Han pasado unos cinco años desde entonces. Fue en el Festival Internacional de Poesía de Medellín, al que mi amiga Vero y yo asistíamos con entusiasmo. Pero eso es otra historia que merece un apartado propio; fueron dos veranos en los escuchábamos poetas y más poetas desde la mañana hasta la noche, bajo un cielo soleado y bajo la lluvia, en los sitios más pijos de Medellín y en los más recónditos, con todo tipo de gente y condición.
Fue entonces cuando escuché un poema que desde entonces lo llevo grabado. Fue como un dardo que ha dejado su herida y que aún permanece. Lo escuché a viva voz, de su autor Juan Vicente Piqueras, a quien además el Festival había premiado. Nos contó que alguien le había explicado una vez que las palmeras, para crecer, tenían que perder algunas de sus ramas... y que él vio en eso una metáfora de la vida, una ocasión para un poema. Desde entonces lo llevo conmigo, y muchas veces me he repetido sus tres primeros versos. Por ese entonces también me descargué el audio y cada cierto tiempo lo escuchaba. Quizá la huella se deba más al momento, a esos primeros encuentros con la poesía, que todavía me resultaba un poco críptica, y que de repente fue un haz de luz.
Hoy me he acordado de "Palmeras" y he decidido aprendérmela. Os la dejo:
Palmeras
que van creciendo a fuerza de perder
sus ramas. Y sus troncos son heridas,
cicatrices que el viento y la luz cierran,
cuando el tiempo, el que hace y el que pasa,
ocupa el corazón y lo hace nido
de pérdidas, erige
en él su templo, su áspera columna.
Por eso las palmeras son alegres
como los que han sabido sufrir en soledad
y se mecen al aire, barren nubes
y entregan en sus copas
salomas a la luz, fuentes de fuego,
abanicos a dios, adiós a todo.
Tiemblan como testigos de un milagro
que sólo ellas conocen.
Somos como la sed de las palmeras,
y cada herida abierta hacia la luz
nos va haciendo más altos, más alegres.
Nuestros troncos son pérdidas. Es trono
nuestro dolor. Es malo
sufrir pero es preciso haber sufrido
para sentir, como un nido en la sangre,
el asombro de los supervivientes
al aire agradecidos y estallar
de alta alegría en medio del desierto.
Te alabo el gusto.
ResponderEliminarJ. V. Piqueras es un poeta muy a tener en cuenta y este poema es precioso.
Gracias.
Da gusto como se puede sacar poesía, y de la buena, con un dato tan fidedigno como que las palmeras pierden sus hojas al crecer, y como su tronco está lleno de cicatrices. Me ha gustado mucho. Quizá hable de palmeras en mi blog.
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