Vista de mi habitación cerca de Cartagena. Más una iguana en la palmera. |
Cada cierto tiempo, mi padre me envía un correo con un artículo de Ernesto Ochoa, un columnista de "El Colombiano", el principal diario de Medellín. Podría ser algo rutinario, como esos emails que avisan de actualizaciones en una página web. Sin embargo, mi padre, que sólo me envía los artículos de cuando en cuando, es selectivo y acierta, insospechadamente, en los temas. Las columnas que escoge demuestran una doble intuición: una literaria, pues su selección es una fina forma de crítica; otra, más importante, paternal, pues también los padres tienen un sexto sentido, y el mío me envía siempre los artículos que necesito. No sé cómo lo hace, pero no es raro que acierte con uno de una temática que ha estado rondando mi cabeza. Hace un año hablé de esto, en Solitude (IV), gracias a otro acierto suyo, con la columna "Ese olor a musgo".
Esta vez, junto al artículo, mi padre añade una pregunta: "¿Cuándo retomas el blog?", que prueba que su intuición no es simple coincidencia.
Ernesto Ochoa titula su columna "Diatriba contra el ruido", pues una vez terminadas las vacaciones navideñas, en las que el Nacimiento impone la Stille Nacht, y las familias que pueden peregrinan al campo, vuelve ahora el ruido metropolitano, los atascos y las prisas.
"El ruido busca llenar un vacío interior. Es problema de las almas, no de las máquinas. Una ciudad poblada de ruidos, a toda hora y en todas partes, es algo más que la imagen de una cultura mecanizada. Es el síntoma de la deshumanización de una sociedad que ha perdido los perfiles del espíritu, la exquisita delicadeza de la paz, de la serenidad, del silencio."
El silencio, sí. De eso hablaba en mi última entrada, ahora tan lejana. De la necesidad del silencio, de callar y reflexionar, vivir más hacia dentro. Cuando todo se convierte en pura información —"¿Dónde está la sabiduría que hemos perdido en conocimiento? ¿Dónde está el conocimiento que hemos perdido en información?"—, se vive sólo con el deseo de comunicar, olvidando ese mensaje, tan evangélico, elegante y profundo, de guardar las cosas y meditarlas en el corazón.
Sin embargo, no todo silencio es de suyo fructífero. También hay silencios áridos, vacíos. No creo que ese sea el caso del silencio del Duque, que probablemente no haya sido tan estéril como a veces parece, aunque sí que ha sido mucho más largo de lo esperado. ¿Por qué?
Ernesto Ochoa dice en su columna:
"Mientras escribo intento aislarme, abstraerme, navegar hacia dentro. No oír, no oír. Es imposible. Por la ventana penetra el ruido sordo, redondo, arrastrado, de la calle. Un ruido viscoso, constante, sin intermitencias, que lo va rodeando a uno y se le pega como una piel. Ruido odioso y hostigante, que sube del asfalto como una bocanada caliente."
El Duque, en cambio, no quiere aislarse, ni abstraerse. Quiere escribir y, para eso, oír. Oír, es lo quiere. Oír hasta la luz. Hacer música con el ruido cotidiano. Escribir mientras escucha, que es la mejor forma de reflexionar y pasar de la anécdota a la categoría.
Hoy, por lo demás, se acaba la Navidad y empieza el tiempo ordinario, que este año ha coincidido también con el comienzo de mi vida ordinaria. Después de unas estupendas —y fructíferas en conversaciones como pocas— vacaciones en Cartagena, callar sería egoísta. Escribiendo es como se disfruta mucho más de todo. Y si algo me recordó Szymborska en Cartagena es que el mundo es asombroso y el poeta (ya quisiera yo) está allí para descubrirlo... y cantarlo.
Marce: Sólo puedo decirte que eres increíble. Admiro tu capacidad para escribir de una manera impecable, tengo mucho por aprender de ti y espero poderlo hacer mediante tus publicaciones que según veo retomarás.
ResponderEliminarTe quiero mucho y espero verte cuando vuelvas.
Laura Osorio
Buen regreso, Duque.
ResponderEliminar¡Ahí te quiero ver! Un silencio lleno de frutos... ¡Un grandísimo regreso, Marcela!
ResponderEliminarLa entrada me ha recordado a unos versos de Lope que me encantan:
ResponderEliminar"Hablar entre las mudas soledades,
pedir prestada sobre fe paciencia
y a lo que es temporal llamar eterno".
Sí, también se comunican las soledades incluso cuando no hablan. El silencio, de hecho, dice mucho a aquel que sabe escuchar. Pero también es necesario hablar de vez en cuando. Y a tus lectores ya se nos estaba haciendo eterno tanto silencio.
Willkommen zurück!
Iba a decir: ¡por fin estás de vuelta!, pero al leer la entrada he visto que tu padre ya te lo ha dicho... [La manera de empezar con los recortes, tu padre y el sexto sentido, me ha recordado a la forma de contar de EGM]
ResponderEliminarMarce:
ResponderEliminarVeo que has regresado con honor,el ver que en tan corto tiempo tienes tantas opiniones, me ratifican que estabas haciendo falta por aqui.
un àrticulo (o sera entrada?) muy filosofico.
Ojala tuviera tu altura para discurir contigo sobre estops y otro temas.
Te admiro demasiado.
¡Volviste, volviste, volviste!
ResponderEliminarGracias a todos por la bienvenida. Se está bien en casa. Me alegra saber que todavía estáis por aquí.
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