viernes, 27 de noviembre de 2009

Diario del movimiento del mundo II


El otoño es movimiento. Un movimiento sutil y silencioso, que está lleno de belleza. Los colores cambian y pareciese que de los árboles empieza a llover luz. Es un movimiento delicado, gota a gota, en el que cada hoja cae llevada por brisa del viento, que es también movimiento sutil.
Me gusta contemplar este cambio, que está lleno de fragilidad (¿tendrá esto algo que ver con la belleza?), en el que los árboles alcanzan su máximo esplendor -ahora todos son ardientes- mientras sabemos que eso significa que en breve todo aquello desparecerá, para dar paso a la cruda desnudez. Es esa fugacidad, la belleza que se escapa al volver a mirarla y los deseos atroces de inmortalizarla. De ahí estas líneas, de ahí que por esta época más personas lleven encima sus cámaras. Es el deseo de hacer estático el movimiento... y el temor a que este movimiento se detenga en la quietud de los árboles en el invierno.

3 comentarios:

  1. Movimiento... Te mueves demasiado rápido y me has adelantado. Estaba pensando dedicarle una entrada al otoño. ¡Qué le vamos a hacer!

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  2. Rafa, por favor, escríbela. ¡No nos puedes dejar sin ella!

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  3. ¿El otoño? Aquí eso ya pasó hace mucho, pero la luz sigue siendo la misma. Fue un movimiento casi inapreciable, sólo los patinazos en los parques por las hojas mojadas lo mostraban... Pero aparte de las lluvias torrenciales, el mundo parecía no moverse. Hasta que todo quedó a oscuras y entonces me di cuenta de que el invierno había llegado a estas latitudes. Pero aunque fue hace mucho, los colores granates de los árboles siguen en mi cabeza.

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