lunes, 16 de septiembre de 2013

Dos frases poco comunes

Recientemente alguien me recordó dos frases magistrales de Ludwig Wittgenstein. Las traigo aquí, pues ahora son más necesarias que nunca. La filosofía es el mejor tipo de vida posible, decía Aristóteles, porque versa sobre lo único realmente importante, aquello que nadie nos puede arrebatar, lo intemporal. Por eso, la filosofía no puede adaptarse a los tiempos, sólo así puede estar presente en todos ellos, también en todos los tiempos que conviven simultáneamente, en todas la situaciones concretas que vivimos de un modo frenético.
Un filósofo que busque directamente hacer una carrera académica se desdice en cada uno de sus ilegibles artículos; y un joven que se llame a sí mismo filósofo, no puede ser más que un ingenuo. Hay que pensar desde la juventud, sí, pero con humildad y paciencia, como entrenándose para saber llegar de último en la carrera.

"Der Gruss der Philosophen unter einander sollte sein: Lass dir Zeit!"

("The proper greeting among philosophers should be: Give yourself time!")

"Im Rennen der Philosophie gewinnt, wer am langsamsten laufen kann. Oder: der, der das Ziel zuletzt erreicht".

("In philosophy the winner of the race is the one who can run most slowly. Or: the one who gets there last")

lunes, 24 de junio de 2013

Escena a través de una ventana

La superluna
de una ciudad a otra
me ha perseguido.


Bucaramanga, 23 de junio.
  
Esta es una historia mínima: Hoy, 23 de junio, he visto por primera vez la luna llena desde un avión. Sólo pudo haber sido el mismo Cielo quien así lo dispusiera.
Que el viaje fuera, precisamente, el día 23, coincidiendo con el increíble fenómenode la superluna, cuando esta alcanza su mayor cercanía con la tierra y se le ve más grande y brillante, guapísima; que en el último instante le cediera mi asiento en el pasillo a un buen hombre que me lo pidió, sin saber que el suyo, en la ventana, un poco más atrás, tenía una vista privilegiada; que en el preciso momento en que estábamos despegando me acordara de que ya ayer la luna se levantaba imperiosa y me saliera la más sentida jaculatoria, “¡Señor, que pueda ver la luna!”, y que en efecto, contra toda esperanza, así fuera, no podía ser simple casualidad. La Providencia me conoce.
La escena a través de la ventana es tan sencilla como difícil de explicar. Apareció cuando ya llevábamos varios minutos de vuelo, fue un triunfo íntimo cuando la vi, primero como un reflejo, en la ventana del pasajero sentado detrás de mí. Un ángulo poco cómodo para la contemplación, que en seguida tornó en convertirse en una alineación perfecta con mi ventana, que daba precisamente hacia el ala del costado derecho. También esto formaba parte de la función, como si las luces del ala quisieran dar realce a la entrada en escena de la luna llena, la superluna superestrella.
En el extremo de las alas del avión hay unas luces blancas, brillantísimas, que parpadean, iluminando el cielo por instantes, con el mismo efecto del rayo que precede al trueno. El cielo estaba nublado, de modo las nubes negras pasaban rápidamente frente a la luna, envolviéndola de oscuridad por breves instantes. Una nube y otra y otra. Y la luna se enciende y se apaga, se apaga y se enciende, rápidamente, como las luces del ala, en una bella sinfonía. Casi se podía escuchar, como si de una fuga se tratase.
A veces la luna desaparecía y era notorio su vacío cuando dejaba de iluminar nuestro paso y se desdibujaba su reflejo en las alas del avión. No sería gran cosa, pero hasta el mar envidiaría el reflejo de esta superluna del 23 de junio en el ala de un avión cualquiera, rumbo a esta tierra baldía.
Me he acordado de los largos paseos en carro cuando era pequeña, mirando la luna llena a través de la ventana, y el descubrimiento inquietante y gratificante a la vez de constatar cómo ésta nos persigue adonde sea que vayamos. Los demás automóviles, los postes en las carreteras, las casas al lado del camino, aun las montañas se iban quedando atrás; la luna, en cambio, nos seguía el paso en las velocidades de la autopista y se detenía, paciente, con nosotros, acatando también el rojo del semáforo.
Poco a poco la oscuridad terminó por devorar a la luna, pero la escena a través de la ventana del avión permanecerá indeleble. Por primera vez he visto la luna directamente sin tener que levantar la mirada. Este ha sido un encuentro más personal, cara a cara, precisamente cuando la luna llevaba puestas sus mejores galas. Inmejorable.

domingo, 9 de junio de 2013

El misterioso caso de la culebra con patas


Recientemente me pasó algo extrañísimo: Busqué algo en Google y no lo encontré. Así que esta es la primera entrada de este blog que pretende ser un aporte tangible y objetivo al mundo científico: una entrada que aparezca en el buscador cuando alguien le pregunte a Dr. Google si sabe algo de una especie de culebra con dos patas. Aquí la historia.
***

Desde muy pequeña he sentido una fascinación especial por los ofidios. Por los animales, en general, pero las serpientes tienen un halo de peligro y misterio (cfr. Génesis), que las hace especialmente hechizantes. 
Hay un archivo fotográfico en el que consta que esa familiaridad comenzó desde temprana edad.


La boa, Pirula, era la mascota de mi primo Juan David, que siempre ha sido un amante de los animales (y ahora se dedica a esto). La mano es de mi tío, a quien le debió parecer interesante investigar las posibles interacciones entre un bebé y una serpiente. Como se ve, no tuve nada que objetar. Más adelante, sin embargo, nunca logré conseguir una serpiente de mascota. Sólo me dejaron tener una iguana bebé, llamada Juanita, que era preciosa, de un verde tan verde como sólo las iguanas pueden serlo.

Quizá con esto comprenderéis por qué mi extrañeza y persistencia al tratar de averiguar qué era exactamente el animal que apareció en el jardín de mi casa el pasado 25 de mayo. Parecía una lombriz, pero tenía una cabeza triangular, ojos perfectamente distinguibles y una piel escamada, por lo que pensé que podía ser más bien una serpiente pequeña, de unos 20 centímetros.
No sé cuánto tiempo estuve mirándola, pero fue un buen rato. Se movía con ánimo, aunque a duras penas podía avanzar. Supongo que el suelo no era el más adecuado para arrastrarse. Tampoco era tan sosa como las lombrices, que se dejan tocar fácilmente. A pesar de que no podía escapar, serpenteaba vivamente cuando me acercaba. Hasta aquí nada sorprendente para una culebra. Lo realmente extraño, como se puede apreciar en una de las fotos que hice, eran las dos pequeñas patas que tenía en la parte frontal. No eran una patas perfectamente desarrolladas, pero eran claramente extremidades que le servían para moverse. La utilidad era relativa, pues no creo que añadiera nada al movimiento serpenteante, ni siquiera servían para levantarse un ápice del suelo, como las de las lagartijas.


Si algo sé de las serpientes es que no tienen extremidades. ¿Qué era, entonces, ese curioso animal? Me fijé bien y vi que sólo tenía miembros anteriores, en la parte posterior no tenía nada, ni asomo. Parece ser que las pitones tienen unas diminutas extremidades traseras, vestigio de sus antepasados, que sí que tenían patas, pero claramente no era este el caso. Así que, como hacemos todos ante una perplejidad, acudí a Google. Lo difícil era cómo buscar información acerca de algo que no sé qué es: "culebra con dos patas" (o "con dos patitas"), "especie de serpiente con patas anteriores", "lombriz con sólo dos patas", "culebrilla con extremidades", y así, y nada. Al menos nada de que se pareciera a mi ejemplar. 
En la búsqueda, he descubierto la existencia de curiosos animales. Existe, por ejemplo, un "lagarto gusano de dos patas" o bipes biporus, sin duda curioso y hasta simpático, endémico de México. También están los eslizones (chalcides bedriagai), esta vez endémicos de la Península Ibérica, que tienen una extremidades muy reducidas y poco funcionales. Hasta ahora sólo podía decir qué no era mi visitante. 


Culebrilla ciega
Por algunas fotos que encontré, llegué a pensar que era una culebrilla ciega (blanus cinereus), pero en todas partes encontre, explícitamente, que carecía de extremidades y que era otra especie endémica de la Península Ibérica. Colombia es una tierra muy rica en reptiles, pero ya se ve que a muchos no se les ha perdido nada por aquí.
Entonces, ¿qué hacer? Indagué e indagué, pero nadie sabía darme razón del animal. Las biólogas a quienes les pregunté, tampoco parecían demasiado sorprendidas por las cuestión de las patas, que a mi me resultaba tan curiosa, aunque seguían sin saber qué tipo de reptil había ido a parar a mi jardín.

Así estuve varios días y ya empezando a darme por vencida, cuando @Lolábarri, que ha dejado morir su blog de mitos biológicos, me escribió diciéndome que los únicas serpientes con patas son fósiles y que hay algunos casos de atavismo (i.e., reaparición de caracteres propios de sus ascendientes remotos) que pueden ocasionar la presencia de patas en las serpientes. Sin embargo, por las fotos que encontré, tampoco parecía ser el caso.
Esta respuesta, volvió a suscitar mi curiosidad, y le enseñé la foto de mi "X" a una profesora de química, que me dijo con mucha seguridad que era una Caecilia. Una vez más, empecé a leer de este ejemplar: son anfibios que se parecen a una lombriz de tierra, como la mía, y además son muy comunes en Colombia. ¿Bingo? Lamentablemente, no. Si la Wikipedia dice que "Caecilians completely lack limbs", ¿cómo no creerle? Y eso, eso, era lo verdaderamente relevante de mi ejemplar. Ya estaba empezando a pensar que había descubierto una especie desconocida, al menos en Internet, que no es poco decir.
Sin embargo, ese mismo día, ya bien entrada la noche, busqué en "imágenes" de Google, sin mayores esperanzas, "cecilia Santander Bucaramanga", que es donde vivimos mi descubrimiento y yo. ¡Y qué sorpresa! Apareció algo que si bien no era igual, al menos era muy semejante, lo único distinto parecía ser el color. Lo curioso es que cuando entré a la web, vi que había salido por casualidad. Había fotos de distintas especies animales vistas por algún aficionado. La que me interesaba estaba al lado de una Cecilia, por eso Google la seleccionó como relevante, pero no tenía nombre. Tan sólo decía que había sido vista en Bucaramanga. Ya era algo. Más abajo, sin embargo, encontré otra foto igual que ponía "Bachia bicolor". ¡¡Sí!! Aunque ya era tarde, había dado con la pista definitiva, así que seguí investigando. Lamentablemente había poquísima información. Lo único que aparecía es lo siguiente: "Bachia es un género de pequeños lagartos que pertenecen a la familia Gymnophthalmidae. Se distribuyen por toda Sudamérica y el sur de Centroamérica". Y una larga lista de especies. Aquello de "Gymnophthalmidae" ya daba una buena pista, pues son "pequeños lagartos y muchas especies tienen las extremidades reducidas". ¡Sí!

Tampoco encontré muchas fotos. La que aquí aparece la hallé en esta web de fauna ecuatoriana. A pesar de las muchas especies, parece que las más conocidas son la trisanale y la bicolor, que fue la primera que me apareció. Sin embargo, no tengo muy claro cuál es la especie de mi visitante, pues de bicolor no tenía nada. Quizá era aún muy joven.
Hay una completa página web, "The Reptile Dabatase", en la que he intentado dar con mi ejemplar, sin embargo, a duras penas hay fotografías. Sólo pude descartar aquellas que son endémicas de Brasil. Pero eso ya es lo de menos.
Curiosamente, el artículo más completo que he encontrado sobre este curioso reptil es de un grupo de investigadores de la Universidad Industrial de Santander, que es la principal universidad pública de Bucaramanga. Se centran en la bachia bicolor, así que supongo que es la más común que se puede encontrar aquí.
Oh, emoción cuando por fin leí lo que llevaba días buscando: "As independently evolved in other genera of the family Gymnophthalmidae,  the genus Bachia represent a severe case of limb reduction, ranging from fully limbed to almost limbless forms, in which the hindlimbs show a more extreme degree of limb reduction than the forelimbs". Exactamente lo que pensaba, pues aquella carecía por completo de extremidades posteriores, mientras que los anteriores estaban bastante reducidas.

Y así concluyó el misterioso caso de la culebra con patas que, como toda historia de misterio, terminó siendo completamente lo opuesto a lo que desde un comienzo parecía ser. Es decir, ni era serpiente ni lombriz, sino lagarto. Más cercana a mi iguana Juanita que a la boa Pirula. En cualquier caso, me sigue pareciendo sorprendente que sea tan poco conocida. Hasta tal punto que ni siquiera tiene nombre común. Sólo se le conoce por el nombre científico, bachia. Abipes biporus del que hablábamos al comienzo, le sobran nombres: "lagarto gusano de dos patas", "lagarto topo", "lagarto gusano de cinco dedos", "culebrilla ciega de dos patas", "lagarto ajolote". Deberíamos ponerle un nombre. Alguien tiene que hacerlo, ¿no? Luego nutrimos el pobrísimo artículo de Wikipedia y le añadimos el nombre común que hemos escogido y ya está. Hemos hecho nuestra contribución definitiva al mundo científico en Internet. ¿Alguna sugerencia?

jueves, 6 de junio de 2013

Himno a la elegía

Estaba pensando hoy, 5 de junio, en todas las cosas que pudieron ser y no son, lo cual es  algo muy tonto, ineficaz y una pérdida de tiempo inadmisible, y he terminado pensando en la literatura, que es precisamente todo aquello que pudo no ser y es, lo cual es, sencillamente, maravilloso. No hay modo de explicar racionalmente una gran obra. Tantas cosas pudieron haber fallado, tantas convergencias incomprensibles, que sólo puede admirarse como un milagro. Toda la literatura es una opción por la existencia, es toda ella un canto a la realidad, aun cuando parezca un lamento. 
La nostalgia del día de hoy podría transformarse en elegía si fuese un poema. Y qué distinto sería. Sería, por lo menos, que no es poco. Cantar es un modo de recuperar de lo perdido, lo más cercano a apresar la forma que se nos escapa. Poder atisbar la belleza, aunque nunca la poseamos, es ya una ocasión de gozo.
Qué alegría, entonces, haber leído esta chincheta de EG-M (via), que me ha parecido bellísima: "La elegía no es más que un himno que llega con retraso". Qué luz se hace de repente sobre todo paraíso perdido, que vuelve, renovado, en el canto, más puro por el fuego de la pérdida y el tiempo. Basta un canto agradecido para recuperarlo.

domingo, 31 de marzo de 2013

martes, 5 de marzo de 2013

Los libros son mi madre


Dar clases a niñas de 11 años es una de las cosas más ¿? (sic), no sé, que he hecho en mi vida. Pero esta semana hemos visto un corto animado, el famoso "Fantastic flying books", y ha surgido algo mágico. Todavía son niñas, ingenuas, aún inmunes al estar de vuelta la adolescencia. Todavía se admiran, vamos, que es el comienzo de todo lo bueno. 
Les pedí que escribieran algo, lo que fuera, y las he leído —quién diría— con emoción. Pero, entre todo lo que han dicho, me quedo con esta frase, que ni siquiera sé quién escribió pues olvidó poner su nombre: “Los libros, en cualquier parte que estemos, estarán siempre con nosotros, como si fueran nuestra madre”.
Qué bien aparece ahí la madre. Qué consuelo para cuando no está cerca o cuando ya no esté. Todo lo que pueda ir siempre con nosotros, como diría el sabio griego ("todo lo que tengo lo llevo conmigo"), es un recuerdo vivo de nuestra madre. Lo único verdaderamente incondicional que tenemos.

domingo, 3 de marzo de 2013

Metafísica hoy, ¿por qué?

Esta semana hemos tenido un debate en la clase de filosofía sobre la metafísica. Previamente les pasé unas preguntas para que reflexionaran por cuenta propia y la discusión fuera un tanto fluida. No quería que en el debate hubiera posturas artificiales, como cuando se asigna a unos que deben defender un tema y a otros que deben combatirlo. La idea era que cada quien expresara libremente sus opiniones. Y así fue. Desde el principio estuvieron muy claras las posturas. Un buen grupo expresó desde el comienzo su recelo hacia la metafísica, las preguntas interminables, la poca seguridad que inspira, el riesgo de las ideologías, el largo camino que hay que recorrer para llegar a certezas mínimas, lo frustante que esto resulta... Y sí, en algo tenían razón. Quise decir muchas cosas, pero se nos fue el tiempo demasiado rápidamente. Menos mal Chesterton viene en mi ayuda y, casualmente, me encontré con esta cita que resume bien lo que hubiese querido decirles al final.
"SOME people fear that philosophy will bore or bewilder them; because they think it is not only a string of long words, but a tangle of complicated notions. These people miss the whole point of the modern situation. These are exactly the evils that exist already; mostly for want of a philosophy. The politicians and the papers are always using long words. It is not a complete consolation that they use them wrong. The political and social relations are already hopelessly complicated. They are far more complicated than any page of medieval metaphysics; the only difference is that the medievalist could trace out the tangle and follow the complications; and the moderns cannot. The chief practical things of today, like finance and political corruption, are frightfully complicated. We are content to tolerate them because we are content to misunderstand them, not to understand them. The business world needs metaphysics - to simplify it."


~G.K. Chesterton: ("The Revival of Philosophy-Why?")

martes, 12 de febrero de 2013

Gracias, Benedicto.

Lo más impresionante fue cómo me enteré de la noticia. O mejor dicho, cómo no me enteré. Para variar (y no es irónico), no miré Twitter por la mañana. Nadie me escribió un whatsapp, ni me llamó desconcertado. Nadie a mi alrededor —¡y estaba en un sitio con 400 personas!— comentó nada. Salía yo despreocupadamente de la primera hora de clase, y mientras caminaba por los pasillos miré el correo en mi móvil: Sólo un mensaje de Zenit sin abrir, que es el pan de cada día. Así que empecé a leer el comunicado del Papa, esperando que fuera un mensaje del Ángelus cualquiera. Cuál sería mi sorpresa al leer sus palabras. Era el mismo Papa el que me lo estaba diciendo, como si yo estuviese presente entre los Cardenales. Ningún intermediario, ni periodista, ni amigo, ni el graciosillo de turno. El Papa renunciando ante mis ojos. Es decir, sin tiempo a pensar: ¡Rumor! ¡Falso! ¡Imposible! Nada. Sin anestesia. Aunque ahora, visto en retrospectiva, me alegra que así haya sido. Me alegra que no haya sido una broma estúpida en Twitter la que me lo haya dicho o un comentario en plan "¡Noticia bomba!". Así, de un modo tan personal, leyendo directamente sus palabras me sentí especialmente unida a él, como siempre me he sentido.
Por eso ahora no me salen más que palabras de profundo agradecimiento. Admiro a Benedicto XVI como a nadie. He leído sus escritos con fruición y posiblemente haya sido el tiempo que mejor he aprovechado, por el poso que esas lecturas han ido dejando. Benedicto ha sido mi Papa, de una manera muy especial y en muchos sentidos. Aquí pongo sólo cuatro, quizá demasiado personales. (Total, ¿hay alguien ahí, leyendo esto tan largo?). Todos los demás pueden darse por sentado.

Fue un incansable buscador de la verdad. Basta leerle para darse cuenta de que el Papa ha pensado con una profundidad y honestidad intelectual fuera de lo común. No da nada por sentado, ni siquiera la misma fe. Ha reflexionado sobre los contenidos de la fe con la misma seriedad y exigencia que requiere cualquier ámbito del saber, sin irse por las respuestas una y otra vez dadas y sin alejarse de las enseñanzas del magisterio. Es original, sin duda, pero sin pretenderlo. Impresiona su aplastante sentido común y, ante todo, su sencillez. 
El Papa también ha sido un vivo ejemplo de que "es posible un diálogo filosófico fructífero entre posturas discrepantes", como se dice en el prólogo de sus conversaciones con Jürgen Habermas. El Papa ha ido hasta el fondo de todas las cuestiones que le han interesado y con las que ha tenido que enfrentarse por su oficio.
Para un filósofo, el Papa es una fuente inagotable de saber, de temas sobre los cuales aún hay mucho que pensar y diferentes modos de hacerlo. Más aún cuando en el mundo intelectual ser católico puede parecer el mayor de los oxímoros. ("¡¿Cómo es posible que leas tanto y seas católica?!", me preguntó alguien recientemente). Benedicto XVI ha mostrado la libertad de pensamiento que da la fe, las altas cumbres que abre y lo fecunda que es la reflexión sobre lo que se cree. Para un botón de muestra, lo primero que aparece en mis favoritos de Chrome es precisamente este documento de Ratzinger, Conscience and Truth. Como para leer y releer.

—Escogió a San Agustín como "buen compañero de viaje" en su vida y ministerio. El Papa lo escogió primero que yo, vale, pero eso no lo sabía entonces, cuando me topé con "Las confesiones", el libro más impresionante que he leído. El que más me ha herido, podría decirse. Por ese santo en común que tenemos, siempre he sentido que me entendería con el Papa perfectamente. Una vez, de hecho, le escribí diciéndoselo. Y yo también creo entender, por muchas otras cosas que él mismo ha dicho, por qué San Agustín ha sido tan buen compañero suyo.
El Papa ha sentido con especial fuerza eso del corazón inquieto, que también puede traducirse como una sed de Dios insaciable y, por ende, un tanto dolorosa. Se está con Dios, pero se siente también su lejanía, ese reducto de soledad que no puede llenarse en esta tierra. Benedicto XVI ha dicho varias veces que es un hombre tímido, que prefiere la tranquilidad y el silencio. Un hombre contemplativo, que es también todo lo que siempre  (también en mi timidez) he querido ser. 
En una ocasión, cuando hablaba de Agustín, el Papa recuerda "una escena muy hermosa" en que la que el santo y su madre "desde la ventana ven el cielo y el mar, y trascienden cielo y mar, y por un momento tocan el corazón de Dios en el silencio de las criaturas. Y aquí aparece una idea fundamental en el camino hacia la Verdad: las criaturas deben callar para que reine el silencio en el que Dios puede hablar."
¿Recuerdan el discurso sobre el silencio del que hablábamos hace poco en el blog? El Papa ha tenido que hablar muchísimo y ha escrito miles de páginas, pero el silencio siempre ha prevalecido. Ha sabido contemplar, rezar, dejar hablar a Dios... y admirarse ante todo lo humano y lo divino. Esto último, la contemplación, me lleva al siguiente motivo.

Al Papa nada humano le es ajeno. Todo es motivo de admiración: el arte, la literatura, la música, todo encontraba cabida en sus discursos, todo era una ocasión de encuentro con Dios y punto de partida para la reflexión. Benedicto XVI, por ejemplo, me descubrió a Bach. La tercera entrada de este blog surgió de haber leído que el Papa, después de un concierto de Bach dirigido por L. Bernstein, decía cómo había sentido la fuerza de la Realidad, cómo una música así sólo podía nacer de la fuerza de la Verdad.
En este texto sobre el Viernes Santo, uno de mis favoritos ever, el entonces Ratzinger comienza hablando otra vez de Bach y Krzysztof Penderecki, y pasa por Chagall, Solzhenitsyn, Grünewald... ¡y qué cosas dice! Si uno sigue profundizando en lo que ha dicho sobre la belleza (que también ha tenido su lugar en este blog), el arte, la liturgia... se encontrará con unas joyas inmarcesibles.

Uno de sus principales temas: la esperanza. Cuando se tiene el corazón inquieto, como decíamos antes; cuando se es un poco contemplativo y todo te remite a Dios, es inevitable sentir nostalgia de lo divino: Querer gozar de tantas cosas ya en este mundo, mientras se siente la humana limitación de poder abrazar muy poco de las cosas de la tierra y menos aún las del cielo. Cuando la sed por tantas preguntas es grande, sólo hay una respuesta: la esperanza. Eso lo aprendí de San Josemaría, en un texto que escribió para mí (seguro que a Benedicto XVI le gustaría), Surco 293, y lo fui madurando poco a poco junto al Papa. Rápidamente me di cuenta de que la esperanza era uno de sus temas recurrentes. Creo entender por qué, y se lo agradezco. "Spe Salvi" no es sólo la Encíclica que más me ha gustado, sino que es todo un libro de cabecera. También a los jóvenes nos dirigió en el 2009 un mensaje sobre la esperanza, en el nos dice claramente cómo vivimos una crisis de esperanza, cuando en realidad la juventud es el tiempo por excelencia de la esperanza. "¿Dónde encontrar y cómo mantener viva en el corazón la llama de la esperanza?", se pregunta. Y responde. Hay también muchos mensajes de Adviento que van a lo mismo. 
La esperanza, pienso, es la cuestión de toda vida humana. Benedicto XVI la ha abordado como nadie.

Podría seguir. Ni siquiera he mencionado la Jornada Mundial de la Juventud, que también es una cuestión personal, pues —él mismo lo dijo— vivimos una aventura juntos. Están otros muchos escritos que me han hecho pensar tanto (ejem), las Audiencias sobre la oración, la carta a los Obispos tras el levantamiento de la excomunión de los cuatros Obispos consagrados por Lefebvre (tan impresionante y dolorosa para mí), pero sobre todo, el ejemplo de su vida entregada, humilde y valiente. La renuncia no es una muestra más de sinceridad en un hombre que sólo ha vivido para hacer la voluntad de Dios.
Como todo ser humano, yo a veces también tengo mis dudas, pero aparecen hombres como Benedicto XVI, en los que se trasluce de un modo tan nítido la gracia divina, que la fe pasa a ser constatación y la esperanza, certeza de que ya en este mundo Dios hace maravillas.

¡Gracias, Benedicto!

domingo, 10 de febrero de 2013

El poema de un caballero

La última batalla ha sido especialmente intensa. Si es difícil valorar las pérdidas, más aún es valorar las ganancias. ¿Qué hemos ganado al ganar este combate? Mantener el campo de batalla lejos de Camelot, donde no podría soportar que se derramase una sola gota de sangre. Pero, ¿nuestros caballeros? ¿Cómo valorar el honor de nuestros combatientes?
Ayer, al volver de recuperar los cadáveres, Sir Lancelot me entregó un papel que pensó que me gustaría tener. Era un poema que encontró tirado en el campo de batalla. No sabemos —y así está bien— si lo escribió uno de los nuestros o del bando enemigo, y si ha salido vivo del combate. Aunque esas no las muestran con orgullo, también los caballeros tienen sus heridas en el alma. "Un cobarde", me dijo Lancelot. Un valiente, diría yo, si escribió esto y siguió luchando.

EL DUQUE DE CAMELOT.


Estoy a punto de entregar mis armas.
El camino es largo, la empresa dura,
pesada la carga de la soledad
que me legan los héroes caídos:
los combatientes intrépidos y firmes
hasta el fin. Mientras tanto, veo alzarse
la bandera del miedo y la tristeza,
vergüenza para un joven caballero,
fiel servidor de Dios y el rey. Mas es tarde.
Se apaga la lumbre. Ya duermen todos
la febril pesadez de los vencidos. 

jueves, 24 de enero de 2013

Amistad y silencio

Hoy, san Francisco de Sales, patrono de los periodistas, he leído un mensaje de Benedicto XVI para la Jornada de las Comunicaciones Sociales. Y como últimamente hemos estado hablando del silencio, lo traigo aquí, porque creo que da en el clavo. ¿Cómo hacer para que ese silencio no sea una "infelicidad enclaustrada, monstruosa, diabólica"El Papa lo dice estupendamente: El silencio es fecundo cuando está unido a la palabra, al diálogo profundo y sincero [Post-scriptum: Supongo que esto explica por qué, queriendo escribir una entrada sobre el silencio, me ha salido una sobre la amistad]: 
"Cuando palabra y silencio se excluyen mutuamente, la comunicación se deteriora, ya sea porque provoca un cierto aturdimiento o porque, por el contrario, crea un clima de frialdad".
En una verdadera amistad es donde mejor se entrelazan los silencios y las palabras, donde se da el mejor de los diálogos. Guardar silencio es siempre un modo de decir algo, pero sólo un amigo sabe interpretarlos  —respetarlos o superarlos— adecuadamente. Y es que los silencios están para ser escuchados y al mismo tiempo para poder escuchar. "Se abre  así —dice el Papa— un espacio de escucha recíproca y se hace posible una relación humana más plena", y más adelante añade:
"En el silencio, por ejemplo, se acogen los momentos más auténticos de la comunicación entre los que se aman: la gestualidad, la expresión del rostro, el cuerpo como signos que manifiestan la persona. En el silencio hablan la alegría, las preocupaciones, el sufrimiento, que precisamente en él encuentran una forma de expresión particularmente intensa. Del silencio, por tanto, brota una comunicación más exigente todavía, que evoca la sensibilidad y la capacidad de escucha que a menudo desvela la medida y la naturaleza de las relaciones." 
Pero la amistad, como todo lo bello, es difícil. A Aristóteles le parecía algo prácticamente imposible de alcanzar cuando se es joven (porque los jóvenes buscan demasiado el placer), pero más adelante dice que una amistad es poco frecuente entre los ancianos y melancólicos —ay— (porque lo encuentran muy poco), así que qué esperanzas. Y de las amistades nobles, que son las que todos deseamos, dice que son rarísimas, pues hace falta tiempo y hábito: "El deseo de ser amigo puede ser rápido; pero la amistad no lo es. La amistad sólo es completa cuando media el concurso del tiempo y se da entre hombres virtuosos y que se parecen por su virtud", y estos, añade, son los menos. Dar en el punto medio, tan exacto, es más difícil que dar en la infinidad de medias tintas.
Sin embargo, todavía lo más difícil de todo es que para una amistad se necesitan dos ("llegar a ser igual y semejantes por ambas partes"). En este sentido, preferir amar es mucho más noble que desear ser amado, porque en ello nos ponemos en juego nosotros mismos, ponemos en acto —que es siempre perfección— nuestra voluntad, sin estar a la deriva del sentimiento de los demás. La virtud es un hábito que, en definitiva, depende de nosotros mismos (la autosuficiencia, ideal del hombre feliz), mientras que la amistad (que también es requisito de la vida plena) depende además de los otros. Así que por mucho que uno quiera y desee el bien a otra persona, si no hay estimación mutua, no hay igualdad, que es otro requisito de la amistad, según Aristóteles. Entonces, ¿qué nos cabe esperar?

Cuando los amigos faltan o están lejos, puede aparecer esa "infelicidad enclaustrada" del silencio, que es puramente destructivo. "Con frecuencia un largo silencio ha destruido la amistad", dice un proverbio citado por Aristóteles. Por eso es preciso crear el diálogo en otras circunstancias. La lectura es siempre una manera de salir de la soledad y, más aún, la escritura. Esa búsqueda de interlocutores justifica suficientemente tener un blog y escribir en él.
La mejor poética que he escuchado hasta ahora la expresó sintéticamente una chica de la Universidad: "Escribir es pensar en el lector. Es amar a alguien que ni siquiera se sabe que existe". Por el poco tiempo que todos tenemos, que alguien saque unos minutos para leerte es una fina muestra de amor, y escribir —vanidades aparte— es también un modo de donación. Y así se da esa cierta reciprocidad —o amor mutuo— de la amistad que tanto resaltaba Aristóteles. Escribir es un modo de tener amigos.
¿Y el silencio? ¿Qué tiene que ver todo esto con el silencio?
"En el silencio escuchamos y nos conocemos mejor a nosotros mismos; nace y se profundiza el pensamiento, comprendemos con mayor claridad lo que queremos decir o lo que esperamos del otro; elegimos cómo expresarnos."
La escritura siempre está precedida por un silencio. Por eso escribir es una de las mejores formas de conocerse a sí mismo, comprender con claridad lo que se piensa y, lo más notable, es donde más consciente se es de las palabras y, por tanto, de la elección de la forma que queremos que éstas tomen, que es un asunto importantísimo. Una elección a la que acompaña un esfuerzo constante por ser mejor, más virtuoso (de la escritura) y, por consiguiente, más merecedor de una amistad noble, "sólida y durable". Probablemente muchos se han convertido en poetas precisamente por la incapacidad de encontrar las palabras adecuadas al hablar y su empeño por hallarlas a través de otros caminos. (En "El tigre y la nieve" hay una escena maravillosa al respecto que sólo he logrado encontrar en  italiano en YouTube y transcrita aquí en inglés).
Así, a este diálogo afable de escribir le acompaña el silencio tanto como al de leer. El escritor al final se calla, invitando a la  reflexión. 
"En el complejo y variado mundo de la comunicación emerge la preocupación de muchos hacia las preguntas últimas de la existencia humana: ¿quién soy yo?, ¿qué puedo saber?, ¿qué debo hacer?, ¿qué puedo esperar? Es importante acoger a las personas que se formulan estas preguntas, abriendo la posibilidad de un diálogo profundo, hecho de palabras, de intercambio, pero también de una invitación a la reflexión y al silencio que, a veces, puede ser más elocuente que una respuesta apresurada y que permite a quien se interroga entrar en lo más recóndito de sí mismo y abrirse al camino de respuesta que Dios ha escrito en el corazón humano."
Lo ideal sería continuar el diálogo con esas preguntas después, una hermosa tarde, bajo la luna, o al fuego de una hoguera (cfr. Borges). Pero, claro, tanta felicidad —Aristóteles y el Papa también estarían de acuerdo con esto—, una felicidad plena, no es posible en esta tierra, por más que uno tratase de empeñarse en ello. 

martes, 22 de enero de 2013

Kindness Boomerang

Es imposible ver esto sin querer hacer algo por los demás. Ya sólo por eso, vale la pena ver el vídeo (además de escuchar la canción). Luego, lo difícil es acordarse —que es siempre una cuestión de amor— y vivir con una mirada atenta, centrada en los otros. En realidad, es mucho lo que se puede hacer (¡gratuitamente!) por los demás. Lo sé por experiencia. Es fascinante cómo puede cambiar un día gracias a la sonrisa de un completo desconocido. 
Ya sé que es esto es un poco típico y habrá muchos vídeos por el estilo, pero bueno, nunca está de más fomentar la esperanza, la fe y la caridad, que son virtudes teologales. Basta con tomarse esta condición de ser-para-los-demás un poco más en serio.

viernes, 18 de enero de 2013

La experiencia de las cosas bellas

O mi reflexión sobre la auténtica educación liberal. En Ritmos del Siglo XXI.

domingo, 13 de enero de 2013

"Un mundo así, obvio, no existe". Szymborska.

Vista de mi habitación cerca de Cartagena. Más una iguana en la palmera.
Cada cierto tiempo, mi padre me envía un correo con un artículo de Ernesto Ochoa, un columnista de "El Colombiano", el principal diario de Medellín. Podría ser algo rutinario, como esos emails que avisan de actualizaciones en una página web. Sin embargo, mi padre, que sólo me envía los artículos de cuando en cuando, es selectivo y acierta, insospechadamente, en los temas. Las columnas que escoge demuestran una doble intuición: una literaria, pues su selección es una fina forma de crítica; otra, más importante, paternal, pues también los padres tienen un sexto sentido, y el mío me envía siempre los artículos que necesito. No sé cómo lo hace, pero no es raro que acierte con uno de una temática que ha estado rondando mi cabeza. Hace un año hablé de esto, en Solitude (IV), gracias a otro acierto suyo, con la columna "Ese olor a musgo".
Esta vez, junto al artículo, mi padre añade una pregunta: "¿Cuándo retomas el blog?", que prueba que su intuición no es simple coincidencia. 

Ernesto Ochoa titula su columna "Diatriba contra el ruido", pues una vez terminadas las vacaciones navideñas, en las que el Nacimiento impone la Stille Nacht, y las familias que pueden peregrinan al campo, vuelve ahora el ruido metropolitano, los atascos y las prisas. 
"El ruido busca llenar un vacío interior. Es problema de las almas, no de las máquinas. Una ciudad poblada de ruidos, a toda hora y en todas partes, es algo más que la imagen de una cultura mecanizada. Es el síntoma de la deshumanización de una sociedad que ha perdido los perfiles del espíritu, la exquisita delicadeza de la paz, de la serenidad, del silencio."
El silencio, sí. De eso hablaba en mi última entrada, ahora tan lejana. De la necesidad del silencio, de callar y reflexionar, vivir más hacia dentro. Cuando todo se convierte en pura información —"¿Dónde está la sabiduría que hemos perdido en conocimiento? ¿Dónde está el conocimiento que hemos perdido en información?"—, se vive sólo con el deseo de comunicar, olvidando ese mensaje, tan evangélico, elegante y profundo, de guardar las cosas y meditarlas en el corazón.
Sin embargo, no todo silencio es de suyo fructífero. También hay silencios áridos, vacíos. No creo que ese sea el caso del silencio del Duque, que probablemente no haya sido tan estéril como a veces parece, aunque sí que ha sido mucho más largo de lo esperado. ¿Por qué?
Ernesto Ochoa dice en su columna:
"Mientras escribo intento aislarme, abstraerme, navegar hacia dentro. No oír, no oír. Es imposible. Por la ventana penetra el ruido sordo, redondo, arrastrado, de la calle. Un ruido viscoso, constante, sin intermitencias, que lo va rodeando a uno y se le pega como una piel. Ruido odioso y hostigante, que sube del asfalto como una bocanada caliente."
El Duque, en cambio, no quiere aislarse, ni abstraerse. Quiere escribir y, para eso, oír. Oír, es lo quiere. Oír hasta la luz. Hacer música con el ruido cotidiano. Escribir mientras escucha, que es la mejor forma de reflexionar y pasar de la anécdota a la categoría.
Hoy, por lo demás, se acaba la Navidad y empieza el tiempo ordinario, que este año ha coincidido también con el comienzo de mi vida ordinaria. Después de unas estupendas —y fructíferas en conversaciones como pocas— vacaciones en Cartagena, callar sería egoísta. Escribiendo es como se disfruta mucho más de todo. Y si algo me recordó Szymborska en Cartagena es que el mundo es asombroso y el poeta (ya quisiera yo) está allí para descubrirlo... y cantarlo.