viernes, 17 de febrero de 2012

La amistad silenciosa de los libros

Qué suerte que haya poemas —poetas—, pacientes, silenciosos, con quien poder hablar de estas cosas —las lágrimas, la fugacidad, la sed, la búsqueda, la cuesta arriba, el dolor— con calma, largo y tendido, sin deprimir a quien me escucha, sin que se canse de mí, sin que me llame egoísta, sin que me diga ya basta. Simplemente esperándome, abierto, sin nada que perder, dando de sí todo lo que pueda sacar de él.


"Canción al esfuerzo", de Jaime García-Máiquez.

A mi padre

¿Por qué todo cuesta tanto?,

¿por qué no salen las cosas

con suavidad, sin trabajo?,


¿por qué únicamente aquello

que nos merece la pena

lo conseguimos llorando?,


¿por qué lo fácil es pobre,

y lo que hacemos riendo

se escurre de nuestras manos?,


¿por qué el fruto necesita

madurarse tanto tiempo

hasta caerse del árbol?,


¿por qué lo rápido pasa

sin dejar pena ni gloria,

sin dejar huella ni rastro?,


¿por qué el resultado cuesta

lo que vale —el precio justo—

y no un poco más barato?,


¿por qué no basta ser bueno

y hace falta ser un mártir

para llegar a ser santo?,


¿por qué sólo aquellos versos

que hemos sufrido emocionan

al lector desocupado?...


Me gustaría saber

por qué todo a todo el mundo,

cuesta siempre tanto, tanto.

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