viernes, 11 de noviembre de 2016

A propósito de las elecciones

Así como hay momentos en que el patriotismo se apodera del alma en tonos sobrecogedores, o la luz de siempre luce de un modo nuevo justificando la creación entera, así hay momentos en que la fe Católica, en concreto, no sólo Dios en abstracto, brilla con una belleza especial, con una verdad tan cierta que no cabe más que ponerse de rodillas y agradecer la gracia de vivir en ella.
No sé si es por la turbulencia de estos días, la ironía del odio de quienes acusan a otros de odio o la confusión que siembran las redes sociales y los medios, pero recibir esto ha supuesto un toque de realismo, del de verdad, de la única realidad perenne, de lo único que debería importarnos.
Qué orgullo formar parte de una universidad en que Dios ocupa un lugar central, de modo que todo lo demás se ubica por sí mismo en su sitio. Sapientis est ordinare. La verdad, entonces, no se toma en un sentido puramente pragmático, no cabe tergiversarla en odio, ni en un fin egoísta, y no se le cortan las alas a la razón. Esto es lo más "open-minded" que he leído hasta ahora acerca de las elecciones. Qué orgullo, insisto, pertenecer a una "community of scholars and aspiring saints." Nunca lo había visto desde esa perspectiva. Cuántas universidades han renunciado a esta misión, la entraña misma de las primeras universidades, en busca de servir unos fines que, en el mejor de los casos, sólo son puramente pasajeros. 


viernes, 28 de octubre de 2016

The Journal of Jules Renard

"The Journal of Jules Renard," edited and translated by Louise Bogan and Elizabeth Roget, New York: TinHouse Books, 2008.

Algunos de los pensamientos de Renard, ligeramente ordenados.

On writing

"Talent is a question of quantity. Talent does not write one page: it writes three hundred. No novel exists which an ordinary intelligence could no conceive; there is no sentence, no matter how lovely, that a beginner could not construct. What remains is to pick up the pen, to rule the paper, patiently to fill it up. The strong do not hesitate. They settle down, they sweat, they go on to the end. They exhaust the ink, they use up the paper. This is the only difference between men of talent and cowards who will never make a start. In literature, there are only oxen. The biggest ones are the geniuses—the ones who toll eighteen hours a day without tiring. Fame is a constant effort." 

"To lie watching one's mind, pen raised, ready to spear the smallest thought that may come out."

"Style. I always stop at the brink of what will not be true."

"Every moment my pen drops because I tell myself: 'What I am writing here is not true'."

"Inspiration is perhaps only the joy of writing; it does not precede writing."

"Weep! But no one of your tears must reach the tip of your pen and mix itself with your ink."

"A beautiful line of verse has twelve feet, and two wings."

"Put a little moon into what you write." 

"To take notes is to play the scales of literature."

"The hours when we should write nothing but music."

"There cannot be on the one side form, and on the other, matter. A bad style is an imperfect thought."

"Your page on autumn must give as much pleasure as a walk through fallen leaves."

"I want to create a style for myself as clear to the eyes as a spring morning."

"Never having as yet observed anything, he loved the grand and the emphatic."

"Most men have seen approximately the same things, but only the artist know how to recall them to his memory."


Metaphors / Similes 

"A bird enveloped in mist, as though bringing with it fragments of cloud torn with its beak." 

"Sea foam. The tide seems to burst, like a muffled, distant explosion of which we should be seeing only the smoke."

"The spider glides on an invisible thread as though it were swimming in the air." 

"A lightweight moon, as though made out of a piece of white cloud."

"The reconciliation of two friends. Suddenly, the heart, which was dry, hard and shrivelled, softens and expands, as though it had fallen into pure water."

"When I returned to the country, the morning greeted me with the song of larks sparkling in the air like flames at the ends of tall candles."

"I am like a house that, not being able to change its place, would open its windows in order to fill itself with the unknown; but nothing enters, and meanwhile the house has lost its intimacy."

"Unsightly as a piece of paper in a meadow."

"The wind claps in the night like a black sheet."

"She is affected; each one of her words seems to have been rolled in flour."

"To dream is to think by moonlight, by the light of an inner moon."

"Rapid as the thought of a zebra."

"The shepherd with his sheep looks like a church with its village."


Some images

"The moon spreads winter. All the cold falls from this moon that glitters in the sky like a piece of ice."


"The moon spreads a fine, even snow over the roofs."

"The houses look into the street through their open, illuminated doors. All the light comes out into the street."

"The vitality of the cat, who appears so lazy. His ears and his eyes are always at work. He has within him prepared leaps, and, under him, ready claws."

"The village under the moonlight like furniture under its dustcover."

"One can well believe that the eyes of the newborn, those eyes that do not see and into which one finds it difficult to look, contain a little of the abyss from which they come."

"The tree has never been able to make its shadow circle it completely." 

"The cat asleep, well buttoned into its fur."

"Night settles into the woods. It will spend the day there."

"Nature quivers at being painted by a young girl."


"The lips of the water sucking the ice."

"The silky sound of the reeds."

"The bat always seems to be flying within four walls."

"The woman had loved so much that when you drew close to her you could hear, in the delicate shell of her ear, the far-off rumor of love."

"A tree drops a leaf on my shoulder and goes back to dreaming."

"Snow on water: silence upon silence."

"The security of a new shoelace."

"The sudden naturalness of an actor when, during a rehearsal, he interrupts himself to speak to the prompter."


Etc...

"When he drinks with a couple, he always pays, so that people may believe he is the lover."

"It is at the cost of all my anguish that I give to other an impression of perfect security." 

"The death of my father makes me feel as though I had written a beautiful book." 

"There is nothing like a disciple to show us our faults." 

"I have an anti-clerical mind and the heart of a monk."

"Not the smallest charm of truth is that it scandalizes."

domingo, 4 de septiembre de 2016

Still Mine

"Still Mine" es la mejor película que he visto este año. Cuánta delicadeza, cuánta belleza.
Es una película que habla del amor y la vejez. Y del amor en la vejez.


Es una película de tradición. De las tradiciones y los amores de antaño, de la mujer que sabe cuidar de su hogar y el hombre que domina su oficio, conoce de maderas, tala él mismo los árboles y construye una casa para su familia con sus propias manos. Aun a pesar de nuestros modernos Estados hiperburocráticos, superpoderosos y ultrarreguladores.



Es una película sobre la belleza. O no. Quizá es simplemente una película bellísima que se detiene en la belleza de las cosas pequeñas, de los silencios que esconden una intimidad tan honda. La belleza de los paisajes y del mundo interior de dos personas que se aman.




La belleza, por ejemplo, en esta escena, de esas manos que recorren con qué tacto —casi como una caricia en la piel— la mesa con las cicatrices de una familia: 


A Wallace Stegner le hubiera gustado.

domingo, 28 de agosto de 2016

Lo políticamente correcto y la Academia

Desde hace unos meses se ha agudizado la discusión sobre la libertad de expresión en las universidades, que se ha visto seriamente amenazada por la hipersensilidad de nuestra sociedad —y nuestra generación en concreto— que ve un ataque en cualquier afirmación que no asienta ciegamente a los dictados de los políticamente correcto, del discurso plena y llanamente inclusivo. Aún en cuestiones en las que el sentido común marcaría diáfanamente hacia otra dirección o donde simplemente reina el buen humor (como en el caso del Tweet de Ellen DeGeneres sobre Usain Bolt), la policía antidiscrimación no deja escapar ni una.
Es una pena que las universidades vayan cediendo ante las absurdas presiones y terminen por amordazar a sus profesores y sus alumnos a la hora de discutir ciertos temas que, simplemente, ya-no-se-discuten, bajo la pena de ser tachado de machista, homófobo, egotista, ciego-ante-tus-privilegios. 
Ahora que la Universidad de Chicago ha escrito una carta a sus nuevos alumnos en la se niegan a ceder ante ciertas presiones para no ofender a nadie, me he acordado de un discurso de Charlton Heston en la Universidad de Harvard, pronunciado hace ya casi 20 años, donde les advierte lo que ya se estaba cuajando y que ahora nos estalla en cara constantemente.

Resulta que Charlton Heston era un firme defensor de la posesión de armas, una opinión que le trajo muchos enemigos y que le hizo darse cuenta de que empezaba a tomar forma "una guerra cultural orwelliana" en la que sólo ciertos discursos y acciones eran aceptados. 
Heston no habla en términos abstractos. No se le puede acusar de que se inventa un fantasma peligroso que en realidad no existe, pues desciende a detalles concretísimos, como los siguientes:

1. En el Antioch College, en Ohio, jóvenes que buscan intimar con una compañera deben recibir autorización verbal en cada paso del proceso, empezando por los besos, las caricias, hasta, al final, la copulación. Todo esto descrito en una directiva impresa de la universidad.
2. En Nueva Jersey, a pesar de la muerte de varios pacientes alrededor del país que habían sido infectados con SIDA por sus médicos, la comisión estatal anunció que los proveedores de salud que era VIH positivos no debían decir a sus pacientes que estaban infectados.
3. En William and Mary, los estudiantes trataron de cambiar el nombre del equipo del colegio, "La Tribu", porque supuestamente estaba insultado a los indígenas locales, sólo para darse cuenta después de que en realidad a los indígenas les gustaba ese nombre. (Y etc.)

Para seguir con los absurdos, Heston trae la historia, reciente entonces, de David Howard, Jefe de la Oficina del Defensor Público de Washington D.C., al que hicieron renunciar y pedir disculpas públicas por usar la palabra "niggardly" en una conversación sobre asuntos monetarios con algunos colegas. La palabra, por supuesto, no tiene ninguna connotación racial ni conexión con la palabra "nigger" y simplemente significa "miserable", "escaso". 
Un columnista tuvo el sentido común de hablar por Howard y escribió: "A David Howard lo despidieron porque algunos empleadores públicos eran unos imbéciles que (a) no conocían el significado de 'niggardly', (b) no saben cómo usar un diccionario para descubrir el significado, y (c) terminaron por exigirle que se disculpara por la ignorancia de ellos".

Sigue diciendo Heston:
"Ahora, ¿qué es lo que todo esto significa? Entre otras cosas, significa que decirnos qué debemos pensar ha evolucionado en decirnos qué debemos decir, así que decirnos qué debemos hacer no puede estar muy lejos. Antes de que puedan clamar que son campeones del libre pensamiento, díganme: ¿Por qué la corrección política se originó en los campus de Norteamérica? ¿Y por qué continúan tolerándola? ¿Por qué ustedes, que se supone que deben debatir ideas, se someten a su represión?

Y más adelante:
"¿Quién va a proteger la materia prima de las ideas sin cadenas, si no lo hacen ustedes? La democracia es diálogo. ¿Quién va a defender los valores centrales de la academia, si ustedes, los supuestos soldados del libre pensamiento y la expresión entregan sus armas y suplican 'no me disparen'?
Si hablas de raza, eso no te hace machista. Si ves distinciones entre los géneros, eso no te hace sexista. Si piensas críticamente acerca de una denominación, eso no te hace antirreligioso. Si aceptas, pero no celebras la homosexualidad, eso no te hace homofóbico.
No dejen que las universidades de Estados Unidos continúen sirviendo como incubadoras de esta epidemia desenfrenada de nuevo macartismo. Eso es lo que es: nuevo macartismo. Pero, ¿qué se puede hacer? ¿Cómo alguien puede prevalecer ante tal sujeción social tan generalizada?
Pues bien, la respuesta ha estado allí todo el tiempo. La aprendí hace 36 años, en las escaleras del Lincoln Memorial en Washington D.C, de pie con el Dr. Martin Luther King y otras doscientas mil personas. 
Simplemente, desobedecer. Pacíficamente, sí. Respetuosamente, por supuesto. Sin violencia, claramente. Pero cuando cuando se nos dice qué pensar o qué decir o cómo comportarnos, no lo haremos. Desobedecemos el protocolo social que ahoga y estigmatiza la libertad personal
Aprendí el sorprendente poder de la desobediencia del Dr. King, quién lo aprendió de Gandhi, y Thoreau, y Jesús, y todo otro gran hombre que lideró a aquellos en la verdad en contra de aquellos en el poder.
La desobediencia es nuestro ADN. Sentimos afinidad innata con este espíritu desobediente que lanzó en té en el puerto de Boston, que envió a Thoreau a la cárcel, que se negó a sentarse en la parte trasera del autobús, que protestó contra la guerra de Vietnam. 
En ese mismo espíritu les estoy pidiendo repudiar la corrección cultural con una desobediencia masiva de la autoridad inmoral y las leyes onerosas que debilitan la libertad personal.
Pero deben tener cuidado. Duele. La desobediencia exige que se pongan en riesgo. Dr. King estuvo de pie en muchos balcones. Deben estar dispuestos a ser humillados, a soportar lo que hoy en día equivale a los policías de Montgomery y los cañones de agua en Selma. Deben estar dispuestos a experimentar la incomodidad."

Los linchamientos en las redes sociales, la picota pública a la que someten a ciertas personas, el odio desenfrenado que despiertan no ya los comentarios, sino lo que otros afirman que otros dijeron, son una buena muestra de lo que decían Charlton Heston, y que no ha hecho más que acentuarse con los años. Hay que pesar terriblemente cada palabra. Hablar, quién lo diría, es ya cosa de valientes. 

sábado, 20 de agosto de 2016

Un pecado ¿menor?

Todo pecado es, en el fondo, una forma triste de perder el tiempo. Ahora, cuando el pecado es precisamente perder el tiempo... ¡doble tristeza! Y qué sabor tan amargo deja.

martes, 16 de agosto de 2016

Los griegos

¡Contemplad el objeto de oro más bello sobre la tierra!

O eso fue lo que dijo Robin Lane Fox al contemplar esta corona de mirto en un museo. Se dice que no pudo contener las lágrimas al verla. Suena excesivo, pero lo entiendo bien. Yo también me conmoví al mirarla de cerca, casi al final de una fascinante exhibición sobre los griegos en el Museo de la National Geographic. Y es que esta pieza de oro no es una pieza cualquiera. Es del siglo IV a.C. y fue encontrada en la tumba de Filipo II, el padre de Alejandro Magno. Se dice que esta delicadísima corona de mirto pertenece a Meda, la quinta esposa de Filipo, que se lanzó a la pira funeraria donde estaba el cuerpo de su difunto esposo. Alejandro Magno, al ver esta muestra de fidelidad y piedad marital, decidió que el cuerpo de Meda fuera enterrado junto al de su padre, y le mandó a hacer esta corona de oro en su nombre.
La corona es, sin duda, un objeto preciosísimo, pero habría que ver el resto de tesoros, mucho más antiguos, que muestran la destreza de los griegos para trabajar el oro con una finura que pareciera que sólo podría lograrse con técnicas modernas. Los grabados en monedas y, especialmente, los anillos son un botón de muestra del genio artesanal griego.

Esto, sólo por mencionar algo que para mí era desconocido. Luego habría que ver las armas, las cerámicas con las historias de la Ilíada, las estelas funerarias, los bustos, los bajo relieves, los restos que dan cuenta de los Olímpicos y el sistema político, etc., que hacen que "Los Griegos" sea, definitivamente, una de las exhibiciones arqueológicas más vivas y emocionantes que he visto en un Museo, que consiguen hacerte sentir la experiencia de viajar en el tiempo. El gran mérito de la exposición está en conseguir dar a conocer a los personajes que se esconden detrás de los objetos aparentemente anónimos hallados en una excavación. Y cuando esos personajes son Los Griegos, ese encuentro no puede ser más que fascinante. 

lunes, 15 de agosto de 2016

Corría el año 2006...

Diez años han pasado ya y todavía lo recuerdo, y lo canto en un poema.

Gratitud

Si yo no hubiera escrito aquel poema
adolescente del tiempo y sus cuitas
no me habrías buscado aquella noche
para hablar de lo humano y lo divino.
Quién diría que iba a ser la poesía
la causa de que así hirieras mi alma
y cambiaras por siempre mi destino.
Sin ese casual diálogo quién sabe
qué sería actualmente de mi vida.
Si seguiría en guerra contra el tiempo
o hubiera renunciado a aquellas búsquedas.
Si tú no hubieses ido qué sería.

No quisiera si quiera imaginarlo.

miércoles, 10 de agosto de 2016

On your left

Para aprovechar el buen tiempo del verano, he decidido explorar los senderos ecológicos de la ciudad, perfectos para andar en bicicleta. El sábado pasado completé la monumental hazaña de recorrer los más de 35 kilómetros que separan mi casa de la de George Washington, en Mount Vernon. Y después, el regreso. A pesar de los pesares, las subidas y el cansancio, los 70 kilómetros se hacen con gusto, gracias a la belleza de los senderos. Es fácil, como Aleixandre, sentirse como una mariposa cuando se pasa, casi volando, por los árboles en hilera.
Durante las más de cinco horas del camino pensé en Miguel d'Ors, en esos poemas que componía en bicicleta. La descripción de esos senderos que tanto le gustaban eran un fiel reflejo de lo que veía antes mis ojos: "carreteritas campesinas flanqueadas por alineaciones de grandes árboles con faja cuyas ramas se abrazan por el aire, formando un gratísimo túnel de frescura y pájaros". 
Los versos, sin embargo, no brotaban y mi pensamiento terminaba en consideraciones políticas cada vez que algún ciclista mucho más diestro y entrenado,  gritaba, justo antes de sobrepasarme, "on your left!"
Yo iba a mi paso firme, sólido... quizá lento. Con un bicicleta que encontré sin aire, llena de telarañas, un tanto pesada, muy parecida a la que tenía de pequeña. Los raudos ciclistas pasaban —on your left!— con sus bicicletas de ruta, altas, estilizadas, veloces. Pensaba en el progresismo de izquierdas que parece que nos supera. Nunca me había sentido tan de derechas, con mi paso firme pero seguro y mi bicicleta con aire de antaño.

martes, 9 de agosto de 2016

Vuelvo a la universidad

04/08/2016

Hace dos semanas llegué a Washington DC. Dos semanas es aún poco tiempo y no quisiera hablar de presagios, aunque, en el fondo, sí quisiera que el cambio de residencia, de idioma, de oficio marcara el comienzo de una etapa renovadora y fructífera. Quisiera volver a leer más poesía, escribir nuevamente en el blog y, en definitiva, empezar/terminar de perfilar mi camino filosófico: tras cuatro años de ser profesora vuelvo a sentarme en las aulas como estudiante.
Un cambio tan grande es siempre ocasión de despertar el asombro, fijarse en pequeños detalles, dejarse sorprender por lo desacostumbrado. No conozco mejor método que la escritura para reflexionar, "ponderar las cosas en el corazón" y dejar que ese asombro deje pozo. Un diario personal bastaría, pero de alguna manera mis intentos diarísticos me han llevado al hastío. Creo que a la larga necesito que la escritura sea realmente un diálogo, dejar una puerta abierta a que alguien pueda decir algo. Ahora nadie comenta en los blogs —yo a duras penas lo hago—, incluso dudo que haya quien todavía los lea —y este no tiene nada en particular que lo haga particularmente valioso—, pero quiero, sobre todo, ejercitarme. Sacar tiempo. Ponderar. Pensar. Escribir. Es lo que quiero que sea una nueva etapa.

domingo, 22 de mayo de 2016

Recuerdos de unos días de verano


Para A.C.B. y V.T.

He borrado muchos recuerdos de mi adolescencia. Algunas veces me he sentado con mis amigas del colegio a recordar sucesos de ese entonces y escucho sus historias como si no fuesen también mías. El tiempo ha ido purgando sin piedad mi memoria. Hay algo, sin embargo, que sí recuerdo bien: los veranos entre los 15 y los 17 años. “Veranos”, digo, un poco llevada por la nostalgia, porque hay poco en nuestros veranos que se parezca a los auténticos veranos del hemisferio norte. Ni la sensación distinta en la piel, ni el cambio de ritmo en las calles, los ruidos, los olores, ni la visión del sol como resurrección, ni el cambio de atuendo, ni los días largos, ni el nuevo modo de pasar el tiempo. Eran nuestras vacaciones, sin embargo, y lo único que teníamos era tiempo que empleábamos de lleno a la poesía. ¡Qué días aquellos!

Durante una semana, y algo más, bebíamos poemas de sol a sol durante el Festival Internacional de Poesía de Medellín. Éramos jóvenes. Vivíamos en una burbuja muy alejada de la realidad de la ciudad, pero durante el festival nos movíamos por todo Medellín como peces en el agua. A lo largo del día había múltiples recitales en distintos puntos de la ciudad y en un día podíamos andar lo que no habíamos caminado por el Valle de Aburrá durante todo un año. Íbamos por el centro, los parques, los centros de la cultura que ni sabíamos que existían, bibliotecas de medio pelo, el jardín botánico, estaciones de metro. Planeábamos rutas estratégicas para optimizar lo mejor posible nuestros días.

Durante estos tres años estuvimos en la apertura y en la clausura del festival, en un teatro al aire libre, el Carlos Vieco, sentadas sobre las graderías de asfalto durante horas y horas. Llevábamos nuestros cuadernos, escribíamos. Y sobre todo, escuchábamos. Escuchábamos con una atención piadosa, sedienta.

Después de los recitales nos acercábamos a los poetas, tartamudeábamos algo, le pedíamos un autógrafo en el capítulo correspondiente al poeta en las memorias del festival, que compilaban un par de poemas de cada invitado. Recuerdo una poeta del Medio Oriente que me escribió algo en árabe. “El mundo necesita del amor. Y tú eres el amor”. Sonará a cliché cursi-poético-rancio, y ahora no puedo pensar en ello sin una risita irónica, pero en ese momento éramos más ingenuas, más sencillas y esas cosas nos emocionaban. En los recitales y en los encuentros con los poetas encontrábamos una alegría muy pura, veíamos en ellos un aura un tanto mítica que ahora no veo en nadie. Y era bellísimo. Tengo vivos recuerdos de muchos poetas.

Andrea Cote, por ejemplo. Una joven poeta colombiana que perseguimos por toda la ciudad. Era joven, guapa, gran poeta: era todo lo que queríamos ser. Hablaba de Barrancabermeja, su tierra (“¿de Barranca puede salir algo bueno?” pensaríamos), su puerto calcinado. Solía usar en sus poemas la figura de su hermana (creo), María. “¿Te acuerdas, María…?” Muchas veces he tenido diálogos con esa María suya (ahora mía) que empiezan de esa manera. No nos perdimos uno solo de sus recitales, aunque eso implicara cambiar nuestros planes metódicos y nos exigiera perder más tiempo en transporte. La inauguración y la clausura eran multitudinarias, pero el resto de los recitales eran más íntimos. Un día nos miró y nos sonrió: nos había reconocido. Hablamos un poco con ella, le expresamos nuestra admiración, nos miró con cierta ternura. Nos vería tan jóvenes e idealistas e ingenuas. Otro día finalmente nos tomamos una foto con ella y nos dio su correo para que se la enviáramos. Recuerdo haberle escrito y aún gmail guarda su respuesta.

Uno de los autógrafos de oro era el de Wole Soyinka, premio Nobel de Literatura en 1986. Nunca habíamos oído hablar de él, por supuesto, pero-era-nobel. Aunque lo más sorprendente era que, en realidad, no lo parecía. Ni caminaba con solemnidad, ni pontificaba, ni iba rodeado de séquitos. Recuerdo haberlo visto, un poco antes de que comenzara el recital en el parque de EPM, caminando solo, meditativo. Lo del autógrafo también fue fácil. Es lo que tiene la poesía. Con los premios Nobel de Literatura que son conocidos por su narrativa debe ser otra cosa. De hecho, hace unos días estuvo Svetlana Alexievich en Bogotá y, según me contaron, había tanta gente para escucharla que fácilmente se habría tomado la fila por la de un concierto de One Direction. ¿Se imaginan a Vargas Llosa caminando silencioso y solitario entre la gente que va a escucharlo?
Juramos guardar como un tesoro el autógrafo de Soyinka y hasta el bolígrafo con el que nos firmó el libro. Quizá algún día me hubiera sacado de pobre. Pero no, ambas cosas se perdieron con el resto de recuerdos de entonces.

También me acuerdo especialmente de la poesía de los nativos americanos. Me sorprende recordar ahora con tanta claridad los nombres de estos poetas: Allison Hedge Coke, Sherwin Bitsui, Joy Harjo. Fue cuando conocí también a Hugo Jamioy y a su hijo, dignos representantes de la poesía de nuestras tribus.

De Ernesto Cardenal me acuerdo, sobre todo, de su figura. Su boina negra sobre un pelo un poco largo, blanquísimo, barbas blancas y siempre la misma camisa también blanca. Sonreía afablemente. Escuchaba. Así lo vi un día, sentado entre los oyentes, en el jardín botánico. Me acerqué y no dijo mucho: sonreía, escuchaba.

Sam Hamill también tenía pelo y barba blanca (éstos, cortos, no como Cardenal). Había fundado no sé qué institutos. Era un “poeta por la paz”. Ahora, qué sorpresa, abrir de repente el baúl de recuerdos de mi cabeza (no conservo nada escrito de esa época) y que salgan tantas cosas, veo perfectamente uno de sus poemas: “Eyes wide open”. Me acuerdo de su último verso: “if you only listen with your eyes wide open”.  (Acabo de buscar en Google y sí, no me equivoco. Y al volver a leer el poema me ha llegado la sensación del momento, el teatro en el que estábamos, su figura, todo. También el nombre de Rita Dove, otra de las poetas norteamericanas).

De Gioconda Belli recuerdo de su fuerza arrolladora y su abundante pelo rojo. De su poesía no recuerdo nada y ahora probablemente no la leería, pero me acuerdo bien de cómo dijo: “¡Nicaragua es mi hombre con nombre de mujer!”

El día del autógrafo cursi (?) estaba en la misma mesa Sujata Bhatt, de la India (y un irakí cuyo nombre no recuerdo, que también me impresionó). El poema de Bhatt “The Stare” es uno de los que más recuerdo entre todos, quizá porque apelaba a mis temas de entonces y por lo bien que logré recrearme la escena… “There is that moment / when the young human child / stares / at the young monkey child / who stares back…”

Recuerdo a Christian Uetz y una poesía teatral que nunca había visto. (Creo que ahora hay muchos "performances". Vi uno en YouTube, qué bah. En nuestros tiempo no vi ningún show de ese tipo). 

Un tal Chirag Bangdel (de este sí he tenido que buscar su nombre en internet) nos invitó a su hotel después de un recital. Fuimos al día siguiente por la mañana. Tuvimos una buena conversación en el comedor, pero descubrimos –oh ingenuidad de entonces- que es mejor no aceptar ese tipo de invitaciones. No fue muy directo, así que antes de cualquier comentario un tanto más explícito nos fuimos agradeciéndole su tiempo.

Me acuerdo bien de Juan Vicente Piqueras. Nunca he sido de esas jóvenes enamoradizas, amantes del amor, que suspiran por un novio poeta. De haberlo sido, Piqueras probablemente hubiera sido el flechazo. Joven, alto, serio… y un auténtico poeta. Quizá, dicho así, un poco precipitadamente, el que me más me gustó de todos. Su poema “Palmeras” me ha perseguido desde entonces y muchas veces, aún hoy, me encuentro repitiendo los primeros versos: “Nacemos de la sed / Somos palmeras que van creciendo a fuerza de perder sus ramas / y sus troncos son heridas…” Hasta aquí lo recuerdo de corrido, pero hubo un tiempo en que podía recitarlo de memoria.

Otros dos españoles que escuchamos en el Museo de Antioquia (donde están expuestas las obras de Fernando Botero): Antonio Porpetta y Guadalupe Grande. Antonio ya se veía mayor y era un auténtico caballero. Nunca he vuelto a ellos, pero recuerdo esa sutileza de algún poema erótico. Poesía aparte, la personalidad de Antonio logró fascinarnos. De Guadalupe recuerdo dos cosas: “El hombre es un signo de interrogación que ha perdido su pregunta” que nos dio después para mucho tema y hasta bromas internas, y un comentario que hizo respecto a la poesía. Decía, y aquí mi memoria puede engañarme, que uno como poeta no sabía bien lo que hacía, que era como tirar una botella con un mensaje secreto al mar: nunca sabías si alguien la había recibido, si alguien leería ese mensaje. Que quizá eso era lo que ella hacía, ir lanzando botellas al mar, con la esperanza de que alguien pudiera recogerlas.

De los colombianos, además de Andrea, sólo recuerdo a Fernando Rendón, el promotor de los festivales, a su amigo Juan Manuel Roca y a Pablo Montoya. A Roca lo escuché recientemente y me gustó algo más de lo que me gustó entonces. A Montoya le he perdido la pista, pero creo que es una gran personalidad en el mundo artístico y poético colombiano. Yo de esas cosas no sé mucho.

Sé que también estuvo Meira del Mar, pero no recuerdo haberla escuchado. Recientemente leí algunos de sus poemas que me parecieron realmente buenos.

¡Cuántos poemas habremos escuchado durante estos tres años! Cuánta basura, cuántas grandes obras, no sabría decirlo. Ya no tengo las memorias de esos festivales. El 2007 fue la última vez que asistí y desde entonces no he vuelto a estar en Medellín por esas fechas. Tampoco este año, aun viviendo en Medellín, estaré en la ciudad durante los días del Festival. Sé que el festival ha crecido y han traído grandes firmas. Hubiese querido conocer a Adam Zagajewski, por ejemplo, que estuvo hace un par de años. Pero sé que también abunda el faroleo. 

Es mucho lo que ha llovido desde aquellos días del 2005. Antes veía la poesía en abstracto, sin filtro, de un modo más puro, digamos, menos crítico, pero a la vez más torpe. Ahora ya sé qué me gusta. O eso creo. Lo más probable es que en los próximos años no vaya a estar en Medellín durante las fechas de un festival. Ni lo rehuyo ni lo deseo. Hoy, simplemente, he querido volver al blog, con un recuerdo que tenía ahí latente, medio olvidado, pero siempre presente. Me ha sorprendido abrir la tapa y ver todo lo que salía. ¡Yo, con tan mala memoria, venirme a encontrar con nombres propios, versos, sensaciones...!

Aquellas largas jornadas prepararon un terreno para la siembra de poesía que siento que fueron los años de España y todo lo que el descubrimiento del blog de EG-M ha supuesto. Creo que la poesía  es de los mayores tesoros que guardo, compartido por una inmensa minoría (más inmensa aún en esta época de mi vida). Por eso quizá me he olvidado de tantas cosas, pero no de esto, no.

“Al cabo”, sigamos con más versos, esta vez de la época de España, que más repito, “son muy pocas las palabras / que de verdad nos duelen, y muy pocas / las que consiguen alegrar el alma”.

lunes, 9 de mayo de 2016

Cosas

Un Ronson















Concertina











Aristón











Pincel japonés














Un piolet
Scrimshaw
Escudilla
Canana
Carlanca de mastín
Zampoña
Nasa
Alambique
Astrolabio
Esfera armilar