La literatura habla de lo universal, decía Aristóteles. La literatura infantil más aún. En los cuentos tradicionales (Cenicienta, Caperucita Roja, El Gato con Botas) los protagonistas ni siquiera tienen nombres, se les llama por alguna cualidad que podría tener cualquier otro.
Hoy me he acordado de Gerda y Kay, los niños de La Reina de las Nieves, el cuento de Andersen, que conocí por el libro de Carmen Martín Gaite y la conmovedora historia de Leo Villalba. Al final, es siempre lo mismo: todos, como Leo y como Kay necesitamos de una Sila y una Gerda, alguien que nos ayude a salir de las cavernas que nos vamos construyendo. Gerda, al llorar por Kay, derritió su corazón de hielo y logró que este llorara hasta hacer salir el "cristalito" que había empezado a corroerle; Leo, al sentirse querido como sólo puede puede querer una madre, al encontrarse por primera vez con alguien -¡su madre!- a quien amar incondicionalmente, encuentra por fin un momento de paz, de posible conversión, de sentido. También él logra expulsar el "cristalito" que se le había metido dentro.
Siempre es un momento concreto, un instante, una persona, o varias personas quizá, que logran generar una crisis en el interior de otro, que tocan dentro y llegan a donde ni siquiera ellas se imaginan. Es lo que muchas veces hace una amistad o quizá sólo un instante de escucha sincera. Y si no preguntadle a Singer, el protagonista sordomudo del libro que estoy leyendo ahora, a quien todos acuden simplemente porque sabe escuchar.
Y es que, puestos a hablar de cuentos, si se me apareciera el Genio de Aladdin, creo que este -aprender a escuchar- sería mi deseo... Aunque bueno, pensándolo bien...
Pensándolo bien, ¿qué?
ResponderEliminarBueno, no sé... es que de repente he pensado que pedir cualquier cosa es tentador. Una sola cosa. O bueno, tres... Escuchar no estaría nada mal, pero de repente se me han ocurrido tantas cosas...
ResponderEliminar¿Y qué piensa Kay de Gerda?
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