Nada como saber maravillarse antes las cosas pequeñas, dice Christian Bobin. Nada como amar la pobreza y admirarse ante lo mínimo: El sonido de un radiador, un árbol que de repente se vuelve único, la danza de una araña, las palabras de un niño, una brizna de hierba, el verso de un poema, el olor de los lirios, la lluvia, los tulipanes. “Me alimento de lo que el mundo descuida”, vuelve a decir Bobin, en Autorretrato con radiador.
Y es que recibir el don que nos ofrece cada una de esas pequeñas cosas es, en definitiva, beber la felicidad más plena en un gota de rocío. Que las cosas ordinarias nos llenen del gozo que engendra la belleza. Eso es saber contemplar. Y para contemplar hace falta la mirada de un enamorado. Una mirada performativa. Un mirar que a la vez se sabe mirado, porque al saber ver lo mejor de los demás (también de las cosas pequeñas), se siente embriagado de esa presencia. Bobin lo expresa maravillosamente cuando afirma (y qué luz me ha dado lo subrayado): “Con sólo una mirada a los tulipanes me siento tonificado. Saboreo así lo mejor de la vida conyugal: cuando el otro, contagioso de sí mismo, transmite su alegría sin tan siquiera darse cuenta”.
Primeros fríos. Claudio Rodríguez
Hace 20 horas
Genial!!!
ResponderEliminarVenía pensando en este tipo de cosas últimamente... Dicho de otra manera por mi amiga Teresa: http://elcaminodelaalameda.blogspot.com.es/2012/05/si-no.html
Y sigo con la cabeza llena de tu comentario acerca de la sublimidad de lo efímero de un copo de nieve...
¿Qué es una mirada performativa?
ResponderEliminarLo mío no son los copos de nieve, sino la perfección de tantas flores diminutas conocidas como malas hierbas, que nada tienen que envidiar a las mutaciones genéticas de floristería.
Es una mirada que no es pasiva. Hay un modo de concebir la sensibilidad de un modo puramente pasivo. Las imágenes que llegan a tus ojos y son procesadas por el cerebro. Parece que basta con abrir los ojos, pues es inevitable que al abrirlos, veas. Pero mirar no es simplemente esperar "efluvios" de las cosas, ni mucho menos. Es un acto. Como el amor, que también es acto y no simplemente una cuestión de sentir, pasivamente, algo. Tu puedes ser transformado al ser mirado por alguien y también puedes transformar a alguien al mirarlo. Lo que Bobin dice de los tulipanes: ¿quién transforma a quién? Parece que son los tulipanes los que transforman a Bobin, "lo tonifican", pero en realidad los tulipanes simplemente están. Es la mirada performativa de Bobin la que logra sacar lo mejor de los tulipanes. Cuando esto se extrapola a las personas, se abre un mundo completamente nuevo. Ahí es más difícil decir quién transforma a quién. Tu mirada puede sacar lo mejor de una persona y una persona puede cambiar completamente tu mirada.
ResponderEliminar¡Gracias, Marcela! No hay nada como tirarte de la lengua... lo voy a hacer más veces.
Eliminar