martes, 1 de marzo de 2011

Vida urbana


En Pamplona a los autobuses se les llama villavesas. Es otro nivel. Paran únicamente en sus respectivas paradas y, además, a una hora en punto. Nunca exceden su velocidad. Puedes pagar en efectivo o con trajeta -no me refiero a la de crédito, por supuesto, pero sería pensable- si quieres ahorrarte la mitad. Siempre están impecables y pocas veces hay mucha gente. Y como los viajes no son muy largos hay poco tiempo para leer o conocer a alguien interesante.
En Colombia a los autobuses se les llama, simplemente buses. Y cada viaje es una aventura emocionante. Los buses no pasan a ninguna hora, es decir, pasan siempre que los necesitas (hay algo mágico en ello, lo sé). Así no tienes que programar todo tu día en función de tus viajes y nunca tienes que cruzarte con la misma gente. Hay paradas de buses, por supuesto, pero para qué ir hasta ellas si en todo caso el bus pasa frente a tu casa. No hay necesidad de paseos innecesarios, basta una seña al autobusero desde la calle para que amablemente pare. Por supuesto, lo mismo al bajarse. Es cuestión de desarrollar la técnica de tocar el tiembre con la suficiente anterioridad para que pase justo donde querías.
El bus es mucho más barato que la villavesa y siempre cabe negociación, picardía (2 x 1 y me monto por atrás). El excedente se paga en otros sentidos: nunca están tan limpios, las sillas están ralladas (con declaraciones de amor en el mejor de los casos) y corres el riego de perder tu vida. Esto último lo digo con gracia, pero en serio. Una vez iba en un bus que estaba haciendo una flagrante carrera con otro bus por las calles de Bogotá, los mini-coopers de "The Italian Job" era meros juguetes a comparación con las velocidades a las que íbamos. Y es que, claro, ¿qué pasa cuando -sin horario- dos buses que hacen el mismo recorrido se encuentran? La ley del más fuerte. El que se quede en la retaguardia no es más que una escoba que recoge a algún cliente que ha salido un segundo más tarde de su casa. Por eso también hay gente que a cambio de unas cuantas monedillas a cronometrar los tiempos que hay entre un bus y otro para que el conductor establezca su táctica (en Colombia, conducir un bus es también cuestión de estrategia). Por otro lado, en cuanto a perder la vida, puedes también realmente morir de asfixia. Y no exagero, lo prometo. A ciertas horas los buses van absolutamente atestados de gente. Absolutamente. Si nunca has estado allí dentro no lo puedes entender. Absolutamente. Hasta el punto de que es probable que sólo puedas apoyar un pie en el suelo porque no hay sitio para los dos (caso 100% real). Como los buses tienen tornos para llevar el cálculo de la gente que se monta y las cuentas que al final deben rendir a sus jefes (de ahí lo del 2 x 1 y me monto por detrás, donde no hay tornos), en estos casos de absoluto atestamiento, abren sus puesrtas de atrás y cómo están, recordadlo, totalmente llenos de gente, el conductor no te ve ni el pelo al montarte. Pero, todo hay que decirlo, los colombianos somos buena gente y tus modeitas pasan de mano en mano hasta llegar al conductor, sin que nadie se las quede, y en el mejor de los casos hasta te llega el cambio de vuelta.
Por último, y más importante, lo mejor, lo que hace de cada viaje una aventura apasionante, es la gente. Yo siempre iba en el bus esperando algún encuentro trascendental. Allí, todo Colombia es una misma cosa. Te puedes sentar al lago del mendigo o del ejecutivo o del que va escribiendo poemas de amor o leyendo una novela (a mí una vez me echaron del bus mientras me terminaba "El molino junto al Floss". "Eh, se tiene que bajar que ya no voy más lejos"). No es raro empezar una conversación o hacerse un "amigo" que acorte el viaje. Yo, por ejemplo, le conté todos mis planes de venirme a Navarra a un hombre que me habló por primera vez del País Vasco. Incluso me dio su teléfono por si necesitaba ayuda para algo.
Quizá te topes con algún ladronzuelo, lo reconozco, pero eso, por suerte, es ajeno a mi experiencia. Antes te encuentras con gente muy honrada que se busca la vida como puede trabajando en los autobuses. Y esto, para mí, era siempre lo más entretenido. A veces también lo más doloroso. Y es que en los buses también hay caridad y el conductor presta sus servicios a ciertas personas que se montan en el bus y delante de todo el mundo te cuentan su vida, te enseñan sus informes médicos, lo caro que resulta el tratamiento, su mujer, sus cinco hijos, la falta de trabajo. Siempre muy cordialmente, comenzando su discurso con un "muy buenas tardes señores y señoras. Siento perturbar su viaje sólo unos minutos para contarles que...". Otros venden chocolates, piruletas, pulseras, todo tipo de manufacturas para que seas tú quien le pongas precio a su trabajo. "Se los reparto sin compromiso", y al final o bien devuelves el producto o le das tu dinero. Mis favoritos eran los cantantes, que te dan su producto les pagues o no. Cantautores excelentes con sus guitarras y sus canciones, con temas muy nuestros. Ilona, por ejemplo, ahora reconocida en Colombia, empezó su carrera artística pidiendo dinero en los buses con sus canciones. O también están los intérpretes. Nunca olvidaré al chico que nos cantó una vez "La canción del elegido" de Silvio Rodríguez. También están los raperos con radicassette a bordo, e incluso sé de uno que siempre se montaba con un arpa para interetar sus canciones llaneras.

¿Ahora veis por qué las villavesas pamplonicas me parecen tan poca cosa a pesar de la seguridad, puntualidad y limpieza?

3 comentarios:

  1. Marce, estas cosas te pasan porque sólo conoces Pamplona, cuyo único medio de transporte municipal es la villavesa... Es verdad que España no es Colombia, ni lo será, pero hay términos medios, como por ejemplo, Madrid. En vez de contártelo, te invito a que te pases por aquí algún día a comprobarlo, aunque en realidad se necesitan muchos días para verlo. Esa es otra razón por la que no puedo contártelo aquí: necesitaría un post entero.

    Con todo, decirte que esta es la entrada con la que más he disfrutado hasta el momento, tanto por sus diferencias como por sus semejanzas con lo que yo vivo. Gracias.

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  2. Gracias Baarry. Me alegra que la hayas disfrutado.
    Sí, la verdad es que Madrid debe ser todo un mundo en cuanto al transporte. De hecho creo que hace parte de mi imaginario social cuando pienso en Madrid, aunque nunca lo haya experimentado. Si no es porque por ahora en Pamplona lo tengo casi todo, sin duda me plantearía irme a vivir allí. Hay mucha más "vidilla", ¿no?

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  3. Marce, me encantó la comparación algo idealista! Pero, lo siento, a veces lo que más me abruma de vivir en Bogotá es justamente eso: ese transporte atestado de gente en donde no se puede ni respirar (ni poner los pies en el suelo, que también me ha pasado) ¿intentaste el viaje en transmilenio a las 6 hasta la avenida Jímenez? :S

    Pero puedes tener razón en algo, los viajes en bus aquí son mucho más impredecibles y por lo tanto más literarios jaja...

    Mañana, cuando me monte al bus, pensaré en tu entrada a ver si me siento mejor ;)

    Un abrazo!

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