe más fuerte, de que realmente vale la pena.