Ayer me enteré (via) de que el 1 de febrero murió Wislawa Szymborska. Hace poco me terminé de leer su poesía no completa, imaginándome lo que aún podría salir de su pluma. En breve, espero, se publicará su poesía completa, aunque ella seguirá cantando en el cielo canciones que sólo allí conoceremos.
Mientras tanto podemos volver a sus poemas, llenos de buen humor e ironía. Esa acidez, que nunca llega a ser amarga, pero que tampoco es facilona, o esa ingenuidad aparente, que en realidad da mucho más en el blanco que palabras grandilocuentes, es lo que más me cautivado de su poesía. Y es que Wislawa, basta con mirar sus fotos, nos ha sabido contagiar su sonrisa en sus poemas... como en el que transcribo a continuación, uno que me hizo reír a carcarjadas. (Reconozco que es un poco sarcástico poner justo este, entre otros miles, pero creo que este punto de humor negro no le desagradaría a Szymborska).
UN GATO EN UN PISO VACÍO
Morir, eso no se le hace a un gato.
Porque qué puede hacer un gato
en un piso vacío.
Trepar por las paredes.
Restregarse entre los muebles.
Parece que nada ha cambiado
y, sin embargo, ha cambiado.
Que nada se ha movido,
pero está descolocado.
Y por la noche la lámpara ya no se enciende.
Se oyen pasos en la escalera,
pero no son ésos.
La mano que pone el pescado en el plato
tampoco es aquella que lo ponía.
Hay algo aquí que no empieza
a la hora de siempre.
Hay algo que no ocurre como debería.
Aquí había alguien que estaba y estaba,
que de repente se fue
e insistentemente no está.
Se ha buscado en todos los armarios.
Se ha recorrido la estantería.
Se ha husmeado debajo de la alfombra y se ha mirado.
Incluso se ha roto la prohibición
y se han desparramado los papeles.
Qué más se puede hacer.
Dormir y esperar.
Ya verá cuando regrese,
ya verá cuando aparezca.
Se va a enterar
de que eso no se le puede hacer a un gato.
Irá hacia él
como si no quisiera,
despacito,
con las patas muy ofendidas.
Y nada de saltos ni maullidos al principio.
Mientras tanto podemos volver a sus poemas, llenos de buen humor e ironía. Esa acidez, que nunca llega a ser amarga, pero que tampoco es facilona, o esa ingenuidad aparente, que en realidad da mucho más en el blanco que palabras grandilocuentes, es lo que más me cautivado de su poesía. Y es que Wislawa, basta con mirar sus fotos, nos ha sabido contagiar su sonrisa en sus poemas... como en el que transcribo a continuación, uno que me hizo reír a carcarjadas. (Reconozco que es un poco sarcástico poner justo este, entre otros miles, pero creo que este punto de humor negro no le desagradaría a Szymborska).
UN GATO EN UN PISO VACÍO
Morir, eso no se le hace a un gato.
Porque qué puede hacer un gato
en un piso vacío.
Trepar por las paredes.
Restregarse entre los muebles.
Parece que nada ha cambiado
y, sin embargo, ha cambiado.
Que nada se ha movido,
pero está descolocado.
Y por la noche la lámpara ya no se enciende.
Se oyen pasos en la escalera,
pero no son ésos.
La mano que pone el pescado en el plato
tampoco es aquella que lo ponía.
Hay algo aquí que no empieza
a la hora de siempre.
Hay algo que no ocurre como debería.
Aquí había alguien que estaba y estaba,
que de repente se fue
e insistentemente no está.
Se ha buscado en todos los armarios.
Se ha recorrido la estantería.
Se ha husmeado debajo de la alfombra y se ha mirado.
Incluso se ha roto la prohibición
y se han desparramado los papeles.
Qué más se puede hacer.
Dormir y esperar.
Ya verá cuando regrese,
ya verá cuando aparezca.
Se va a enterar
de que eso no se le puede hacer a un gato.
Irá hacia él
como si no quisiera,
despacito,
con las patas muy ofendidas.
Y nada de saltos ni maullidos al principio.
Yo creo, efectivamente, que la elección es perfecta.
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