Cuando en el Evangelio de hoy se dice que los primeros en irse sin tirar ninguna piedra fueron los ancianos, no es porque los viejos acumulen más miserias, sino porque son los primeros en reconocerlas (y al decir viejos no me refiero a octogenarios, hablo más del corazón que de los años). Porque son más humildes, más sinceros. Por eso, a pesar de que tantas veces he hablado de ser niños, poco a poco me inclino más por el ser viejo, bien entendido, por supuesto.
Si sólo fuera por eso que he dicho anteriormente, ya merecería la pena.
Esta vez, no estoy de acuerdo. ¿Por qué los viejos son los primeros en reconocer sus miserias? Porque se han dado ya muchas tortas en la vida. Yo prefiero ser niño. Los niños reconocen al momento su incapacidad para hacer algo, y con mucha más naturalidad que un viejo, porque ¿a quién le puede extrañar que un niño necesite ayuda?
ResponderEliminarSí, Leti (por cierto, aunque me gustaba mucho lo de Baarry, me gusta este "dar la cara", con Fernando -el único que termina en "O", siempre me acuerdo- además!), en el fondo estamos de acuerdo. Sólo que desde hace tiempo quiero encontrar una especie de equilibrio; algo así un corazón verdaderamente de niño o un corazón verdaderamente de viejo. Sin la inmadurez que aún encierra el primero y sin la rigidez que puede encerrar el segundo.
ResponderEliminarLo de los viejos y las tortas... justo por eso quisiera ser viejo. Ya tienes experiencia, una especie de poso acumulado, cierta sabiduría. Quizá todo esto de querer YA ser viejo tiene que ver con querer llegar a ese momento de equilibrio "post-miles-de-tortas", sin tener que pasar por todas ellas. En fin, no lo sé. Es sólo un "excursus", casi un pensamiento a vuelapluma, de esos que se dan mejor en un diálogo para ir rectificando a cada paso.