viernes, 30 de octubre de 2009

Mrozek, un genio de la ironía


Slawomir Mrozek es un escritor polaco, un genio. Genio por su brevedad, genio por su ironía. He leído varios cuentos suyos y son realmente buenos. Aquí les dejo uno de los últimos que leí.

La Revolución

Slawomir Mrozek

En mi habitación la cama estaba aquí, el armario allá y en medio la mesa.
Hasta que esto me aburrió. Puse entonces la cama allá y el armario aquí. Durante un tiempo me sentí animado por la novedad. Pero el aburrimiento acabó por volver. Llegué a la conclusión de que el origen del aburrimiento era la mesa, o mejor dicho, su situación central e inmutable.
Trasladé la mesa allá y la cama en medio. El resultado fue inconformista.
La novedad volvió a animarme, y mientras duró me conformé con la incomodidad inconformista que había causado. Pues sucedió que no podía dormir con la cara vuelta a la pared, lo que siempre había sido mi posición favorita.
Pero al cabo de cierto tiempo, la novedad dejó de ser tal y no quedó más que la incomodidad. Así que puse la cama aquí y el armario en medio.
Esta vez el cambio fue radical. Ya que un armario en medio de una habitación es más que inconformista. Es vanguardista.
Pero al cabo de cierto tiempo… Ah, si no fuera por “ese cierto tiempo”. Para ser breve, el armario en medio también dejó de parecerme algo nuevo y extraordinario.
Era necesario llevar a cabo una ruptura, tomar una decisión terminante. Si dentro de unos límites determinados no es posible ningún cambio verdadero, entonces hay que traspasar dichos límites. Cuando el inconformismo no es suficiente, cuando la vanguardia es ineficaz, hay que hacer una revolución.
Decidí dormir en el armario. Cualquiera que haya intentado dormir en un armario, de pie, sabrá que semejante incomodidad no permite dormir en absoluto, por no hablar de la hinchazón de pies y de los dolores de columna.
Sí, esa era la decisión correcta. Un éxito, una victoria total. Ya que esta vez, “cierto tiempo” también se mostró impotente. Al cabo de cierto tiempo, pues, no sólo no llegué a acostumbrarme al cambio -es decir, el cambio seguía siendo un cambio-, sino que al contrario, cada vez era más consciente de ese cambio, pues el dolor aumentaba a medida que pasaba el tiempo.
De modo que todo habría ido perfectamente a no ser por mi capacidad de resistencia física, que resultó tener sus límites. Una noche no aguanté más. Salí del armario y me metí en la cama.
Dormí tres días y tres noches de un tirón. Después puse el armario junto a la pared y la mesa en medio, porque el armario en medio me molestaba.
Ahora la cama está de nuevo aquí, el armario allá y la mesa en medio. Y cuando me consume el aburrimiento, recuerdo los tiempos en que fui revolucionario...

viernes, 23 de octubre de 2009

Diario del movimiento del mundo I



17 de octubre, 2009. Madrid. Un millón y medio de personas. Un desplazamiento masivo que confluye, desde los cuatro puntos cardinales, en la mitad de un país. Desde dentro: ebullición de humanidad, gritos, saltos y juventud, mucha juventud. Desde fuera (ver foto): una marea ingente. Lo mejor de todo: un movimiento que, a pesar de su fuerza, no rompe como las olas, no hace daño sino que construye.

Y digo un movimiento, porque a pesar de ser muchos en realidad es uno solo. Todo el mundo unido con una misma esperanza, con un mismo gritar: ¡cada vida importa! Por cosas así vale la pena todo el esfuerzo. Por eso, entre un aparente caos, hay miles de razones para vivir (un millón y medio, como mínimo), miles de movimientos que lo que hacen es asentir a un mundo mejor, que dicen:

jueves, 22 de octubre de 2009

Un libro que es como una canción


Ahora sí le ha llegado el momento a "La Elegancia del Erizo". Ayer me lo terminé de leer y aún no me he repuesto del todo. (Alguna vez he pensado escribir algo acerca de ese momento en el que lees la palabra final del libro y sabes que todo ha terminado, pero por ahora sólo lo dejo apuntado...) En cualquier caso, no tengo palabras, creo que no puedo decir nada, a pesar de que este blog es todo un intento de expresar lo imposible.
Sólo una cosa: "La Elegancia del Erizo" (L'élegance du herisson) es todo lo que yo quisiera que fuese este blog. En definitiva es un libro que me hubiera gustado haber escrito.

Seguro que todos han escuchado con atención la canción de Killing me softly. Pues bien, este libro ha sido ese young boy del que habla la canción. Strumming my pain with his fingers...
Creo que aún tengo muchas cosas que pensar, que hablar, pero por ahora sólo tengo las últimas palabras del libro en mi cabeza: "La belleza en este mundo".

Voy a escribir la última parte del libro, menos 4 líneas para no revelar el final. En todo caso, aunque no revele mucho, creo que vale la pena leerlo habiendo leído el libro entero.

"Quizá sea eso la vida: mucha desesperación pero también algunos momentos de belleza donde el tiempo ya no es igual. Es como si las notas musicales hicieran una suerte de paréntesis en el tiempo, una suspensión, otro lugar aquí mismo, un siempre en el jamás.
Sí, eso es, un siempre en el jamás.
(...)
A partir de ahora buscaré los siempres en los jamases.
La belleza en este mundo."
¿Lo ven? De eso va todo... El proverbio musical y todo lo demás. Eso es lo que quiero. Lo que muchas veces se me escapa.

lunes, 19 de octubre de 2009

Diario del movimiento del mundo


Este es el comienzo de una nueva sección en el blog. Se llamará "Diario del movimiento del mundo" y lo copio de Paloma, mi pequeña amiga de "La Elegancia del Erizo". Por ahora no hablaré de este libro, ni de Paloma, ni de Renée, ni del señor Ozu. Ya les llegará su momento. Por lo pronto me quedaré con la idea del diario, tal como lo expresó Paloma:

"Entonces se me ha ocurrido que había que compensar este aspecto gloria espiritual con otro diario que hable del cuerpo o de las cosas. No de las ideas profundas del espíritu, sino de las obras maestras de la materia. De algo encarnado, tangible; pero también bello o estético. Aparte del amor, la amistad y la belleza del Arte, no veo gran cosa que pueda alimentar la vida humana (...) Si no tuviera que morir, el Arte habría sido toda mi vida (...) No estoy hablando sólo de las grandes obras de los maestros (...) No, yo me refiero a la belleza en el mundo, a lo que puede elevarnos en el movimiento de la vida. El diario del movimiento del mundo lo dedicaré pues al movimiento de la gente, de los cuerpos, o, incluso, si de verdad no hay nada que decir, de las cosas (...) Gracia, belleza, armonía, intensidad. Si encuentro un movimiento bello en los cuerpos, a falta de una idea bella para el espíritu, entonces quizá piense que vale la pena vivir."

Dice Aristóteles que "el tiempo es la medida el movimiento". El Diario que hoy comienzo consiste en buscar lo atemporal del movimiento, lo inmaterial de la materia. Hasta ahora no me lo había planteado... El movimiento no era para mí nada más que imperfección. No sé qué conseguiré, no sé si lo conseguiré, pero me parece un reto interesante. Quizá Paloma tenga razón.

martes, 13 de octubre de 2009

A propósito de "Una tempestad..."

Hoy he decidido correr un riesgo. Diré aquellas cosas que un duque no dice jamás. Me haré vulnerable.

No sé si me estoy volviendo viejo o que simplemente tengo que decir lo que nunca he aceptado. Ya os lo he dicho. Los caballeros a veces tienen que mostrar sus heridas.

Soy el Duque de Camelot. Lo digo sin vanidad ni pretensiones de grandeza. Soy amigo del rey, tengo más riquezas de las que puedo contar, he luchando con valentía en numerosas batallas y el pueblo me aprecia. Y aún así esto no me basta. No me bastan ni la riqueza, ni los honores, ni siquiera la virtud para conseguir lo que tanto deseo. Hay una batalla que jamás podré ganar, un territorio que nunca podré conquistar, una realidad que no puedo aceptar.

No entiendo por qué de las cosas más importantes no se puede hablar, es como si fuera demasiado doloroso, como si esas cosas encerrasen mundos demasiado desconocidos que tienen que permanecer en tal estado. Hay una barrera entre las almas que no se puede franquear, aquel lugar al que no puedo llegar. Es esa experiencia de la soledad que nada tiene que ver con estar o no acompañado.

Decía un viejo amigo, hablando de un forastero: “podría darle limosna a su cuerpo, mas el cuerpo no le dolía: era su alma la que padecía, y a su alma no alcanzaba yo a llegar”. Nadie ha expresado mejor esa limitación que tanto me pesa, que tanto me duele. Quisiera poseer la única llave que jamás me será dada, aquella que me permita –sin violencia y con paso fino, delicadamente, sin que se note– conocer a las otras personas, saber lo que necesitan, lo que les preocupa, cargar con sus penas. No espero que lo entendáis. Ya dije que correría ese riesgo.
"Una tempestad bajo un cráneo" terminaba diciendo: "Pero entremos". Esa entrada sólo es posible para mí desde la literatura.. La puerta está cerrada. No tengo la llave.

No quiero concluir con amargura. No es mi estilo, a pesar de los pesares. Ya os conté que Camelot es lugar de esperanza, y en cualquier caso hay quienes saben ver lo que nadie ve. Hay personas que saben leer en las almas, que ven el sufrimiento que puede haber detrás de una sonrisa y la honradez en una mirada. Hay quienes notan un mal día en un gesto –en apariencia desapercibido– de un amigo. Y creo que justo allí es donde nace la contemplación.

¡Esos hombres…! Da igual. En cualquier caso no soy uno de ellos. Es lo que a veces he llamado la experiencia del límite: una batalla para la que no tengo con qué luchar. En el fondo de esa experiencia sé bien lo que hay, una sed de más que hic et nunc no se puede saciar.

Que la Providencia os acompañe,
EL DUQUE DE CAMELOT.