Para aprovechar el buen tiempo del verano, he decidido explorar los senderos ecológicos de la ciudad, perfectos para andar en bicicleta. El sábado pasado completé la monumental hazaña de recorrer los más de 35 kilómetros que separan mi casa de la de George Washington, en Mount Vernon. Y después, el regreso. A pesar de los pesares, las subidas y el cansancio, los 70 kilómetros se hacen con gusto, gracias a la belleza de los senderos. Es fácil, como Aleixandre, sentirse como una mariposa cuando se pasa, casi volando, por los árboles en hilera.
Durante las más de cinco horas del camino pensé en Miguel d'Ors, en esos poemas que componía en bicicleta. La descripción de esos senderos que tanto le gustaban eran un fiel reflejo de lo que veía antes mis ojos: "carreteritas campesinas flanqueadas por alineaciones de grandes árboles con faja cuyas ramas se abrazan por el aire, formando un gratísimo túnel de frescura y pájaros".
Los versos, sin embargo, no brotaban y mi pensamiento terminaba en consideraciones políticas cada vez que algún ciclista mucho más diestro y entrenado, gritaba, justo antes de sobrepasarme, "on your left!"
Yo iba a mi paso firme, sólido... quizá lento. Con un bicicleta que encontré sin aire, llena de telarañas, un tanto pesada, muy parecida a la que tenía de pequeña. Los raudos ciclistas pasaban —on your left!— con sus bicicletas de ruta, altas, estilizadas, veloces. Pensaba en el progresismo de izquierdas que parece que nos supera. Nunca me había sentido tan de derechas, con mi paso firme pero seguro y mi bicicleta con aire de antaño.
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