que mis árboles de siempre
me miren con un aire envejecido,
que el sol que me despertaba de pequeña
ya no se asome a mi ventana.
Miedo de que mis calles ya no sean mías
y que sean otros niños
-¡de otro siglo! ¡de otro milenio!-
los que jueguen en mi parque,
miedo de volver a buscar mis huellas
y encontrarme con caminos
que no llevan a ninguna parte.
Miedo de sentirme una extraña,
de avergonzarme de mi gente,
y que mis mendigos ya no me vean
como una hermana.
Miedo de de mi lengua
se haya convertido en madrastra,
de no acertar a encontrar las palabras.
Miedo de ser otra y que tú también lo seas,
y que cuando, por fin,
se encuentren nuestras miradas
-¡con tanto qué hablar!-
sólo me puedas decir:
"Sí. Entre nosotros sólo ha pasado tiempo".
¿Es tuya?
ResponderEliminarMe ha gustado mucho.
Sí, es mía. ¡Gracias!
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