viernes, 28 de enero de 2011

Como palmeras


Han pasado unos cinco años desde entonces. Fue en el Festival Internacional de Poesía de Medellín, al que mi amiga Vero y yo asistíamos con entusiasmo. Pero eso es otra historia que merece un apartado propio; fueron dos veranos en los escuchábamos poetas y más poetas desde la mañana hasta la noche, bajo un cielo soleado y bajo la lluvia, en los sitios más pijos de Medellín y en los más recónditos, con todo tipo de gente y condición.
Fue entonces cuando escuché un poema que desde entonces lo llevo grabado. Fue como un dardo que ha dejado su herida y que aún permanece. Lo escuché a viva voz, de su autor Juan Vicente Piqueras, a quien además el Festival había premiado. Nos contó que alguien le había explicado una vez que las palmeras, para crecer, tenían que perder algunas de sus ramas... y que él vio en eso una metáfora de la vida, una ocasión para un poema. Desde entonces lo llevo conmigo, y muchas veces me he repetido sus tres primeros versos. Por ese entonces también me descargué el audio y cada cierto tiempo lo escuchaba. Quizá la huella se deba más al momento, a esos primeros encuentros con la poesía, que todavía me resultaba un poco críptica, y que de repente fue un haz de luz.
Hoy me he acordado de "Palmeras" y he decidido aprendérmela. Os la dejo:

Palmeras

Nacemos de la sed. Somos palmeras
que van creciendo a fuerza de perder
sus ramas. Y sus troncos son heridas,
cicatrices que el viento y la luz cierran,
cuando el tiempo, el que hace y el que pasa,
ocupa el corazón y lo hace nido
de pérdidas, erige
en él su templo, su áspera columna.

Por eso las palmeras son alegres
como los que han sabido sufrir en soledad
y se mecen al aire, barren nubes
y entregan en sus copas
salomas a la luz, fuentes de fuego,
abanicos a dios, adiós a todo.
Tiemblan como testigos de un milagro
que sólo ellas conocen.

Somos como la sed de las palmeras,
y cada herida abierta hacia la luz
nos va haciendo más altos, más alegres.
Nuestros troncos son pérdidas. Es trono
nuestro dolor. Es malo
sufrir pero es preciso haber sufrido
para sentir, como un nido en la sangre,
el asombro de los supervivientes
al aire agradecidos y estallar
de alta alegría en medio del desierto.

lunes, 24 de enero de 2011

Espera poco para disfrutar mucho


La decepción es una experiencia muy humana. Incluso antes de tener conciencia hemos vivido ya múltiples decepciones. Es una de las principales razones, creo yo, por la que los niños lloran. Así pues, crecemos sabiendo que la vida muchas veces puede resultar decepcionante, que las personas no siempre son lo que esperamos, que nuestros deseos no siempre se ven cumplidos. Y a medida que pasa el tiempo esta realidad resulta más punzante. De niños hacemos de esas decepciones un mundo, pero al final se pasan rápidamente, nos damos cuenta de que no era para tanto; pero después la desilusión te pilla por la espalda, cuando menos te la esperas, e incluso, cuando resulta predecible, esa pequeña esperanza que vive en nuestra alma -que es algo así como una caja de Pandora- nos hace pensar que no habrá tal tristeza. Hasta que, voilà, nos damos cuenta de que no era más que una esperanza. Entonces es fácil caer en el cinismo o el escepticismo. Ya hemos sido defraudados demasiadas veces, la esperanza ha resultado traicionera. Así que decidimos ponernos por encima de ella y mirarla con aire escéptico: "Esta vez no me engañarás." Y empezamos a decir a la gente que la vida te da golpes, que entre más esperes más dura será la caída, que en cuanto empiezas a confiar mucho te llega la puñalada por la espalda..., así que lo mejor será "esperar poco para disfrutar mucho". Vive la vida con actitud de todo-me-da-igual y así, después, las cosas te sorprenderán: "Al final no ha estado tan mal como me lo esperaba". La idea es mirar el futuro con cierta cautela y predisposición, con la ley de Murphy bajo el brazo, así cuando pase algo bueno que exceda tus expectativas nulas, lo disfrutarás mucho mejor, como un regalo.
Lo reconozco. Cuando una alegría te llega de sorpresa es una doble alegría, pero el lema "esperar poco para disfrutar mucho" es divisa de los vencidos, de quien siendo viejo aún es demasiado joven y de quien siendo joven ya se ha hecho demasiado viejo.
Probablemente decir esto sea tirar piedras sobre mi propio tejado, pues el escepticismo se asoma con frecuencia a mi ventana. Aferrarse a la esperanza el último resplandor de un fuego que se consume es algo miserable, como cuando decides salir con alguien porque todos los demás planes se han desbaratado y todas las demás opciones son lo suficientemente indeseables como para escogerlas. La esperanza, lo he dicho en otro sitio, no es consuelo sino motor, realidad arrolladora, que todo lo puede (al menos como virtud cristiana).
Estoy convencida (sí, esperanzadamente) de que al final de nuestra vida no sólo se nos examinará en el amor, como dice san Juan de la Cruz, sino también en la fe y la esperanza, y nuestro premio se nos dará en la medida de esa esperanza. Quien mucho espera, mucho se le dará. “Nuestra esperanza no se verá defraudada”. Para quien vive con una esperanza fuerte, radical, nunca habrá decepciones demasiado grandes como para echarlo todo por el suelo. ¿Decepciones? ¿Sufrimiento? Sí, siempre y quizá a costa de esa esperanza sean grandes, pero nunca desesperantes, siempre con una sonrisa. O al menos -aquí sale mi yo escéptico- es lo que cabría anhelar.

miércoles, 19 de enero de 2011

Desafío 2011



Me uno a la iniciativa de este blog, que he conocido por Baarry, de leer 50 libros este año. No será fácil, pues no me caracterizo precisamente por ser una lectora veloz y voraz, pero creo que merece la pena aceptar el reto, sobre todo porque nada como disfrutar de un buen libro. Y bueno, la verdad es que saber que otra gente lo hace es siempre un buen aliciente. Así también podemos compartir ideas de libros buenos y sacar tiempo para disfrutar y cultivar un poco la mente.
En esta entrada escribiré los libros que vaya leyendo, sean 20 ó 50, en cualquier caso no será una derrota. (Aunque la satisfacción de los 50 no estaría nada mal).

Post-scriptum: Al final, después de pensarlo un poco, he decidido incluir también los libros de Filosofía que lea, al fin y al cabo, libros son. Y también los de Poesía. Pensaba dejarlos de lado, porque aunque poéticamente leer un verso requiere una eternidad, en realidad la poesía es pobre y mendiga sólo unos minutillos. Sin embargo, creo que la poesía ya está suficientemente olvidada como para dejarla atrás. Así que la incluyo, sí, en su propio apartado. Si suma o no, es lo de menos.

1. La señora Dalloway, Virginia Woolf.
2. El Fedro, Platón.
3. Una historia de amor y oscuridad, Amós Oz.
4. El silencio creador, Federico Delclaux.
5. Metafísica y lenguaje, Alejandro Llano.
6. El festín de Babette, Isak Dinesen.
7. Enrique V, William Shakespeare.
8. Metafísica tras el final de la metafísica, Alejandro Llano.
9. El rector de Justin, Louis Auchincloss.
10. Olor a yerba seca. Memorias. Alejandro Llano.
11. El corazón es un cazador solitario. Carson McCullers.
12. Ethos y polis. Alfredo Cruz Prados.
13. Sostiene Pereira. Antonio Tabucchi.
14. El viaje de Jonás. José Jiménez Lozano.
15. Matar a un ruiseñor. Harper Lee.
16. Tres rosas amarillas. Raymond Carver.
17. El ingenioso Hidalgo don Quijote de la Mancha. Miguel de Cervantes Saavedra.
18. Retrato de una dama. Henry James.
19. Helena o el mar del verano. Julián Ayesta.
20. En lugar seguro. Wallace Stegner.
21. Tres horas en el Museo del Prado. Eugenio D'Ors.
22. Segunda Navegación. Alejandro Llano.
23. 84, Charing Cross Road. Helene Hanff.
24. El Gatopardo. Giuseppe Tomasi di Lampedusa.
25. Tiempo, sustancia y lenguaje. Ensayos de Metafísica. Fernando Inciarte.
26. Esculpir en el tiempo. Andrei Tarkovski
27. Lo barroco. Eugenio D'Ors.
28. Fausto. Goethe.
29. Vida de don Quijote y Sancho. Miguel de Unamuno.
30. Dios y la filosofía. Étienne Gilson.
31. ¿Qué es filosofía? José Ortega y Gasset.
32. El hombre del traje gris. Sloan Wilson.
33. Ser y participación. Ángel Luis González.
34. Polvo y ceniza. María Helena Uribe de Estrada.
35. El poder de la mentira. Nietzsche y la política de la transvaloración. Jesús Conill.
36. Verde agua. Marisa Madieri.
37. La educación de Oscar Fairfax. Louis Auchincloss. (En proceso)
38. La condición humana. Hannah Arendt.
39. Anna Karénina. Leo Tolstói.

POESÍA
1. Con el tiempo, Enrique García-Máiquez.
2. Vida y milagros, Gabriel Insausti.
3. Ardua mediocritas, Enrique García-Máiquez.
4. El rayo que no cesa, Miguel Hernández.
5. La amistad silenciosa de la luna, José Cereijo.
6. La voz a ti debida. Pedro Salinas.
7. Mirar el fuego. Rocío Arana.
8. Antología poética. Jan Twardowski.
9. Algunos poemas. Ramón Gaya.
10. Tierra de fuego. Adam Zagajewski.
11. Acaso una verdad. Andrés Trapiello.
12. Informe desde la ciudad sitiada y otros poemas. Zbigniew Herbert.
13. Poemas. Dylan Thomas.
14. Cuarenta y nueve poemas. Rainer María Rilke.
15. Entre el muro y el foso. Julio Martínez Mesanza.
16. 42 poemas. Fernando Pessoa.

martes, 18 de enero de 2011

Esto es de broma


Ayer estaba con unos niños de 2º de primaria, que se supone que el próximo año harán la Primera Comunión. Como siempre, no me hacen mucho caso, pero sus comentarios al margen de la clase a veces son dignos de atención, o al menos dicen mucho de lo que tienen ahora los niños en mente y, por extensión, de lo que les enseñan en el colegio y lo que oyen en la tele.

Ínigo, llamésmole así, estuvo toda la clase muy ocupado "fumándose" un cigarro, que en realidad era un lápiz más que mil veces mordido y babeado; mientras que Gabriel que sólo sabe montar follón y contarme que es de los "malos" de su clase, respondía muy diligente a mis preguntas sobre los Diez Mandamientos:

—A ver, primer mandamiento— preguntaba yo.

—¡No fumarás!— respondía a gritos.

—Segundo...

—¡No fumarás!

—Tercero...

—¡No fumarás!

Y así hasta el décimo.

Cualquier parecido con la realidad actual no es pura coincidencia. Crecen y crecen las leyes antitabaco, mientras que por otro lado se matan niños en nombre de la libertad.
"Papá-Estado se ocupará de protegeros, chicos. No os preocupéis, aventajados alumnos de 2º primaria: ¡Los Mandamientos del Estado son los que valen! ¡No fumarás!".
Todo lo demás, como dice la viñeta de Quino, vendrá por añadidura.

lunes, 17 de enero de 2011

Ars poetica


Hace poco alguien me escribía una carta que terminaba diciendo: "Nuestras cartas son mejores que nosotros mismos". Una flecha que me dio en el blanco, porque en esa frase está toda mi arte poética, la justificación del por qué escribo y lo que subyace en este blog, en mis cartas... y si vamos un poco más allá, en toda mi vida.

Si le preguntáis a mis amigos de siempre os dirán todos que vivo de ideales, que sueño con sembrar esperanza (y que además, ay de mí, me lo creo). Muchos incluso lo admiran y me sorprende que no son pocos los que aún me dicen, lo copio de un email de esta Navidad, "espero que aún estés queriendo cambiar el mundo".
Si le preguntáis a mi almohada quizá os diga otra cosa. Quizá os decepcione. Y es que me he dado cuenta que cuando escribo voy haciendo de mí un yo más perfecto, voy buscando respuestas y acercándome a ese ideal de vida que trasciende la literatura. Cuando hablo con los demás creo que me pasa lo mismo. A veces, ser cínico es más fácil. E intento superarlo dejando esas siembras de esperanza, de idealismo, de sentido.
Por eso sabed siempre que mis palabras, escritas o habladas, son mucho mejores que yo misma. No creo que sea un engaño, es parte -la mejor parte- de lo que soy. Al fin y al cabo, ya lo he dicho varias veces en blog, al escribir no busco más que dar un poco de luz y encontrar, a su vez, esa luz para mí misma: la lucidez que necesito para vivir día a día con una sonrisa y no el lucimiento de un prosa o una poesía perfecta (que, reconozcámoslo, está muy lejos de mi talento). Si escribo no es porque crea que el mundo deba escucharme, sino porque creo el oficio me hace un poco mejor, me llena de razones, me hace detenerme, me ayuda a mirar. Y así, poco a poco, quizá logre ese cambio, deje ese huella. En todo caso, este post también es una muestra de todo esto.
Y disculpad si a veces sale ese yo, más pobre e imperfecto, si a veces me sale un grito desesperado. Con dice la frase latina: "Aliquando bonus dormitat Homerus", hasta el bueno de Homero dormita alguna vez. Y a veces el corazón busca escapatorias, se siente en su derecho de echarse una larga siesta de una buena vez. Cuando escuchéis ese grito, cuando penséis que "no soy esa", sonreíd y pasad de largo, que tengo buenos despertadores.

Mientras escribía esto me he acordado de un poema de Enrique García-Máiquez que, en realidad, expresa mucho mejor lo que sólo he sabido decir a trompicones.

Poética

Palabra tras palabra,
sin prisa, voy forjando
un personaje mío
que es yo mismo:
un yo máximo

sin defectos o apenas
con aquéllos simpáticos,
que logran que el lector
me sienta más cercano.

Pero los otros, éstos
que me avergüenzan tanto,
pienso que los corrijo
a fuerza de callármelos.

Escribir es cribar;
desde luego mis fallos,
pero también mis temas,
mis tonos, mis hallazgos...

Dejar sobre el papel
tan sólo a un hombre sabio,
y bueno, parecerme
a ese hombre con los años.

domingo, 16 de enero de 2011

Volver

Miedo de volver y no reconocer mi casa,
que mis árboles de siempre
me miren con un aire envejecido,
que el sol que me despertaba de pequeña
ya no se asome a mi ventana.
Miedo de que mis calles ya no sean mías
y que sean otros niños
-¡de otro siglo! ¡de otro milenio!-
los que jueguen en mi parque,
miedo de volver a buscar mis huellas
y encontrarme con caminos
que no llevan a ninguna parte.
Miedo de sentirme una extraña,
de avergonzarme de mi gente,
y que mis mendigos ya no me vean
como una hermana.
Miedo de de mi lengua
se haya convertido en madrastra,
de no acertar a encontrar las palabras.
Miedo de ser otra y que tú también lo seas,
y que cuando, por fin,
se encuentren nuestras miradas
-¡con tanto qué hablar!-
sólo me puedas decir:
"Sí. Entre nosotros sólo ha pasado tiempo".

miércoles, 12 de enero de 2011

Érase un día de verano


Un feliz día de verano Sócrates y Fedro se van a dar un paseo, a las afueras de la polis, para hablar de filosofía. La escena es ciertamente idílica, casi roza lo romántico. Todo lo que alguien que disfrute de una buena conversación puede desear. Hace sol, pero Sócrates y Fedro encuentran un lugar a la sombra, con un viento suave que los acaricia, al lado de un riachuelo, donde se sientan descalzos a mojarse los pies. Y allí transcurre la escena, la conversación sobre el amor, la belleza, la escritura, la retórica, que termina -¿de qué otra manera podía acabar?- con una oración, que hago mía.
Oh querido Pan, y todos los otros dioses que aquí habitéis, concededme la belleza interior, y que todo lo exterior se enlace en amistad con ella; que considere rico al sabio; que todo el dinero que tenga sólo sea el que puede llevar y transportar consigo un hombre sensato, y no otro.
Y después de semejante oración y del resto del Diálogo, en el que se discute sobre la palabra, me pregunto: ¿Qué habrían dicho Sócrates y Platón si hubiesen conocido el comienzo del evangelio de san Juan?

Ἐν ἀρχῇ ἦν ὁ λόγος, καὶ ὁ λόγος ἦν πρὸς τὸν Θεόν, καὶ Θεὸς ἦν ὁ λόγος.

¡Dios, que es la Palabra! ¡La Palabra, que es Dios! Platón, de algún modo, lo sabía. Veía que en las palabras había un algo divino. Y escribió cosas hermosas al respecto. La crítica y defensa, en distintos sentidos, de la palabra escrita, tiene algo que ver con esa intuición. Hay un arte de las palabras, dice Platón en boca de Sócrates, que hay que cultivar como el propio mundo interior: es "el jardín de las palabras", pues éstas son "esa semilla inmortal, que da felicidad al que la posee en el grado más alto posible para el hombre": esa vida, que según Aristóteles, casi alcanza lo divino.

sábado, 1 de enero de 2011

Año nuevo, ¿vida nueva?


¡¡FELIZ AÑO!!

Año nuevo: es momento de recomenzar, momento de empezar con esperanza. Cuando era pequeña siempre hacía una lista de buenos propósitos. Era una buena costumbre y supongo que aún hoy lo es, pero si no fuera porque cada vez me conozco un poco mejor... Bueno, bueno, he dicho que era un momento de esperanza. Así que haré mis propósitos, con un enfoque más "esperanzador", es decir, más teologal, que ya sé que a fuerza de brazos no se gana la pelea.

Para esto os dejo un cuento de Mrozek, el gran escritor polaco que juega con la ironía magistralmente y que viene de perlas para estas fechas.

***

Decidí comenzar una nueva vida. Categórica e inapelablemente. Sólo quedaba una cuestión por decidir: ¿a partir de cuándo?
La respuesta no dejaba lugar a dudas: “a partir de mañana.”

Al despertarme al día siguiente constaté que otra vez era “hoy”, igual que “ayer”. Puesto que había de comenzar una nueva vida a partir de mañana, no podía comenzarla hoy.

“No importa -pensé-. Mañana será también mañana.”

Y pasé tranquilamente el día a la antigua. No sólo sin remordimientos de conciencia, sino lleno de buenos sentimientos y reconfortante esperanza.
Pero, por desgracia, el día siguiente era de nuevo hoy, igual que ayer y anteayer.
“No es culpa mía -pensé- que algún demonio no pare de cambiar el mañana por el hoy. Mi decisión sea irreprochable e irrevocable. Intentémoslo una vez más, acaso el demonio se canse y mañana sea por fin mañana.”
Desgraciadamente no fue así. Seguía siendo hoy y nada más que hoy. Acabé por perder la esperanza. “Todo parece indicar que nunca llegaré a ese mañana -pensé-. ¿Y si comienzo la nueva vida no a partir de mañana sino a partir de hoy?"

Sin embargo, en seguida advertí lo absurdo de semejante planteamiento. Porque si hoy se repite invariablemente desde hace tanto tiempo, tiene que ser ya muy viejo, y por tanto cualquier vida hoy también tiene que ser vieja. Una nueva vida es una nueva vida y sólo es posible si comienza de nuevo, o sea a partir de mañana, si es que ha de ser de veras nueva.

Y me fui a dormir con la firme decisión de que a partir de mañana comenzaría una nueva vida. Porque a pesar de todo siempre tiene que haber un mañana.