Qué suerte que haya poemas —poetas—, pacientes, silenciosos, con quien poder hablar de estas cosas —las lágrimas, la fugacidad, la sed, la búsqueda, la cuesta arriba, el dolor— con calma, largo y tendido, sin deprimir a quien me escucha, sin que se canse de mí, sin que me llame egoísta, sin que me diga ya basta. Simplemente esperándome, abierto, sin nada que perder, dando de sí todo lo que pueda sacar de él.
"Canción al esfuerzo", de Jaime García-Máiquez.
A mi padre
¿Por qué todo cuesta tanto?,
¿por qué no salen las cosas
con suavidad, sin trabajo?,
¿por qué únicamente aquello
que nos merece la pena
lo conseguimos llorando?,
¿por qué lo fácil es pobre,
y lo que hacemos riendo
se escurre de nuestras manos?,
¿por qué el fruto necesita
madurarse tanto tiempo
hasta caerse del árbol?,
¿por qué lo rápido pasa
sin dejar pena ni gloria,
sin dejar huella ni rastro?,
¿por qué el resultado cuesta
lo que vale —el precio justo—
y no un poco más barato?,
¿por qué no basta ser bueno
y hace falta ser un mártir
para llegar a ser santo?,
¿por qué sólo aquellos versos
que hemos sufrido emocionan
al lector desocupado?...
Me gustaría saber
por qué todo a todo el mundo,
cuesta siempre tanto, tanto.
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