lunes, 21 de noviembre de 2011

Solitude (I)


Recuerdo que leí, en un blog ya desaparecido, una cita de Eugenio D'Ors en la que hablaba de la soledad no como el estado de aquel que no tiene compañía sino como un carácter, un modo de ser, pues hay gente —dice D'Ors— que por más que esté acompañada, internamente siempre están solas. Es un tipo de soledad que se permiten aquellos que, en el fondo, saben que no están solos. Y porque saben que no lo están, aunque esa certeza se difumine constantemente, pueden soportar ese terrible silencio, que se vuelve una carga que no aplasta aunque a veces pese, un refugio que por el que a veces se cuela un poco de frío.
La soledad o bien te salva o te destruye. Está esa fecunda soledad del intelectual, el filósofo, el poeta, de aquellos que se dedican a una tarea que necesita del cultivo del silencio, porque es un oficio casi sagrado. Pero también está la soledad de aquel que no encuentra su vocación, del que no logra encontrarse a sí mismo en relación con los demás. Y, a veces, ese el drama, los sentidos de soledad juegan entre sí. No suelen darse solos, se hace guiños constantemente.
Ya he hablado aquí, en otra ocasión de la soledad. Y ahora, como entonces, vuelvo a remitirme al capítulo de un libro de Amalia Quevedo.
Todos estamos abocados a la soledad y en cierta forma nos hallamos anclados en ella. Pero sólo quienes asumen consciente y libremente este destino y saben encontrarse a sí mismos dentro de su soledad, son capaces de transformar su infertilidad aparente en el humus fecundo donde nace y madura la obra del pensamiento o del arte. “Las obras de arte —observa Rilke— son de una infinita soledad”. Así lo explica Gómez Dávila: “Sólo el arte nos revela la personalidad auténtica, porque sólo el arte nos entrega la soledad de la persona”.
Quizá el arte sea la mejor respuesta a la soledad. La vía de escape en este mundo. El arte puede redimir al hombre solitario del ostracismo al que se ve llamado, para pasar a encontrarse siempre en casa. La soledad es casi como un dádiva, pues tiene el anverso de regalo y el reverso de carga que todo don trae consigo. Por sólo quien no se sabe solo, puede sentirse así; quien se sabe rico en lo más profundo, pero a la vez radicalmente pobre en su día a día, en sus relaciones, en sus pensamientos. Esto, claramente, si no se busca como una pose artificiosa, con aires de pompa. Estas palabras de Amalia Quevedo son mucho más elocuentes:
Sin riqueza interior no es posible amar la soledad. Según Gómez Dávila, “la soledad es insufrible si el solitario no adhiere a evidencias trascendentes. Cuando la verdad muere, el hombre anestesia su angustia con el hedor de la muchedumbre humana”. Sin embargo, tan nocivo es no querer recibir nada de la soledad y huir de ella, como aferrarla en un intento crispado por arrebatarle sus dones.
La soledad sólo se entiende si va de mano con la amistad. Si la soledad es un bien, en cierto sentido, más lo es la compañía, no esa compañía tumultosa, que sumerge en el anonimato, sino esa verdadera cercanía que da la amistad. Pues la amistad siempre habla con las palabras íntimas y susurradas de la soledad. Sólo la amistad logra, con manos más delicadas, lo que logra también la soledad. Sólo la amistad llega tan hondo como aquella. Sólo la amistad puede influir tanto. Son dos grandes temas. Grandísimos y grandiosos. Por eso empiezo hoy con esta serie. Es un experimento, a ver qué sale.

(Para los anglófobos o los que piensen que lo de titularlo "Solitude" en lugar de "Soledad" es un tanto cursi, creo que tengo que justificarme, con estas palabras de Paul Tillich, sacadas de la socorrida Wikipedia: “Our language has wisely sensed the two sides of being alone. It has created the word loneliness to express the pain of being alone. And it has created the word solitude to express the glory of being alone.”)

3 comentarios:

  1. Me gusta la palabra Solitudine. Hay un fondo de pantalla en mi móvil que se llama así, hasta hoy no había entendido por qué me gustaba tanto... Tienes razón, es buena la soledad y es buena la amistad. Las dos son necesarias.

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  2. Mira, Marce. Aparte de que me encanta lo que dices, te comparto algo de hace unos meses.En el fondo de la soledad, habita el amor. Un abrazo en la distancia, como siempre.
    http://lauriapito.blogspot.com/2011/10/aprendizaje-o-el-libro-de-los-placeres.html

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  3. Gabriel Gale, acabo de leerte y... ¡¡!! Me ha encantado.
    Sobre todo esto: "el amor como un hecho en el que "dos soledades se defiendan mutuamente, se delimiten y se rindan homenaje" o "el amor no es relleno para el vacío de la soledad. La soledad ha de contemplarse y vivirse como lo más humano, precisamente."

    Gracias :)

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