miércoles, 12 de enero de 2011

Érase un día de verano


Un feliz día de verano Sócrates y Fedro se van a dar un paseo, a las afueras de la polis, para hablar de filosofía. La escena es ciertamente idílica, casi roza lo romántico. Todo lo que alguien que disfrute de una buena conversación puede desear. Hace sol, pero Sócrates y Fedro encuentran un lugar a la sombra, con un viento suave que los acaricia, al lado de un riachuelo, donde se sientan descalzos a mojarse los pies. Y allí transcurre la escena, la conversación sobre el amor, la belleza, la escritura, la retórica, que termina -¿de qué otra manera podía acabar?- con una oración, que hago mía.
Oh querido Pan, y todos los otros dioses que aquí habitéis, concededme la belleza interior, y que todo lo exterior se enlace en amistad con ella; que considere rico al sabio; que todo el dinero que tenga sólo sea el que puede llevar y transportar consigo un hombre sensato, y no otro.
Y después de semejante oración y del resto del Diálogo, en el que se discute sobre la palabra, me pregunto: ¿Qué habrían dicho Sócrates y Platón si hubiesen conocido el comienzo del evangelio de san Juan?

Ἐν ἀρχῇ ἦν ὁ λόγος, καὶ ὁ λόγος ἦν πρὸς τὸν Θεόν, καὶ Θεὸς ἦν ὁ λόγος.

¡Dios, que es la Palabra! ¡La Palabra, que es Dios! Platón, de algún modo, lo sabía. Veía que en las palabras había un algo divino. Y escribió cosas hermosas al respecto. La crítica y defensa, en distintos sentidos, de la palabra escrita, tiene algo que ver con esa intuición. Hay un arte de las palabras, dice Platón en boca de Sócrates, que hay que cultivar como el propio mundo interior: es "el jardín de las palabras", pues éstas son "esa semilla inmortal, que da felicidad al que la posee en el grado más alto posible para el hombre": esa vida, que según Aristóteles, casi alcanza lo divino.

2 comentarios:

  1. ...Nada como dedicarse a la Filosofía y la(s) Palabra(s). En palabras de Nicolás Gómez Dávila: "La filosofía se acortona, se encanece, se encorva, cuando se divorcia de las letras".

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