Dice un proverbio alemán: Böse Menschen haben keine Lieder. Los hombres malos no tienen canciones.
Como todo proverbio, ¡cuánta sabiduría encierra!
La música está muy cerca del corazón humano, ¿por qué los antiguos la veían como parte fundamental de la formación personal? ¿por qué Aristóteles pensaba que los movimientos de los astros producían una música celestial que nosotros no podemos oír?... Cómo ha cambiado la visión de la música desde ese entonces. Es preciso un reacercamiento, un redescubrimiento de algo que puede llegar a sublime. Y es que la música, como fiel encarnación de la belleza, es algo sumamente formal, por eso Beethoven pudo seguir componiendo cuando estaba sordo, por eso pudo dirigir la Novena Sinfonía, "escuchando" la música, pero sin escuchar el estallido de aplausos. He aquí una paradoja musical: La música, teniendo un soporte material -el sonido- es una de las cosas más formales de las que podemos tener experiencia.
En una ocasión, Ratzinger, refiriéndose a otro concierto de Bach dirigido por Leonard Bernstein, decía: "En esa música se percibía una fuerza extraordinaria de Realidad presente, que suscitaba, no mediante deducciones, sino a través del impacto del corazón, la evidencia de que aquello no podía surgir de la nada; sólo podía nacer gracias a la fuerza de la Verdad, que se actualiza en la inspiración del compositor."
Esa misma sensación sentí yo con Bach, esta vez con "La Pasión según san Juan". El vídeo es del momento culmen: Es ist vollbracht. Todo está consumado.
¿Qué más cabe decir? Inefable, la única palabra capaz de expresar lo inexpresable.
A modo de post-scriptum:
Otra paradoja: La música, algo tan extremadamente temporal, es una de aquellas cosas que está más cerca de lo eterno.