He seguido pensando en el “noli me tangere”. De algún modo, no había dejado de pensar en él desde que leí a d’Ors, pero ahora, después de la pregunta de Uuq —nada como una buena pregunta para seguir pensando—, lo tengo más presente. Es un pasaje misterioso. Difícil.
Esta semana, hablando con D., nos pusimos trascendentales, como siempre. Como D. es un poco gurú, siempre le pregunto grandes cuestiones. Esta vez, también como siempre —de qué vamos a hablar si no—, le pregunté sobre el sentido de la vida, la felicidad, tantos porqués que me persiguen. (¡Qué fácil es ser cínico, pesimista, derrotista, y a la vez, qué falso!). Al final, justo ante de despedirnos, me acordé del pasaje de d’Ors.
—No sé, es complicado. Qué difícil es confiar [que es casi lo mismo que creer, amar y esperar]. Y qué cómodo todo lo demás, ¿no? El “noli me tangere”, por ejemplo. (Es que tengo un pedal, ya lo siento). Eugenio d’Ors dice unas cosas impresionantes. Es algo imposible de entender. Si en el fondo ya sé que es la purificación que María necesita, que todos necesitamos, pero… bueno, sin más, es que me acabo de acordar…
—¿Has leído lo que dice el Papa en Jesús de Nazaret dos? No me acuerdo muy bien, pero allí también se habla de lo paradójico que es el momento. Búscalo, a ver qué te parece.
Y así, sin enrollarnos más, nos despedimos con un “triunfaremos”. (No es algo raro, también nuestro profesor de Metafísica se despide siempre con un “mucho ánimo, señores”. Supongo que en los tiempos que corren todos necesitamos una especie de grito de guerra).
El comentario de Ratzinger es breve, pero va al núcleo. Después del “no me toques”, Jesús le dice: “…que todavía no he subido al Padre”. La paradoja, entonces, se acentúa. Es el momento menos adecuado para decirle aquello. María podría decirle: “¿Cómo no voy a tocarte ahora si es precisamente cuando puedo hacerlo? Después, cuando te vayas al Padre, ya no te tendremos físicamente, ya no podré tocarte, tenerte, como lo puedo hacer ahora”. Lo importante aquí, dice Ratzinger, es que queda superado el modo humano de encontrarse con Jesús. Ahora, el encuentro con Él implica una elevación al Padre, tomar conciencia de nuestra esencia de cristianos. Ascensión que implica caminar junto al crucificado. “Buscad las cosas de arriba”, nos enseña san Pablo.
En esta escena está condensada nuestra humana condición de querer tenerlo todo ya. Tocar a Dios mismo, verle tal como es, ahora, cuanto antes. En tiempos de Cristo, y aún hoy, era la fórmula más usada para tentar a Dios: si eres tal, muéstrate. Incluso en el plano más espiritual se cuela la misma tentación: la anticipación de la esperanza. “¿Qué son las promesas del otro mundo, cuando hayas subido al Padre, si lo que tenemos es el ahora? Si tan sólo tuviéramos una cercanía más física…”. Ahora, más que nunca, nos vemos sometidos a la incredulidad de Tomás: “Tocar para creer”. Pero, ahora la escena ha cambiado. Ahora Jesús ya ha subido al Padre. Ahora no puede decirnos “noli me tangere”, sino más bien todo lo contrario. Es lo que nos pide: Buscad y encontraréis. Venid y me podréis tocar. ¿Y cómo es eso posible? No lo sé. Ya me gustaría saberlo. Pero sé que se puede. Evidentemente, no será un tocar puramente físico, como si fuese perro (perdón por la comparación), pero sí un tocar vivo, real, que algo de físico —por elevación— ha de tener. Un tocar que no precisa de ver milagros, porque él mismo, por ser un ejercicio de fe (¡y dale con la confianza!) constituye el auténtico milagro.
Ojalá fuese una cuestión de “venid y tocad”, y que fuésemos y tocásemos. Pero es un camino un poco más largo, que pasa, como dice el Papa, por caminar con el crucificado. Es más bien un “venid y tocad”, e ir y buscar tu rostro y esperar y no tocar y no saber y verte tan poca cosa, tan poco Dios, ahí crucificado, y volver el rostro y arrepentirnos y volver a mirarte y buscarte más profundamente y apostar por ti, escarnecido y derrotado, aunque perplejos e indecisos, para luego volver, casi sin fuerzas, y verte ya resucitado e ir, esta vez sí, a tocar con Tomás, esta vez sin reproche por tu parte, hasta lo más profundo de tus llagas. Tocarte en este mundo, aunque sea a oscuras, de un modo ya definitivo, para poderte decir con toda el alma, que aunque no te tengamos como la Magdalena, a ti y sólo a ti ("tocar tu manto") te necesitamos.
Esta semana, hablando con D., nos pusimos trascendentales, como siempre. Como D. es un poco gurú, siempre le pregunto grandes cuestiones. Esta vez, también como siempre —de qué vamos a hablar si no—, le pregunté sobre el sentido de la vida, la felicidad, tantos porqués que me persiguen. (¡Qué fácil es ser cínico, pesimista, derrotista, y a la vez, qué falso!). Al final, justo ante de despedirnos, me acordé del pasaje de d’Ors.
—No sé, es complicado. Qué difícil es confiar [que es casi lo mismo que creer, amar y esperar]. Y qué cómodo todo lo demás, ¿no? El “noli me tangere”, por ejemplo. (Es que tengo un pedal, ya lo siento). Eugenio d’Ors dice unas cosas impresionantes. Es algo imposible de entender. Si en el fondo ya sé que es la purificación que María necesita, que todos necesitamos, pero… bueno, sin más, es que me acabo de acordar…
—¿Has leído lo que dice el Papa en Jesús de Nazaret dos? No me acuerdo muy bien, pero allí también se habla de lo paradójico que es el momento. Búscalo, a ver qué te parece.
Y así, sin enrollarnos más, nos despedimos con un “triunfaremos”. (No es algo raro, también nuestro profesor de Metafísica se despide siempre con un “mucho ánimo, señores”. Supongo que en los tiempos que corren todos necesitamos una especie de grito de guerra).
El comentario de Ratzinger es breve, pero va al núcleo. Después del “no me toques”, Jesús le dice: “…que todavía no he subido al Padre”. La paradoja, entonces, se acentúa. Es el momento menos adecuado para decirle aquello. María podría decirle: “¿Cómo no voy a tocarte ahora si es precisamente cuando puedo hacerlo? Después, cuando te vayas al Padre, ya no te tendremos físicamente, ya no podré tocarte, tenerte, como lo puedo hacer ahora”. Lo importante aquí, dice Ratzinger, es que queda superado el modo humano de encontrarse con Jesús. Ahora, el encuentro con Él implica una elevación al Padre, tomar conciencia de nuestra esencia de cristianos. Ascensión que implica caminar junto al crucificado. “Buscad las cosas de arriba”, nos enseña san Pablo.
En esta escena está condensada nuestra humana condición de querer tenerlo todo ya. Tocar a Dios mismo, verle tal como es, ahora, cuanto antes. En tiempos de Cristo, y aún hoy, era la fórmula más usada para tentar a Dios: si eres tal, muéstrate. Incluso en el plano más espiritual se cuela la misma tentación: la anticipación de la esperanza. “¿Qué son las promesas del otro mundo, cuando hayas subido al Padre, si lo que tenemos es el ahora? Si tan sólo tuviéramos una cercanía más física…”. Ahora, más que nunca, nos vemos sometidos a la incredulidad de Tomás: “Tocar para creer”. Pero, ahora la escena ha cambiado. Ahora Jesús ya ha subido al Padre. Ahora no puede decirnos “noli me tangere”, sino más bien todo lo contrario. Es lo que nos pide: Buscad y encontraréis. Venid y me podréis tocar. ¿Y cómo es eso posible? No lo sé. Ya me gustaría saberlo. Pero sé que se puede. Evidentemente, no será un tocar puramente físico, como si fuese perro (perdón por la comparación), pero sí un tocar vivo, real, que algo de físico —por elevación— ha de tener. Un tocar que no precisa de ver milagros, porque él mismo, por ser un ejercicio de fe (¡y dale con la confianza!) constituye el auténtico milagro.
Ojalá fuese una cuestión de “venid y tocad”, y que fuésemos y tocásemos. Pero es un camino un poco más largo, que pasa, como dice el Papa, por caminar con el crucificado. Es más bien un “venid y tocad”, e ir y buscar tu rostro y esperar y no tocar y no saber y verte tan poca cosa, tan poco Dios, ahí crucificado, y volver el rostro y arrepentirnos y volver a mirarte y buscarte más profundamente y apostar por ti, escarnecido y derrotado, aunque perplejos e indecisos, para luego volver, casi sin fuerzas, y verte ya resucitado e ir, esta vez sí, a tocar con Tomás, esta vez sin reproche por tu parte, hasta lo más profundo de tus llagas. Tocarte en este mundo, aunque sea a oscuras, de un modo ya definitivo, para poderte decir con toda el alma, que aunque no te tengamos como la Magdalena, a ti y sólo a ti ("tocar tu manto") te necesitamos.
Por decir lo menos importante de esta entrada: qué excelentemente escrita está.
ResponderEliminarGrandísimo texto: mi enhorabuena.
Ángel, muchas gracias por tu lectura y tu comentario. Es un honor tenerte por aquí.
ResponderEliminarYo tabién te agradezco la entrada... Y sigo pensando también, porque en el Evangelio de hoy, vuelve a invitar a los Apostóles: Tocadme, comprobad que un fantasma no tiene carne ni huesos como yo tengo. Y diciendo esto les mostró las llagas de las manos, y como no acababan de creer por la alegría, les pidió algo de comer. Quizá la Pascua esté marcada por ese contraste de noli me tagere-tocadme
ResponderEliminarA mí cada vez me reafirma más en la tesis que proponía el Duque en su primera entrada: que Cristo está dispuesto a que le toquen los que lo necesitan, mientras que a María Magdalena no le hace falta.
ResponderEliminarQué oxígeno me da este blog, cuando saco tiempo para leerlo. Y hablando de leer, ¿cómo va tu reto, Duque de Camelot? Creo que volveré a derrotarte este año. Aunque seguro que Ununcuadio nos gana a las dos por goleada.
Acabo de leer tu comentario en el Desafío. Y acabo de ver cómo vas con el tuyo. He de decir... que algunos de mi lista son un poco trampa, en comparación con los tuyos, claro. Si unimos 6 de los míos en un solo libro, formarían uno tamaño medio de tu lista... pero bueno. (Claro, sin contar la poesía). Por cierto, no la he actualizado, pero me he empezado "Ángulo de reposo". ¡Muy buena pinta!
ResponderEliminarY sí, creo que Ununcuadio habrá ido y vuelto por lo menos tres menos. Será una goleada... que ni el Madrid contra el Osasuna.
En ese caso, habría que sumar el número de páginas de cada libro, y quizá sería más objetivo... pero las reglas nada dicen de eso, así que puedes leer cincuenta folletos y quedarte tan ancha...
EliminarA mí me gustan tus 2 entradas sobre el tema, y seguir dándole vueltas: dentro de tus Llagas, escóndeme, etc., etc..
EliminarY yo no estoy en el desafío porque me considero incapaz de alcanzaros... Por eso diseñé mi propio desafío: leer mucho, pero sobre todo libros de buenos a buenísimos.
Y si cuentan hasta los folletos, igual empiezo a contar los artículos de bibliografía, jaja, o lo que leo para mis entradas de ciencia, también el periódico, jajs
No, en realidad los folletos no cuentan, desengáñate, Uuq. Y no sé por qué te consideras tan incapaz de alcanzarnos, ya que blog refleja lo mucho que estás leyendo.
Eliminares q no me mola compromenterme jajaja, vivir al margen y ser rebelde!!
EliminarGracias por esta entrada, para serte sincero he pasado muchas veces por estos versículos y siempre se pueden descubrir puntos de vista diversos, incluso ayer en clase uno de los profesores nos hizo un paralelo entre este momento y el del pecado original, ciertamente hay que profundizarlo sobretodo en la oración aprovechando este periodo de pascua.
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