jueves, 23 de septiembre de 2010

Brainstorming

Frente a la expresión castellana "tormenta de ideas", prefiero la más breve e ilustrativa "brainstroming", donde la fuerza no viene tanto de las ideas como resultado, sino del pensamiento mismo. Me viene a la cabeza la imagen, un tanto mecanicista, del cerebro puesto en movimiento, generando chispas y energía, sin más producto que su actividad misma.
Este es mi "brainstorming", del que no salen ideas claras, ni hiladas, pero como todo comienza por una idea, espero que esto sea algo así como un comienzo que tiene raíces en unos cuantos años atrás.

Una revolución cuya única arma es el pensamiento. Promovida por jóvenes y para jóvenes -con espíritu joven-, bajo la luz de la tradición y la guía de cabezas canas. Entraña: universitaria. Un poco de "Beer and Bible", de la mano de Chesterton. "El pub de Chesterton", lo llamaría DTR. Una cadena mundial de amigos que quieran influir. Sin conciencia de grupo, pero unidos por un compromiso con el mundo, por el estudio y su propio "brainstorming". Pluralidad y rigor. Ante todo, amistad. Formarse para formar. Amor por el mundo, la cultura, las letras, las ciencias, el arte. Descubrir la belleza y enseñarla. Hablar claro, con convicción y argumentos. Criticar lo que está mal, fomentar lo bueno. Think tanks cuyo tank es la calle, el follón. Filósofos, juristas, biólogos, poetas, artistas, médicos, economistas, periodistas. Saber comunicar. Profundidad y sencillez. Con humildad. Apelar a los grandes, las cumbres, los líderes, pero ayudando a "los pequeños". Los pies en la tierra y la cabeza en el cielo. Influir. Crear cultura.
Una revolución verdadera, porque sólo así será una verdadera revolución, que no necesita de camisetas rojas ni martillos. Una revolución que dé esperanza. Sí, así, afirmativa.

We want you for our army.

Ya sabéis dónde encontrarme.

jueves, 9 de septiembre de 2010

Ante los ojos, la muerte



La muerte es un tema obligado. Un parón necesario. Un pensamiento recurrente. Lo único irremediable. Un tópico al que se vuelve una y otra vez, porque todos vamos a dar a esa mar, que es el morir. Para los filósofos y los poetas, la muerte lo es casi todo; la vértebra de su quehacer mismo.

"Ubi sunt?" ("¿Dónde están?") es una de las grandes preguntas de la literatura, una pregunta que se encara con la muerte e interpela su acción. Sin embargo, más quebuscar una respuesta es el lamento por aquellas cosas que pasan, las personas que mueren, el paso inexorable del tiempo ante el cual todos estamos inermes. Frente al "Ubi sunt" todo se presenta como vanidad de vanidades, porque se experimenta cómo toda gloria humana es pasajera, cómo al final todo se iguala, cómo todos desembocamos en la misma corriente. Sin esta pregunta no puede haber arte, que siempre surge como un remedio ante la muerte, como un ansia de eternidad, de capturar lo permanente en la fugacidad, de inmortalizar e inmortalizarse. Una vez escuché decir que el oficio de escritor sirve para distraerse de la muerte. Al final es lo mismo: para distraerse, para enfrentarla, lo importante es que siempre, en el fondo, late la presencia de la muerte que ronda a algunas sensibilidades de modo especial.

En la Filosofía la pregunta por la muerte es aún más radical. Platón lo decía en el Fedón: la Filosofía no es otra cosa que la preparación para la muerte. No podría estar más de acuerdo con él. Quizá por eso la muerte siempre está ante mis ojos, ante nuestros ojos -o al menos siempre debería estarlo- mirándonos, no como una amenaza, sino como un recordatorio de que aquí no estamos más que de paso, como una luz que nos permite verlo todo en su justa medida y nos invita a vivirlo todo con intensidad, exprimiendo en el tiempo la eternidad.
La Filosofía nos acerca a la muerte, a esa pregunta radical que es el para qué vivimos, la pregunta por el sentido. Y es que la muerte no es el final, sino más bien es un punto de partida que ilumina todo el resto del caminar. Frente a la certeza de que moriremos, encontramos en nosotros un ansia de eternidad que no se resuelve en encontrar la panacea universal que nos alargue la vida indefinidamente, pues aunque todos tememos -más o menos- a la muerte, nadie querría vivir aquí eternamente. Somos conscientes de los sufrimientos y las limitaciones, y llega un momento en el que la muerte es un consuelo, "no hay mal que dure cien años ni cuerpo que lo resista". Se presenta entonces la paradoja: tenemos hambres de eternidad pero no queremos vivir eternamente en estas circunstancias. Tenemos sed pero el agua que tenemos no nos puede saciar. Ahí se abre entonces la esperanza, ay, la gran esperanza (¡qué tema!), de lo que viene más allá, de esa vida que es más que vida. Según Platón, toda esta vida terrenal es un ejercitarse para lo que allí viviremos; una preparación para que cuando lleguemos allí, esa vida no nos sea extraña, sino que nos encontremos con lo que ya estamos familiarizados. Para que seamos en plenitud lo que antes sólo éramos en germen. Por esto Sócrates, en el diálogo platónico, enfrenta su muerte con serenidad y valentía, reconfortando a los demás, consciente de que la vida futura le depará mayores bienes. El filósofo está en una búsqueda constante que parece jamás saciarse, que quizá por sí misma es insaciable, y la certeza de Platón es que sólo la muerte podrá darle al filósofo la sabiduría que busca. El filósofo anhela conocer la verdad, ¿y dónde conocerla mejor que conociendo la Verdad misma?

De cualquier modo mi vocación está marcada por la muerte. Por la filosofía, porque estoy estudiando para tener un buen morir; por las artes y las letras, porque está en el centro mismo de su ejercicio. Miramos a la muerte porque es ella la que nos mira primero. Y todos lo sabemos. "Para todos tiene la muerte una mirada", decía el poeta Cesar Paese.

Sólo el amor, puede igualar, aún más, superar a la muerte como el GRAN tema. Allí donde la muerte se presenta como límite, el amor aparece como respuesta. Lo único que jamás desaparecerá, que ni la muerte puede llevarse. Quizá por eso la Filosofía, etimológicamente y más, es ante todo un tipo de amor. Pero eso ya es otro tema. La sabiduría bíblica ya lo decía en una expresión que ha tenido gran acogida entre los literatos: "...porque el amor es tan fuerte como la muerte" (El Cantar de los Cantares 8, 6).

miércoles, 1 de septiembre de 2010

Un nombre


Oficialmente: fin del verano. Recomienzan las clases. Nunca antes había vivido un verano tan largo, ni tan intenso. ¿Lo mejor? Haber conocido a gente muy distinta. Qué viva Croacia, República Checa y Eslovaquia. Aún no he estado en estos países, pero ya iré. Cada vez Europa del Este me parece más interesante, todo un mundo apasionante y apasionado por descubrir.

Lo mejor de todo es que mientras más a gusto estoy en España, mientras me abro más a otros países, mientras más quiero viajar, más me reafirmo en mi patria. En el fondo, los árboles grandes y altos precisan unas raíces más grandes, más profundas, más fuertes. Cada vez vamos perdiendo más la memoria y la antes famosa pregunta: "¿De dónde vengo?" ha perdido significado. Eso decía una publicidad de GAPs en Pamplona que buscando la integración de los inmigrantes decía: "No importa de dónde vienes sino a dónde vas". No estoy de acuerdo. Para ser grandes hay que tener raíces fuertes.

Me he acordado de ti, de tus tierras, tus delicias.
Esos rinconcones llenos de mi y de mi gente, tan nuestra.
¿Dónde estás ahora que no te tengo cerca?
España, vieja y madre, también me habla de ti y
Lejos, aún en la distancia, escucho tu nombre.
Los ecos de mi infancia golpean mi presente
Insinúandome al oído que recuerde lo que soy:
"No te olvides de tu tierra, donde todo comenzó".