lunes, 24 de enero de 2011

Espera poco para disfrutar mucho


La decepción es una experiencia muy humana. Incluso antes de tener conciencia hemos vivido ya múltiples decepciones. Es una de las principales razones, creo yo, por la que los niños lloran. Así pues, crecemos sabiendo que la vida muchas veces puede resultar decepcionante, que las personas no siempre son lo que esperamos, que nuestros deseos no siempre se ven cumplidos. Y a medida que pasa el tiempo esta realidad resulta más punzante. De niños hacemos de esas decepciones un mundo, pero al final se pasan rápidamente, nos damos cuenta de que no era para tanto; pero después la desilusión te pilla por la espalda, cuando menos te la esperas, e incluso, cuando resulta predecible, esa pequeña esperanza que vive en nuestra alma -que es algo así como una caja de Pandora- nos hace pensar que no habrá tal tristeza. Hasta que, voilà, nos damos cuenta de que no era más que una esperanza. Entonces es fácil caer en el cinismo o el escepticismo. Ya hemos sido defraudados demasiadas veces, la esperanza ha resultado traicionera. Así que decidimos ponernos por encima de ella y mirarla con aire escéptico: "Esta vez no me engañarás." Y empezamos a decir a la gente que la vida te da golpes, que entre más esperes más dura será la caída, que en cuanto empiezas a confiar mucho te llega la puñalada por la espalda..., así que lo mejor será "esperar poco para disfrutar mucho". Vive la vida con actitud de todo-me-da-igual y así, después, las cosas te sorprenderán: "Al final no ha estado tan mal como me lo esperaba". La idea es mirar el futuro con cierta cautela y predisposición, con la ley de Murphy bajo el brazo, así cuando pase algo bueno que exceda tus expectativas nulas, lo disfrutarás mucho mejor, como un regalo.
Lo reconozco. Cuando una alegría te llega de sorpresa es una doble alegría, pero el lema "esperar poco para disfrutar mucho" es divisa de los vencidos, de quien siendo viejo aún es demasiado joven y de quien siendo joven ya se ha hecho demasiado viejo.
Probablemente decir esto sea tirar piedras sobre mi propio tejado, pues el escepticismo se asoma con frecuencia a mi ventana. Aferrarse a la esperanza el último resplandor de un fuego que se consume es algo miserable, como cuando decides salir con alguien porque todos los demás planes se han desbaratado y todas las demás opciones son lo suficientemente indeseables como para escogerlas. La esperanza, lo he dicho en otro sitio, no es consuelo sino motor, realidad arrolladora, que todo lo puede (al menos como virtud cristiana).
Estoy convencida (sí, esperanzadamente) de que al final de nuestra vida no sólo se nos examinará en el amor, como dice san Juan de la Cruz, sino también en la fe y la esperanza, y nuestro premio se nos dará en la medida de esa esperanza. Quien mucho espera, mucho se le dará. “Nuestra esperanza no se verá defraudada”. Para quien vive con una esperanza fuerte, radical, nunca habrá decepciones demasiado grandes como para echarlo todo por el suelo. ¿Decepciones? ¿Sufrimiento? Sí, siempre y quizá a costa de esa esperanza sean grandes, pero nunca desesperantes, siempre con una sonrisa. O al menos -aquí sale mi yo escéptico- es lo que cabría anhelar.

2 comentarios:

  1. Creo que el problema no es tanto la falta de esperanza como el ponerla en las cosas equivocadas. La gente se decepciona porque confía su felicidad a cosas, situaciones o personas que no pueden dársela. Y esto puede conducir tanto al escepticismo como al descontrol, al buscar experiencias cada vez más fuertes.

    El primer caso ya lo has comentado tú. El segundo aboca a que la persona se vuelve insensible, y se acaba desesperando.

    La clave para disfrutar mucho no es esperar poco, sino esperar adecuadamente, esperar en algo grande. Sólo así las cosas pequeñas nos harán disfrutar, porque no las habremos convertido en un fin.

    (Se admiten opiniones contrarias)

    ResponderEliminar
  2. Wow. Esto sí que es un comentario que supera la misma entrada.
    Estoy de acuerdo. Me ha gustado mucho especialmente lo de "esperar adecuadamente". No lo había pensado así, pero ahora realmente creo que es la clave. Saber no sólo en qué cosas, sino además de qué manera, en qué medida, poner la esperanza.

    ¡Gracias!

    ResponderEliminar