He disfrutado en grande leyendo "Oír la luz" de Eloy Sánchez Rosillo. Últimamente me sobreviene con cierta frecuencia esa sorpresa imponderable, tan propia de la niñez, cuando se descubre algo nuevo. Es una delicia, uno de los placeres del vivir, descubrir algo que realmente te gusta: un escritor, un grupo de música, una canción, un blog. Me ha pasado en este último mes de una manera inusitada. Quizá es que aún soy lo suficientemente ignorante para tener prácticamente todo por descubrir y lo suficientemente filo-filósofa para aceptar con agradecimiento los nuevos descubrimientos (y percatarme de dónde hay una fuente que no cesa de manar agua). Este último mes han sido Amalia Bautista, Chesterton, The Dawes, Megafaun, y un etc., por no dejarme nada fuera.
Con Sánchez Rosillo, que es a lo que voy, he leído unos poemas en los que late esa "solitude" de la que he intentado escribir un poco. Esa soledad necesaria, pero tan llena de contenido, que brilla por sí sola en la oscuridad del dolor solitario. La soledad que se precisa para "oír la luz" en un momento único, de silencio cósmico, que sólo acontece ante la contemplación de la magnitud abrumadora del espacio y el titilar cálido las estrellas.
Hay un poema en concreto que me parece definitivo, no porque me haya resultado completamente novedoso, sino precisamente porque ha sido la expresión perfecta de algo en lo que he pensado muchas veces. La diálectica entre los dos ideales de contemplación (soledad/autarquía) y amistad (compañía); la admiración, que comienza como un ejercicio solitario, pero que sólo llega a su culmen en compañía... Stanislaw Jerzy Lec, que recientemente me acompaña, lo dice de modo fantástico en un frase, que le da sentido tanto a la lectura solitaria (por la luz que se enciende en nosotros cuando leemos una idea "nuestra" que nos llega vestida de otra voz), como al salir fuera con los amigos (por la luz totalmente nueva, y que custodiamos enseguida, cuando una persona querida engendra en nostros una nueva voz): "nos gusta que nuestra voz interior nos llegue del exterior".
El poema de ESR es una muestra más de que los poemas más míos, como diría EGM, los han escrito siempre otros poetas. Aquí está todo: la necesaria soledad, estimulada por la compañía; la búsqueda a solas —a veces a tientas— y la mirada de la amada, que recoge los frutos inmediatos de el solitario viaje, que de lo contrario se agostarían.
Con Sánchez Rosillo, que es a lo que voy, he leído unos poemas en los que late esa "solitude" de la que he intentado escribir un poco. Esa soledad necesaria, pero tan llena de contenido, que brilla por sí sola en la oscuridad del dolor solitario. La soledad que se precisa para "oír la luz" en un momento único, de silencio cósmico, que sólo acontece ante la contemplación de la magnitud abrumadora del espacio y el titilar cálido las estrellas.
Hay un poema en concreto que me parece definitivo, no porque me haya resultado completamente novedoso, sino precisamente porque ha sido la expresión perfecta de algo en lo que he pensado muchas veces. La diálectica entre los dos ideales de contemplación (soledad/autarquía) y amistad (compañía); la admiración, que comienza como un ejercicio solitario, pero que sólo llega a su culmen en compañía... Stanislaw Jerzy Lec, que recientemente me acompaña, lo dice de modo fantástico en un frase, que le da sentido tanto a la lectura solitaria (por la luz que se enciende en nosotros cuando leemos una idea "nuestra" que nos llega vestida de otra voz), como al salir fuera con los amigos (por la luz totalmente nueva, y que custodiamos enseguida, cuando una persona querida engendra en nostros una nueva voz): "nos gusta que nuestra voz interior nos llegue del exterior".
El poema de ESR es una muestra más de que los poemas más míos, como diría EGM, los han escrito siempre otros poetas. Aquí está todo: la necesaria soledad, estimulada por la compañía; la búsqueda a solas —a veces a tientas— y la mirada de la amada, que recoge los frutos inmediatos de el solitario viaje, que de lo contrario se agostarían.
EL VIAJE
Eloy Sánchez Rosillo
Saber que estás ahí, mientras trabajo
en el cuarto de al lado, mientras busco
a solas el poema, me estimula,
me da ilusión y fuerza y esperanza.
Yo me voy a mis sueños y me adentro
por inciertas regiones en las que nunca estuve.
No admite compañía esta aventura:
es preciso estar solo para hallar lo que importa.
Me pierdo en ocasiones, pero a veces encuentro
extrañas maravillas que nadie ha visto antes.
Por favor, no te vayas y espera mi regreso;
tu serás cuando vuelva, la primera en mirarlas.
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