Aquí he conocido los mejores caballeros, aquellos que llevan por espada la verdad y por escudo la virtud, aquellos que están dispuestos a morir por un ideal más grande que ellos mismos, aún más grande que el honor.
Es Camelot un lugar de la esperanza. A pesar de que no faltan las dificultades (y puedo decir que las conozco bien) las miradas de los hombres no se entierran en el suelo sino que saben mirar al cielo; las grandes batallas siempre terminan con un grito de victoria, porque sabemos que los héroes también pueden sangrar y éstos encuentran la gloria en sus propias cicatrices, aquellas que les recuerdan que han caído.
Sí. En pocas palaras esto es Camelot: esperanza. Esa es la bandera que siempre se lleva en esta tierra, en esta guerra que aquí no termina.
EL DUQUE DE CAMELOT.
Y como en Camelot, también ahora, en un Reino un
poco más grande –¡el mundo!– donde se combaten
muchas otras batallas...
Menos más que el Duque comenzó a publicar en el blog. Me ha encantado.
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