lunes, 22 de marzo de 2010

El Haiku: Redescubrir Oriente

La cultura oriental se me presenta envuelta de un cierto misticismo, un no-se-qué intocable que me sitúa a una distancia insalvable, como si me dijera que no me acercase a ella, que hacerlo sería profanarla. Desde la lejanía la observo con admiración y respeto, con la actitud de quien se sabe ante la presencia de algo sagrado. Y ante lo sagrado también aparece el temor. Por esto he de reconocer que, en el fondo, lo oriental me suscita temor. Temor a descubrir algo demasiado profundo, algo que me descubra la trascendencia, desvele el alma y encuentre lo que siempre he estado buscando, pero no pueda entenderlo, ni aprehenderlo... y así se rompa la magia, se disipe el vaho de ese algo divino.
Un afortunado encuentro me ha acercado, sin pensarlo, a Oriente: he redescubierto el haiku. Ya habían oído acerca de él, ya había leído algunos, pero aquel sentimiento de respeto hacia lo desconocido me mantenía lo suficientemente alejada de él. "No te acerques, que es peligroso".

Desde hace un tiempo quería leer algo de Gabriel Insausti, así que saqué un libro suyo de la biblioteca: "Cristal Ahumado". ¿Mi sorpresa? Una selección de haikus escritos por este poeta. La idea me llamó poderosamente la atención, un acercamiento a Oriente desde Occidente es un buen modo de comenzarme a meter en tan desconocido horizonte.
Me bastó para leer un par de haikus para captar una especie de infinitud pocas veces experimentada y el prólogo, escrito por Abel Feu, me cautivó. Allí habla del haiku con maestría. Allí está, con indecible precisión, lo que ha significado para mí este encuentro: "El haiku, manteniendo el esquema métrico reglamentario, se convierte en varita mágica con la que un poeta contemporáneo acierta a tocar levemente la fibra poética de la que en parte estamos hechos. Una nota, un detalle, un gesto, lo menos, desata toda una música, un paisaje, un alma, lo más. Porque, y ya es hora de que el prólogo acabe y el haijin comience, el haiku, para quien sabe mirar y sabe decir (es decir, para quien sabe), es casi un silencio que lo dice todo."

"Cristal Ahumado"... Leedlo, es una delicia, toda una experiencia, un atisbo a lo infinito, un ventanita pequeña (de sólo tres versos) que deja ver la inmensidad del horizonte. Una muestra de que las realidades más extraordinarias están en las cosas más pequeñas.

Os dejo aquí algunos. La selección es casi al azar, porque todos son geniales y si me empeño en buscar los mejores, correría el riesgo de transcribir el libro... pero Insausti me cae bien y no quiero problemas legales. Es sólo un abrebocas de una cena abundante.

Ver, de repente,
el rostro que tendremos
en el espejo.

Se le oye al grillo
ensayar un Nocturno
agudo y mínimo.

La flor se vuelve
paisaje si la miras
dos o tres veces.

Le falta al mundo
esa luz en que ahora
estoy pensando.

Mientras tú duermes
¿quién señala el camino
a los luceros?

3 comentarios:

  1. Me gusta la de la flor... pero no creo que me aficione nunca a los haikus. Creo que prefiero su variante occidental en prosa, o sea, los microrrelatos.

    Estos días han venido unas japonesas al colegio mayor. No hablan ni español ni inglés, pero son muy divertidas. Hacen reverencias todo el rato.

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  2. Los microrrelatos son geniales también. Hacen lo mismo que los haikus y que es tan difícil: dar en el blanco. No sé cuál de los dos géneros prefiero, pero sí que he de reconocer que en general los haikus en apariencia dicen menos -al menos narrativamente- pero dejan entrever mucho más. Al menos hay unos realmente profundos.

    Te dejo un haiku narrativo, estilo microrrelato:

    Le dio la mano
    y pareció quedarse
    cortés y manco.

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  3. ¡¡¡marce¡¡¡ estoy emocionada tía ¡que bonito¡ como es posible ¡me encanta¡ Yo algún día llegaré a escribir como tú y también a darme cuenta de las cosas tan filosóficas que percibes y yo aún no. Me encanta no sé si comprarme un libro de nuestro antiguo profesor y decirle que me lo dedique. Gracias por este descubrimiento.

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